Como consecuencia de la transmisión viral, todos los virus mutan -en mayor o menor medida- al replicarse en el huésped. En particular, el SARS-CoV-2 tiene una menor velocidad de mutaciones en comparación con Influenza o HIV, pero igualmente cambia a razón de dos mutaciones por mes.
De este modo, los virus se van adaptando y acomodando a cada población, de manera de seleccionar la variante viral que mejor se transmite de persona en persona. Así se fueron describiendo distintas variantes virales a partir de que los primeros virus se expandieron desde China y colonizaron poblaciones europeas primero y americanas después. En pocos meses el virus invadió todos los países del planeta y, por ello, en marzo de 2020 se declaró la pandemia de Covid-19 (ver gráfico).
Sin embargo, a medida que transcurrió el tiempo y se produjeron las segundas y terceras olas de contagios, principalmente en el hemisferio norte -acompañadas de enormes cantidades de fallecidos- se comprendió el significado de ciertas variantes virales. Y sobre todo la importancia en cuanto a la transmisibilidad, la severidad de la enfermedad que producen y, actualmente, el riesgo que significan para las vacunas.
La primera variante viral que llamó la atención se identificó en Estados Unidos y se denominó D614G. Esta variante se expandió muy rápidamente desde Washington y en pocas semanas invadió distintos estados.
Luego apareció la variante de Inglaterra o británica, la B.1.1.7, en septiembre de 2020. En tan sólo un mes, un alto porcentaje de individuos se infectó con la misma. Luego se determinó que esa variante infecta a una mayor velocidad que otras y produce cuadros más severos, lo cual podría explicar la alta tasa de fallecidos en Reino Unido. La variante británica rápidamente se expandió por otros países; se la detectó en más de 40.
Los riesgos que puede tener una nueva variante viral son los siguientes: se transmite con mayor velocidad y por lo tanto se infectan más personas; genera una enfermedad más severa y por ende incrementa el riesgo de hospitalizaciones y muertes; pueden generar re-infecciones, y lo más importante, pueden hacer fracasar a las vacunas. Todos estos aspectos se deben estudiar antes de establecer el riesgo de cada una de ellas
Al mismo tiempo, en Sudáfrica se identificó la variante B1.351, que en pocas semanas se expandió por otras regiones. En particular, se demostró que esta variante disminuye la eficacia de las vacunas, por lo cual se tomó la decisión de no inmunizar más en Sudáfrica con la vacuna de AstraZeneca/Oxford, ya que su eficacia disminuyó de aproximadamente un 80% para otras variantes y en otras poblaciones, a un 10% en ese país.
Sin embargo, las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna mostraron un descenso mucho menor en su eficacia de protección con respecto a la vacuna de AstraZeneca/Oxford, por lo cual aquellas protegerían de la variante sudafricana.
Más recientemente, en diciembre de 2020, se detectó la variante de Manaos por la enorme cantidad de infectados, pacientes hospitalizados y fallecidos en esa ciudad de Brasil. No obstante, lo único que se puede confirmar hasta el momento respecto de la variante de Manaos, o P1, es que se transmite con el doble de velocidad o capacidad en comparación con las otras variantes virales. Pero aún no se sabe si produce mayor severidad de Covid-19, mayor tasa hospitalizaciones y muertes, o si es resistente a la protección conferida por las vacunas de uso actual.
El SARS-CoV-2 tiene una menor velocidad de mutaciones en comparación con Influenza o HIV, pero igualmente cambia a razón de dos mutaciones por mes
Por lo tanto, se definen nuevas variantes virales cuando en un alto porcentaje de las muestras de pacientes infectados en una población determinada se identifica un virus SARS-CoV-2 cuya secuencia es nueva (mayor al 40%).
Una vez que se identifican, se estudia dónde se encuentran los cambios que presenta el virus. Y en el caso de que esas mutaciones afecten a la proteína S, o más específicamente a la zona de la proteína S que se une a su receptor específico para invadir las células (región denominada RBD), se considera el riesgo y la peligrosidad del nuevo virus identificado.
Vale aclarar que estos cambios o mutaciones se producen en cualquiera de las proteínas del virus, pero sólo van a afectar las características mencionadas del virus las que se producen en RBD.
Así las cosas, para que se generen estas nuevas variantes virales es necesario que el virus se transmita de persona en persona y que las mutaciones se produzcan en la zona de la proteína S que el virus utiliza para invadir una célula de nuestro organismo, pero no siempre determinan que el nuevo virus sea más peligroso.
Los riesgos que puede tener una nueva variante viral son los siguientes: se transmite con mayor velocidad y por lo tanto se infectan más personas; genera una enfermedad más severa y por ende incrementa el riesgo de hospitalizaciones y muertes; pueden generar re-infecciones, y lo más importante, pueden hacer fracasar a las vacunas. Todos estos aspectos se deben estudiar antes de establecer el riesgo de cada una de ellas.
De este modo, sigue siendo crítico extremar las medidas de protección personal y comunitaria (aún en individuos vacunados), no dirigirse a los países donde se han identificado estas variantes virales y monitorear los virus que circulan en nuestra población.
Hasta el momento, se sabe que en Argentina existen las variantes británica y la de Manaos, pero no se ha informado de que exista una circulación comunitaria de las mismas.