De la Redacción de 90 Líneas.-
En tiempos donde la palabra de honor fue reemplazada por 140 caracteres de fake news y violencias diarias otrora impensadas en la política argentina. Donde las instituciones han sido degradadas a tal punto que las leyes aprobadas por el Congreso de la Nación son vetadas y, luego, diputados de ese mismo Congreso avalan el veto a cambio de un cargo o una pila de billetes estadounidenses. Donde la Justicia, empezando por la Corte Suprema, sólo se dedica a cuidar los intereses del poder económico violando todo lo que indica el derecho más básico y universal. Donde el oficialismo de ultraderecha agrede, agravia, insulta, promueve la violencia y miente descaradamente al tiempo que grita a los cuatro vientos que quiere reventar al Estado nacional, la figura de Antonio Francisco Cafiero (12 de septiembre de 1922 – 13 de octubre de 2014) y la foto que lo retrata junto al ex presidente Raúl Alfonsín tras el levantamiento golpista de los militares carapintadas en 1987, adquieren una estatura inconmensurable.
Otras épocas. El poder económico-mediático no había creado la falla de San Francisco (grieta ya queda muy corto). El político de otro partido era un adversario; no un enemigo. Los debates tenían sustancia. Y, sobre todas las cosas, cuando cualquier pata clave del sistema democrático corría algún riesgo: todos juntos.
Antonio Cafiero era un demócrata cabal. Ideológicamente quizás ocupaba el centro mismo del peronismo, ese que nunca nadie encontró hasta hoy. Creía firmemente en las instituciones, en la voluntad popular y en la doctrina justicialista
Una vez se enojó y disparó: “Estoy cansado de que los peronistas tengamos que vivir dando examen de democráticos, cuando somos los más democráticos… ¿cuándo el peronismo accedió al gobierno por fuera de elecciones generales y limpias?”, lanzó, y la respuesta cayó como fruta madura.
Cafiero y Ana Goitía se conocieron en la Acción Católica Argentina antes de que Antonio Francisco se graduara como Contador. Se casaron, tuvieron 10 hijos y 40 nietos.
Participó por su cuenta de la histórica movilización del 17 de octubre de 1945, y se hizo peronista. Como uno de los escasísimos universitarios que apoyó a Perón y con el visto bueno de Evita, en 1948 fue nombrado consejero financiero en la embajada argentina en los EEUU.
En 1951, Perón lo nombró director del Departamento Socioeconómico de la Cancillería, y en 1952 ministro de Comercio Exterior de la Nación. Se convirtió así en el ministro más joven de la historia, con 30 años.
Estuvo preso primero y exiliado después tras el sanguinario golpe de Estado de 1955. Hasta que regresó y se enroló en la “resistencia peronista”, una época que, pese a todo, vivió con amor y pasión, tal cual contó (ver video).
Fue ministro de Economía durante los seis meses previos al golpe del 24 de marzo de 1976, lo que demuestra que no le escapaba a nada. Diputado nacional por la Provincia entre 1985 y 1987; gobernador bonaerense desde 1987 hasta 1991; convencional nacional constituyente en 1994; senador nacional entre 2002 y 2005.
EL DÍA QUE CAFIERO LLORÓ
Luego de la derrota del peronismo en las presidenciales de 1983, se desató una fuerte pelea entre el sector ultraortodoxo del PJ y una corriente, fundamentalmente impulsada por las juventudes peronistas, que pedía a gritos una renovación total del movimiento nacido en 1945 sin perder su ADN: todos esos sectores encontraron en Cafiero un líder natural para reconvertir al justicialismo postdictatorial.
«Un militante no tiene que venir a preguntar ‘qué hay para mí’, sino ‘qué hay que hacer'» (Antonio Cafiero, Córdoba, 1988)
Cafiero, promediando su gobernación en la provincia de Buenos Aires, aparecía como candidato indiscutido a la presidencia para las elecciones de 1989. Pero habría internas, pues el mandatario riojano Carlos Menem lanzó su postulación rodeado de un universo de agrupaciones que entonces representaban al “viejo justicialismo”.
No obstante, había un sector sin el cual era casi imposible ganar una interna de semejante envergadura: las 62 Organizaciones Peronistas, lideradas todavía por el metalúrgico Lorenzo Miguel.
En el Parlamentario del 30 de julio de 2014, Leo Anzalone relató que “un compañero de militancia contó en una reunión que en 1988 Antonio Cafiero era el favorito para ganar las elecciones presidenciales del año siguiente (…) Por un lado, estaba lo que se llamó ‘renovación peronista’, que tenía a Cafiero como candidato con el núcleo más cercano compuesto por el porteño Carlos Grosso, el mendocino José Luis Manzano (NdR.- luego reconvertidos en menemistas) y el cordobés José Manuel De la Sota. Por el otro lado, aparecía Carlos Menem, por quien nadie daba dos pesos. Carecía de estructura pero tenía una gran voluntad de poder”.
Antonio Cafiero Antonio Cafiero Antonio Cafiero
“Pasó algo en ese momento que para muchos cambió la historia política argentina. Horas antes del cierre de listas para la interna, Lorenzo Miguel le ofreció toda la estructura de las 62 Organizaciones a Cafiero, con la condición de que lleve como compañero de fórmula al ex gobernador de Santa Fe, José María Vernet. Pero Grosso, Manzano y De la Sota le pedían a Cafiero que se sacara de encima a Miguel y que llevará como compañero al cordobés, porque decían que Lorenzo Miguel y los suyos eran ‘la vieja política’”.
“Si bien Cafiero dudó por un momento, ante la posibilidad de que ‘la renovación’ se rompiera tras las amenazas del trío, cedió y le dijo que no al sindicalista. Lorenzo Miguel jamás comprendió la actitud de quien era gobernador de la provincia de Buenos Aires. Y rápido de reflejos y con el olfato de poder que lo caracterizaba, le dio su apoyo a Carlos Menem. Lo que sigue es historia conocida, el riojano ganó la interna”, llegó a la presidencia tras el golpe económico que el poder fáctico le dio a Raúl Alfonsín e inició la 2º década infame, cuyos resultados llegan hasta hoy.
“Cerca de las 21 horas del 9 de julio de 1988 -día en que se realizó la elección interna-, cuando el resultado era irreversible, este compañero nos dijo que Antonio Cafiero estaba encerrado en la sede del PJ bonaerense, que en ese momento estaba en la Avenida Belgrano de la Ciudad de Buenos Aires, y nos contó: “yo vi llorar a Cafiero”. Y recordó que le escuchó decir “me equivoqué, prioricé el egoísmo y la soberbia de algunos por sobre el proyecto. Jamás me lo voy a perdonar”, finalizó Anzalone.
El país se perdió un gran presidente.