Muy lejos de las ideas marxistas, el peronismo nace y crece con la idea de incorporar a todos los pobres al goce capitalista. Quiere y busca que el trabajador tenga, aparte de excelentes condiciones laborales y un muy buen ingreso, una casa linda, automóvil, vacaciones, educación y salud de calidad para sus hijos y, además, que disfrute de la vida. Ello le trajo aparejada la incomprensión absoluta del comunismo y la oposición feroz y violenta de las clases acomodadas (hasta hoy, digamos).
El peronismo, y Eva Duarte de Perón en particular, no concebía que las viviendas de los obreros fueran esos típicos monoblocks grises de la Europa de postguerra, ni que las piscinas de las colonias de vacaciones fueran menos lujosas que las de las familias ricas, por poner solamente dos ejemplos.
Así, el peronismo inventó una nueva clase media que, con el tiempo, en gran parte se volvió un tanto reacia a su propio creador. Salvando las distancias, vienen a la memoria tiempos recientes en los que muchos y muchas militantes peronistas no entendían cómo aquellos que habían pasado de una situación súper crítica tras la debacle de 2001 a otra de cierta holgura, en las elecciones de 2015 votaron a la derecha (que un par de años después los devolvió al lugar previo a 2003).
“Le hicieron creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior”, dijo en mayo de 2016 el radical ultraliberal Javier González Fraga como toda síntesis de los 12 años y medio de gobierno peronista que habían comenzado en 2003. En rigor, no le hicieron creer, sino que lo pudo hacer. Y ese fue el gran problema, así como en los 40 y 50 fue que los otrora pobres que trabajaban 16 horas por día en negro tuviesen excelentes condiciones laborales y mejoraran un día sí y al siguiente también su nivel de vida.
Pero lo peor de todo fue que el peronismo no planteó barrios obreros apartados y distintos ni una lucha de clases, sino que bregó porque todos, absolutamente todos, comieran de la misma torta. He allí el gran problema y el odio que generó.
Quienes se refirieron de manera excelsa a estos temas fueron el gran artista plástico Daniel Santoro y el escritor Pedro Saborido durante una extensa y jugosa charla que brindaron el 14 de octubre de 2017 en el marco de la 2º Feria del Libro Nacional y Popular, y de la cual aquí tomamos para compartir con nuestros lectores algunos tramos destacados.
Darles a los pobres cosas de ricos
Con una imagen proyectada de la República de los Niños en el año de su inauguración, 1951, Daniel Santoro contó que “en 1956, antes de ser inaugurada, ya se veía que Disneylandia se había inspirado en la República de los Niños. Durante años eso quisieron hacerlo pasar como un mito, pero fue así”.
Ahora bien, ¿cuál era el sentido profundo de esa república en miniatura? ¿De la ciudad estudiantil hecha para los secundarios y de la ciudad infantil a medida de los alumnos y alumnas de primaria?
“Evita creía a pie juntillas que todos los que quedaban afuera, los más pobres, los más perjudicados, debían tener lugares donde se les ‘repusiera la justicia’. Literalmente, reponer la justicia era darles a los pobres todas las cosas que les faltaron, o sea, cosas de ricos: sólo de esa manera se reponía la justicia, se emparejaba”, explicó el artista.
Para subrayar que “Evita odiaba ese tema de la caridad, eso de darle a los pobres cosas de pobres. Tenía una idea de justicia muy revolucionaria para la época”.
“Nada que envidiarles”
“Cuando se ven los dormitorios de la Ciudad Estudiantil, hecha para los alumnos del secundario, se entiende porqué los proyectos de la Fundación Eva Perón generaron tantos escándalos: las señoras de la oligarquía decían que semejante gasto era innecesario. Y el gasto no fue poco. Las cortinas eran de voile suizo, o sea, cortinas de millonarios; los pisos eran de roble de eslavonia; no había uniformes, cada uno tenía su ajuar, muy variado; la comida también era de lujo”, enumeró, para insistir en que todo ello “provocó indignación” entre las clases acomodadas.
“El epígrafe de las fotos decían textualmente: ‘para que nuestros niños pobres no tengan nada que envidiarle a los hijos de la oligarquía’. Ese era el lenguaje de Eva Perón”.
El peronismo educó a los pobres, desde niños, para que asumieran que tenían los mismos derechos que los ricos. Y se lo hicieron pagar
Pedro Saborido hizo notar al público que “aún en nuestro sentido común es difícil aceptar la idea de poder equipararse el lujo (…) El espíritu era no vivir una vida de segundas marcas porque los pobres merecen una vida de segundas marcas. No. Merecen lo mismo (que los ricos) y esto es algo que aún hoy nos cuesta asumir, ¿no?. En ese contexto uno también entiende porqué Evita vestía tan bien”.
Revolución ecuménica
Santoro contó que al momento de la inauguración de la Ciudad Infantil, pensada para chicos y chicas de primaria, “el folleto de propaganda se publicó en todos los idiomas imaginables, porque desde ese folleto se hacía la propaganda de la revolución justicialista. Incluso estaba en japonés y en hebreo (la Fundación le brindó muchísima ayuda a la comunidad). Pues la idea era realmente decirle al mundo ‘tomen este modelo’”.
