De la Redacción de 90 Líneas.-
La ultraderecha tiene una gran “capacidad”: todo lo que toca lo destruye.
Durante las presidencias de Luiz Inácio Lula da Silva (enero de 2003-diciembre de 2010), 30 millones de brasileños y brasileñas salieron de la pobreza. El programa Beca Familia fue calificado a nivel internacional como el mayor programa de transferencia de renta del mundo. En ese marco, el gigante sudamericano llegó al hambre cero.
En mayo de 2010, la FAO y el Programa Mundial de Alimentos de la ONU declararon al ex mandatario “campeón global” del combate al hambre y lo distinguieron personalmente. Brasil había pasado de una situación social desesperante a que el 93% de los niños y niñas y el 82% de los adultos comiesen muy bien tres veces por día.

Luego, lo sabido. La ofensiva del poder económico para sacar a Lula y al Partido de los Trabajadores (PT) de la faz de la tierra. El ex sindicalista metalúrgico fue preso sin pruebas cuando le llevaba en las encuestas 20 puntos porcentuales de intención de voto al ultraderechista Jair Messias Bolsonaro para las presidenciales de 2018.
Así, el negacionista y apologista de la dictadura llegó a presidir el país. Hoy, el mismo poder económico no ve la hora de que vuelva Lula (tarde piaste), quien para las elecciones de 2022 ganaría en primera vuelta según todos los sondeos.
Pero en tres años, el líder ultraliberal que niega el cambio climático y que dejó que avance la pandemia para lograr inmunidad de rebaño por contagio (hecho por el cual está siendo investigado por una comisión del Parlamento y por la Justicia) destruyó todo lo que estaba bien.
Así las cosas, las terribles imágenes de brasileños y brasileñas lanzados sobre montañas de huesos descartados por supermercados en Río de Janeiro para comerse la poquita carne que les quedaba, no sólo recorrieron el planeta y generaron un pedido del Tribunal Supremo (Corte Suprema) al presidente Bolsonaro para que informe sobre sus políticas contra el hambre, sino que tensaron al máximo el ya hostil clima social que se vive en Brasil, con la salida a las calles de movimientos sociales y de decenas de miles de ciudadanos al grito de Hambre y Fora Bolsonaro.
Y decir que el clima se tensó al máximo no es exagerado: el poderoso Movimiento de Trabajadores Sin Techo tomó la Bolsa de Valores de San Pablo, mientras un nutrido grupo de manifestantes protestó en Brasilia frente a la mansión del senador e hijo del presidente, Flávio Bolsonaro.

«Mientras el pueblo está haciendo cola para obtener huesos destinados a la basura, la familia Bolsonaro exhibe lujo con dinero dudoso”, se leyó en un comunicado de dicho movimiento. Cabe recordar que todo el clan Bolsonaro está en la mira de la Justicia por gravísimos hechos de corrupción.
En apenas tres años, el líder ultraderechista y ultraliberal que niega el cambio climático y que dejó que avance la pandemia para lograr inmunidad de rebaño por contagio (hecho por el cual está siendo investigado) destruyó todo lo que estaba bien
En tal contexto, participantes de las protestas se refirieron al “elevado costo de la casa» del senador Flávio Bolsonaro, valuada en 6 millones de reales (más de 1,1 millones de dólares) y al “origen dudoso” del dinero con el que fue adquirida.
Portando carteles y banderas con la palabra hambre, los manifestantes hicieron mención una y otra vez a los distintos informes que coinciden en que más de 19 millones de brasileños están hoy en situación de inseguridad alimentaria grave.

