“Cerré por un par de días, pensando que a lo sumo eran quince… y se hicieron varios meses”, nos narra el Manteca, no sin una palpable resignación que pudo transformar para “sobrevivir” en pandemia, mientras prepara y adoba prolijos filetes de merluza que servirá en un rato como menú de miércoles.
Detrás del mostrador ahora activo, donde sobresale una vieja edición apilada de un diario cualquiera del mes de marzo, se ven botellas de varias bebidas y marcas, fotos encuadradas entre algún polvo y decenas de copas que esperaron la vuelta de los comensales, algo que sucedió después de un largo año.
Impresiona el salón, apenas iluminado por el tubo blanco de la barra que parece mutar la mañana en la que estamos y hablamos, por la noche más profunda. Hay una decena de mesas que hasta hace poco permanecían apiladas sobre los rincones, con sus manteles de hule rojo; el televisor ya encendido; el paso a la parrilla y los baños del patio del fondo, liberado después de un tiempo en el que estuvo cortado por las sillas ahora con uso…
- ¿Cómo te reinventaste?
- Como a todos, como a la mayoría, nos agarró de golpe. No entraba guita, pero tampoco se gastaba. Me llamó un amigo, un cliente de años, como al mes y medio de la cuarentena. Me pidió si podía cocinarle; hacerle el asado de siempre, bah, el que comen todos acá cuando vienen ahaora los sábados. Querían ocho porciones como para once tipos. Y ahí le dije: para esa cantidad, te hago y te vendo…
- Surgió casi sin buscarlo…
- Ese día fue un viernes. Y ahí nomás se empezó a ‘correr la bola’ entre mensajes y el WhatsApp. Terminé cocinando como para cien clientes. No lo podía creer. Esa noche tuve que salir a buscar carne, de acá para allá, para poder completar los pedidos. Todo porque mi hija había empezado –dice y ríe a la vez- a comentar en distintos grupos que me había puesto a hacer asados de nuevo…
Las míticas noches del Tranviario Automotor de 50 entre 21 y 22, a salón lleno, mutaron durante la más intensa cuarentena a los pedidos a domicilio; con el mismo menú pero otra metodología. Lo cuenta él mismo: “Los martes hacía porciones de olla, como le suelo decir, con lentejas, mondongo o locro, tanto al mediodía como a la noche; los miércoles el clásico filet de pescado al limón; los viernes, pata y muslo de pollo; y los sábados, el variado de parrilla con asado, vacío o tapa, cerdo y achuras. La parrilla estaba 600 la porción abundante que te contaba (los precios se actualizaron), que venía además con una guarnición grande de papas fritas, y el resto siempre a 350 pesos”.
El Manteca acomodaba en pandemia las bandejas de plástico –ese extraño objeto importado a fuerza de cuarentena obligada y delivery- una a una sobre la mesa donde sirve los pedidos. Y aunque celebra haber reabierto, sabe que la diferencia “para que quede un mango”, en este tipo de emprendimientos, la termina dando las bebida y el postre: “Es lo que más rinde, siempre, por eso es tan complejo todo esto, porque no sólo que había que tener cerrado sino que en el delivery no podés tener la entrada por venta de alcohol, que sí tenés cuando abrís al público, que es lo principal en estos bares o clubes con mostrador…” Y está el Tranviario, ahí está el Manteca, y por supuestos sus clientes. Para adelante…»
La historia del Tranviario y Automotor
La casa-club donde funciona “Lo del Manteca” pasa desapercibida en la cuadra de calle 50 casi 22. Tiene cerámicos naranja en el frente y una única identificación, de bronce, a la altura del marco superior de los ventanales, una placa de 1952: “Asociación D. S. y M. Tranviario Automotor”. No necesita más nada, para atraer a los comensales que se saben de memoria el itinerario…
El lugar, con una sobresaliente cancha de bochas que marca toda la geografía del club, fue fundado, en pleno auge comercial del transporte, por los viejos choferes de tranvías de la empresa “La Nacional” en los terrenos que a principios del siglo XX -época fundacional de La Plata- pertenecían a la familia Tettamanti. Todo estaba en esa zona: la sede de la empresa funcionaba en la vieja casona del actual Colegio de Agrimensores (51 entre 20 y 21); y los talleres tranviarios, en los galpones de ladrillo a la vista que hoy se usan como depósito de chatarra de Control Urbano, en 49 entre 20 y 21.
Un pedazo de historia de La Plata que se adapta y resiste.
Tranviario
* “Lo del Manteca” hace delivery y entrega de domicilio, abre de martes a sábado, y el teléfono es 221 605 2353.
Fotos: Patricio Cermele