Por Jorge Garacotche*
Buenos días desde La Barra Beatles. Hoy voy con un enorme cantante, uno de los más grandes intérpretes que tuvo la música argentina: Sandro. Aunque algunos no lo crean, está considerado uno de los Padres del Rock Argentino, cosa que es verdad y no está en discusión. En ese sentido, en La Barra hay consenso en eso de respetar al Gitano y su arte.
Cuando me piden que confeccione una lista con canciones positivas, esas que emanan buena onda, que producen en el cuerpo cierta alegría que contagia hasta al más amargo de nuestros yoes, una de las que acude es “Tengo”. Tiene una energía distinta, de esas que saben captar la genuina euforia popular, esa que no sabemos de dónde viene, que no avisa que va a llegar, porque tiene en claro que allí no sirven las explicaciones.
Roberto Sánchez Ocampo había nacido en el particular barrio de Parque Patricios, en la Maternidad Pública Sardá, el 19 de agosto de 1945. Alguna vez leí a un periodista de espectáculos que le preguntó:
– ¿Vos de qué cuadro sos hincha?
– Yo nací en uno de los mejores lugares del mundo, Parque Patricios, por eso soy del mejor equipo del mundo: Huracán.
Era hijo de españoles. Don Vicente Sánchez, operario en un frigorífico de Valentín Alsina, e Irma “Nina” Campos. Su abuelo paterno, de ascendencia húngara, pertenecía al pueblo Rom y se apellidaba Popadópulos. Sin embargo, al emigrar a España lo cambió por Rivadullas, nueva identidad con la que viajó hacia la Argentina. Esa herencia decidió adoptar Sandro, llegando a asumir con orgullo el sobrenombre de Gitano. Sus padres intentaron bautizarlo Sandro, derivado de Sandor, nombre gitano, pero el Registro Civil no los autorizó por considerarlo extranjerizante.
Vicente y Nina decidieron mudarse a Valentín Alsina, donde Roberto pasó su infancia y adolescencia. Nina recordaba que cuando armaron la pieza lo primero que puso fue un cuadro de Evita, a quien Roberto amaba. Roberto rememora aquellos días: “Nosotros vivíamos en una pieza y compartíamos con los vecinos del conventillo la cocina, la pileta del patio y el baño. Claro que éramos pobres. Pero mi viejo fue tan sabio que me hizo mi propia habitación dentro de la pieza. Era un espacio de un metro y medio por un metro y medio que me enseñó lo que es tenerlo todo en la nada”. Qué comentario sabio. Y agrega: “En Valentín Alsina yo me nutrí con el rock. Gracias al rock dejé las calles, las navajas y las cadenas, y agarré una guitarra. Dejé la campera de cuero y las pandillas. El rock me salvó. Me salvó de que fuera quizás un delincuente”.
“Tengo, un mundo de sensaciones, un mundo de vibraciones, que te puedo regalar…”.
Valentín Alsina es un barrio bastante singular, de mística obrera, de lo mejor que el Conurba Sur puso en circulación. Algunas de sus calles se bancarían adornar los mejores sueños. Quizá fue un visionario aquel vecino de la calle Paso de la Patria al 900 que en su fondo colocó un inmenso tanque de agua con forma de OVNI. Atenti que es un barrio que tiene un puente, una cancha y una estación de tren, es decir que lo tiene todo como para recrear la imaginación. Barrio crecido junto al Riachuelo, conocido como “La inundación”, Homero Manzi así lo inmortaliza en la letra del tangazo “Sur”. Cada vez que el Riachuelo se desbordaba sus calles se tornaban intransitables y el agua ingresaba en las casas sin pedir permiso, arruinándolo todo. Pero el pobre, si hay una cosa que sabe, es esperar.
Barriada a la que se ingresa por el afamado Puente Alsina. Una pintada en una pared a dos cuadras del puente recuerda una frase del Maestro Diego Armando Maradona: “Para mí cruzar el Puente Alsina era como cruzar a Brooklyn”.
El baterista Sebastián Reinholz, quien trabajó mucho tiempo con él, decía: “Sandro es nuestro Elvis vernáculo. Tengo la suerte de compartir el barrio, soy nacido y vivo en Valentín Alsina, como él, y eso tiene una magnitud importante. Grabamos algunas cosas en mi estudio y eso le dio otra mística. Las canciones son increíbles, es un viaje tenerlo a él cantando. Se lo reconoció como el más rockero, pero quizás esa parte estuvo marcada por jugársela por lo que quería desde un principio. Fue criticado por volcarse a la balada”.
Roberto cursó la primaria en la Escuela Nº 3, República de Brasil, ubicada en la avenida Presidente Juan Domingo Perón 3018, ¿un lugar que debería ser declarado sitio histórico?. Allí eran famosas sus imitaciones de Elvis Presley en los recreos y actos. Al tiempo, consiguió una guitarra en muy mal estado con la que intentaba poner en práctica las cosas que le enseñaba Enrique Irigoytía, conocido guitarrista de Alsina.
Roberto debió abandonar el colegio secundario porque tenía que trabajar, entonces fue repartidor de una carnicería, cadete en una farmacia, tornero y repartidor de damajuanas de vino junto a su padre.
Una tardecita de otoño Vicente estaba en el bar de la calle Itapirú y escuchó como todos se reían de la guitarra de su hijo Roberto. Entre carcajadas aseguraban que jamás iba a poder contra ella. De a poco Vicente se hizo de unos ahorros hasta que un día se fue hasta Casa América, en el centro de Bs As, y le compró una hermosísima guitarra eléctrica, de caja, como la que usaba Elvis antes de enrolarse en el ejército. Volvió a su casa, la colocó sobre la cama de Roberto bajo una colcha de invierno. A la noche Roberto llegó tarde, vio un bulto extraño en la cama, se apuró y destapó la sorpresa, todo al borde del llanto. A la mañana siguiente, Don Vicente le dijo que la use para ser el mejor.