“Incluso había un escudo justicialista con la leyenda ‘el mundo se convierte’. El fondo doctrinario del peronismo (su esencia, su ADN) estaba contenido en la idea de este folleto”, añadió y recordó que ese fondo doctrinario generó (y genera hasta hoy) un enorme debate con la izquierda, ya que el peronismo quería incorporar a todos al goce capitalista.
“Se veían allí los famosos chalecitos californianos con piso de roble (viviendas obreras), la chica con el ajuar que incluía una gran variedad de vestidos, ropa de cama de calidad… Un dato muy interesante es que entre las edificaciones de esa ciudad hay un banco, es decir que a los chicos se les enseñaba a hacer trámites bancarios, a chicos muy pobres, muchos de orfanatos. Pero se los veía bien vestidos, en salas de estar, en autos”, relató.
¿El peronismo esconde su propio fin?
¿Qué tendría que suceder para que no existiese más la Teología de la Liberación?, le preguntaron a un sacerdote de esa corriente católica. “La Teología de la Liberación dejará de tener sentido el día que sobre la tierra no haya ningún oprimido”, respondió.
¿Qué tendría que suceder para que no existiese más el peronismo?
Daniel Santoro preguntó al público en un momento de la charla: “¿Qué tipo de sujeto histórico está construyendo acá (en referencia a los años 40 y 50) el peronismo?”, y acotó enseguida que se trataba de “una pregunta para preocupación del marxismo (risas)”.
Después dijo: “Este es un chiste que hacemos mucho, pero no es tan chiste. El peronismo es la gran fábrica de clase media y acá -en referencia a la base ideológica del primer peronismo- está el inicio de esa fabricación, de la fabricación de niños burgueses, pequeños burgueses. Es decir que gozan del goce capitalista como cualquier otro. La diferencia que hace el peronismo es la inclusión. O sea, subir a todos al goce capitalista. Y ese es precisamente el problema, el problema surge ahí, porque es el uso contranatura de la pirámide (social) restrictiva que supone el goce capitalista, donde los que más gozan son los de arriba de la pirámide. Entonces, llevar hacia arriba a todos como propone el peronismo no se tolera; y allí se arman los quilombos”.
Toda una definición ideológica. Profunda.
Ahora bien, “a pesar de eso se constituyen las grandes clases medias, o sea, toda la clase media baja es una invención del peronismo a través de esas ideas. Pero pongamos el caso de Lanús. Allí ganó Cambiemos (la charla es de 2017). Entonces uno piensa, ¿el triunfo de esa revolución justicialista se va a dar cuando todo el mundo se vuelva antiperonista?«.
Añadió Pedro Saborido: “Es decir, uno tiene el ascenso social del tipo. Y el tipo asciende y dice ‘mirá, aparte de tener aire acondicionado me voy a dar otro lujo, voy a ser gorila, que queda bien’”. Entre risas sostuvo a continuación que “la idea que muchas veces expresa Santoro, que a mi me fascina, es que la paradoja del peronismo es la siguiente: más gente saca de la pobreza, más gorilas crea. Entonces, si la revolución justicialista triunfa, un día el peronismo no va a existir porque ya no habrá pobres”.
“Disculpe señor Bullrich: ¿A qué se refiere con ‘vivienda obrera’?” (Evita al arquitecto Francisco Bullrich)
El artista plástico Daniel Santoro y el escritor Pedro Saborido, en un ida y vuelta imperdible, remarcaron que “lo interesante de todo esto es que se asume sin ninguna culpa que el chico vaya al banco, tenga un automóvil, un chalecito… Un día le preguntaron a Antonio Cafiero cómo era peronista si vivía en San Isidro y tenía un muy buen pasar, y él contestó: ¡Hay que nivelar para arriba! De eso se trata. Se supone que el peronismo no tiene ese componente de la idea marxista que propone otra mirada del trabajador”.
Santoro recordó una entrevista en la cual le preguntaron a Perón sobre el comunismo, y respondió: “Usted dele a un obrero una casa, un auto, que pueda mandar a los chicos al colegio, que pueda irse de vacaciones, que pueda disfrutar de los fines de semana, de un asado… ¿Para qué quiere ese obrero hacerse comunista?”.
Y destacó la anécdota del día en que Eva Duarte estaba frente a la maqueta de la vivienda estilo californiana que sería la unidad funcional de la Ciudad Evita, con la construcción de 300 mil en un principio. “Empezaron a llegar constructores que querían hacer negocios. Hasta entró el mismísimo Francisco Bullrich, famoso arquitecto de la época, y le dijo que eso era ‘económicamente inviable, yo le puedo traer un socio sueco que hace prefabricadas y con lo que usted gasta en un chalecito yo le hago entre 50 y 60 unidades de vivienda, no hay ni que pensarlo’. Pero Evita sacó a relucir con total naturalidad la diferencia entre el pan y el pan dulce que estaba en la esencia peronista. Le preguntó: ‘¿Qué me quiere decir con vivienda obrera?’. Aunque Bullrich intentó utilizar otros términos, lo cierto es que se refería a esos grises, despersonalizados y feos monoblocks. Evita lo rechazó de plano, claro. Luego tuvo críticas tremendas de la alta sociedad por el gasto. Pero ahí está el plus del peronismo; el peronismo vive en esa diferencia”, sentenció Santoro.