Este 18 de enero se cumplen 7 años de la muerte del ex Fiscal Alberto Nisman. Mucho se ha dicho, visto y oído al respecto, incluso quien escribe atinó a hilvanar algunas desordenadas líneas en una nota que se titulara “El Golpe ya se dio” publicada en febrero del 2015. Resaltaba en la misma los enfrentamientos verbales o virtuales entre argentinos de buena fe (impulsados desde muchos medios de difusión y hasta por irresponsables dirigentes).
Algunos hablábamos de “golpe blando” para intentar diferenciarlo de los tristemente célebres golpes de Estado que debimos sufrir los argentinos desde 1930.
Recordaba que, con el advenimiento del sistema institucional felizmente restaurado con la asunción del presidente Raúl Alfonsín en 1983, ingenuamente creíamos que nuestros enemigos de siempre mostrarían sus uñas y dientes como lo hicieron tradicionalmente en los golpes que derrocaron a Yrigoyen, Perón, Frondizi, Illia e Isabel Perón (1930, 1955, 1962, 1966 y 1976 respectivamente).
El presidente Alfonsín inició la carrera de reivindicación de los derechos humanos con el enjuiciamiento a las Juntas Militares y, de hecho, el sostenimiento de nuestro sistema republicano y democrático, en cuyo auxilio fueron todos los sectores políticos “populistas” (encabezados por la otrora Unión Cívica Radical, Partidos Justicialista, Intransigente etc.) en aquellas célebres y tristes jornadas de la Semana Santa de 1987, en Monte Caseros en enero de 1988 y luego Villa Martelli de 1990. Aun cuando el precio que debió pagarse fueran las leyes de obediencia debida y punto final (censuradas por muchos incluso en la Declaración de San Pedro del Colegio de Abogados).
Debo resaltar, por rigor histórico e intelectual, que el último Líder Radical y firme e inclaudicable defensor del Yrigoyenismo “populista”, abogó por su derogación años después dejando en claro que su sanción obedeció a una necesidad urgente e impostergable de defender la democracia.
La derogación de esas normas en 2003, la existencia de delitos de Lesa Humanidad, reales, y ciertos, permitió demostrar el plan sistemático y genocida impetrado a partir de 1976.
La decisión del Gobierno Constitucional (incluidos el Congreso y la Corte Suprema) y los Organismos de Derechos Humanos (que infatigablemente vienen sosteniendo su juzgamiento), ha permitido desde el año 2006, aproximadamente, llevar adelante innumerables causas en las cuales se dictaron más de 250 sentencias con más de 1013 personas condenadas y 164 absueltas.
Se preguntará el lector qué relación puede tener la muerte de Nisman y las condenas a los genocidas. Precisamente que en estos últimos casos era clara, contundente e irrefutable la existencia de la mayoría de los ilícitos y de los autores materiales e intelectuales de los mismos. Todo ello fue corroborado mediante las correspondientes sentencias y no por elucubraciones baladíes y con fines inconfesables.
A mi modo de ver muchas personan han “naturalizado” que a diario los tribunales juzguen y sentencien a centenares de homicidas por delitos de lesa humanidad (aun cuando algunos consideren que a esos “viejitos asesinos” habría que dejarlos en libertad), pero no pueden admitir que la muerte de un ex Fiscal Federal no sea a causa de un plan urdido por un sector político, insisten en que el suicidio no es admisible simplemente porque han seguido la línea de algún medio de difusión y de una campaña sesgada e hipócrita, pues ello abona sus inconfesables designios.
Ello en más de 250 causas juzgadas (más las que se encuentran en trámite) 35 años después de los hechos que provocaran más de 30.000 muertos y desaparecidos, torturas atroces, apropiamiento de menores y de bienes, entre otras cosas, con una encomiable actividad tendiente a reconstruir de ese trágico pasado y sancionar a los responsables.