El tema “Tengo” comienza con un copado riff rockero hecho por el enorme Ricardo Lew con una viola de 12 cuerdas; la segunda vez se le suma el bajo de Adalberto Cevasco y arranca la banda con el órgano Farfisa yendo al frente. Cevasco y Lew son considerados dos de los mejores músicos que dio el jazz argentino, todos lo sabemos desde siempre.
Hace muchísimos años conocí a Mabel, una de las fundadoras del Club de Fans de Sandro. Oriunda de Valentín Alsina, la encontré entregando juguetes a recién nacidos en un hospital, el día del cumpleaños de Sandro, un 19 de agosto. Ella me contó la historia de una parte de la letra de “Tengo”.
– Roberto estaba maravillado con nuestro barrio, y tenía razón porque Alsina es una maravilla, por eso nunca nos vamos a ir, todos nos conocemos. Una vez Roberto me contó que había conocido a una hermosa chica en “Recreo Andrés”, un baile ubicado en la calle Warnes, ahí frente a Villa Jardín. La piba era de Villa Centenario, un lugar muy pobre allá por Banfield al fondo. Roberto la invitó a caminar una tarde por Alsina, ella estaba emocionada, miraba todo como sorprendida y le dijo:
– El día que yo tenga plata me voy a conseguir una casa en Valentín Alsina, ¡cómo me gustaría vivir por acá, acá es todo tan lindo…! Está lleno de negocios, mi tía Negra nos contó una vez que en una cuadra había dos pizzerías, ella las vio.
– Valentín Alsina es el mejor barrio de todos, es un mundo de sensaciones, es un mundo de vibraciones…
Mabel estaba emocionada y casi lo dijo gritando de orgullo porque conocía un secreto:
– Claro, por eso lo puso en la letra, él está hablando del barrio.
Volviendo al mítico guitarrista Ricardo Lew, recuerdo un documental donde cuenta una hermosa anécdota: “Estábamos grabando en la década del ‘70 y el técnico nos recordó que se cumplían 10 años de una grabación de Sandro en dicho lugar. Asombrado, Roberto mandó a comprar champagne. Yo le dije que eran las 9 de la mañana y que íbamos a terminar complicados a la tarde. Él había llevado al estudio dos guitarras. Una me la dio a mí, una Harmony italiana. Cuando terminamos de grabar se la fui a devolver y me dijo que me la regalaba. Después hizo lo mismo con el otro guitarrista”.
En plena adolescencia tuve la dicha de ir a bailar un sábado a la noche al Club Los Indios de Moreno, un lugar mítico en el oeste del Conurba. En medio de la multitud encontré a una conocida que trabajaba como empleada de limpieza en un negocio de Villa Crespo. Conversábamos medio a los gritos cuando de golpe sonó el tema “Tengo”, ella estaba con unas amigas y sus respectivos novios, alcanzó a decirme a las corridas: “Este tema es tan lindo para bailar, la letra me hace soñar…”. Y claro que es cierto, si alguien comete el error de pensarla desde la clase media lo más probable es que no entienda un carajo, pero en la clase trabajadora se lee tan distinto, como si las cosas tuvieran dos significados, uno para los pobres y otro para los que la juegan de intelectuales.
Creo que el estribillo es un lujo, ahí la letra llega al summun, está latente esa esperanza de la que hablan las chicas y que uno jamás va a comprender. Luego del estribillo hay un solo de saxo, con la orquesta armonizando por detrás, entonces se escucha una improvisación del propio Sandro con su voz haciendo un par de notas más que interesantes, es para prestarle atención, mientras las palmas copan la parada. Son muy llamativos los arpegios que hacen entre el órgano Farfisa y la guitarra en las partes A.
Tengo (Sandro – 1968)
En el año 2002, la prestigiosa Revista Rolling Stone y el Canal MTV colocaron a “Tengo” en el puesto 15 en un ranking de mejores canciones de Rock Argentino.
Mientras escribo esto mi gata Gricel se sienta en la mesa de la computadora, se acomoda, me mira a los ojos, sonríe, al menos yo creo que sonríe, seguramente piensa que estoy haciendo lo correcto, es que ella es nacida en las calles de Lanús, de manera que se pone ancha porque están hablando de su barrio.
Si hay un hombre envidiado en la Historia Argentina ese es y será Sandro, se dio el máximo lujo que un tipo puede tener en su vida: un montón de mujeres se convocaban en la puerta de su casa, cada 19 de agosto, para cantarle el feliz cumpleaños. ¡Si supiéramos tener el sentido del agradecimiento que tienen las mujeres!
Soy ateo porque sé que en el universo no hay un dios capaz de entregar un premio semejante. Los dioses son superficiales, tontos, que actúan como comisarios fracasados, cabrones que prometen otras vidas, juicios, la condena de perder, el castigo de vivir sin placer, que deberían ser descartados por orden de aparición, total jamás van a aparecer. Ninguno de ellos nos va a decir que salgamos a la vereda del barrio porque hay un montón de minas que nos quieren cantar cumpleaños feliz, y aunque no traigan ninguna torta vamos a llorar de alegría sabiéndonos eternos.
*Jorge Garacotche: músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires). Vive en Villa Crespo, Comuna 15. Bs As