En el caso del ex Fiscal (una sola causa, un sólo muerto con el levantamiento del lugar del hecho utilizando los últimos adelantos tecnológicos y científicos, etc.) no se ha acreditado –como principio– la existencia de delitos, aunque siete años después y apartada la Fiscal originaria (Dra. Fein) no se hubiera investigado seriamente las llamadas entre agentes de inteligencia y de dirigentes políticos previas al crimen, el origen del dinero no declarado por Nisman, el vaciamiento de sus Cajas de Seguridad, el manejo discrecional de la Fiscalía con aproximadamente 70 agentes y los fondos puestos a su disposición, el reclamo de su ex pareja al Presidente de la Corte del pedido de auxilio internacional para investigar el episodio, ni su desistimiento en la causa con posterioridad por sólo mencionar algo aunque en rigor de verdad, hechos secundarios, no menos graves.
En el caso de la muerte de Nisman, no se ha acreditado nada que en sí mismo importe un delito, aparece como incontrastable el suicido (ello más allá de disparatadas versiones que por razones de seriedad y buen orden considero innecesarias mencionar)
Pero todo debe ser analizado en su contexto. Muchos no advertimos, el Golpe Económico que sufrió el entonces Presidente Alfonsín (más allá de sus aciertos y errores que por supuesto los tuvo) por los denominados Fondos Buitres que aparecieron apañados y otra vez en escena en el período constitucional de 2015/19 y contra los cuales se intenta batallar desde hace años.
Esos hechos, quieran o no, tienen ínsita relación con los sucesos posteriores a la denuncia y posterior muerte de Nisman.
La denuncia del fiscal de la Unidad Especial de Investigación AMIA (aunque pudo no haber sido su intención) y su posterior trágica muerte dio pie a una nueva modalidad de golpe.
METODOLOGÍA
Hoy no se voltea al presidente, no se lo manda al exilio ni se lo encarcela, como ocurrió con Perón, Yrigoyen, Frondizi e Isabel, simplemente se busca minar su sostenimiento, debilitar su programa, encender las pasiones, enfrentando a los argentinos, desinformándolos con versiones, marchas y contramarchas, todo ello con miras a encaramar a quien ellos mismos ya habían resuelto que sector debería ganar en las siguientes elecciones, con la ayuda de los denominados sectores concentrados del poder, para mantener indemne, precisamente, a esos fragmentos financieros.
A esta cantinela se sumaron -para mí, aún hoy, inexplicablemente- sectores que arriaron las banderas Yrigoyenistas y populistas, asociándose a sus viejos enemigos y detractores. Algo bastante parecido ocurrió en marzo de 1976 (Está “todo dicho” vaticinaba el vespertino La Razón preanunciado el golpe de Estado en 1976).
Y eso, con algunos otros “ingredientes” derivó en la elección de 2015 y sus resultados que muchos, por el odio visceral al “populismo”, no han querido ver (como decía mi Maestra de Sexto Grado, no ven más allá de sus narices y para colmo son ñatos)
El país se vio convulsionado entonces por la denuncia de un fiscal especial, el doctor Alberto Nisman, por la comisión del delito de encubrimiento a la entonces Presidenta de la Nación y funcionarios de ese Gobierno. Esa causa tiene hoy, por un lado, un pronunciamiento judicial (que deberá esperar a una sentencia firme) por el cual se declaró la inexistencia de delito, y una víctima que murió aguardando el esclarecimiento de su accionar personal e institucional (obviamente me refiero al ex Canciller Héctor Timerman), consideraciones al margen de los padecimientos del resto de los involucrados.
Como decía al principio mucho se ha hablado al respecto, pero también es preciso resaltar que ese hecho fue banalmente utilizado, la muestra de ello es que los que ayer gritaban a los cuatros vientos el supuesto y no probado crimen, hoy guardan un inexplicable silencio.
Todavía recordamos cuando se vociferaba “queremos preguntar”
Atrás quedarán los ríos de tinta utilizados para difamar – insisto – y hasta virtualmente minar y cuando no derrocar a un gobierno con una nueva y artera modalidad, obviamente con una actuación mediática muy vigorosa, desinformando a la población en vísperas de un acto comicial que también contó con otros componentes más cercanos a un fraude incontrastable.
Como en todo proceso habrá que aguardar la sentencia definitiva pero bien podemos presumir, razonablemente, el resultado.
Queda a cargo del lector concluir si se ha avanzado en algo durante estos siete años.