La masacre de Trelew fue el primer hito de violencia institucional ilegal llevado a cabo por las fuerzas represivas del Estado durante un gobierno de facto y dentro de una dependencia oficial de las Fuerzas Armadas. Por sus características, esta masacre permite pensar en los modos en que se fue construyendo la dinámica represiva del terrorismo de Estado que tuvo lugar pocos años después, entre 1976 y 1983.
Durante la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973), comenzó a profundizarse la persecución y represión de las distintas vertientes de la militancia política, social y cultural. Con este fin, se impulsaron diferentes medidas, tales como el restablecimiento de la pena de muerte para ciertos delitos, el estado de sitio, el empleo de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interna y en las cárceles con las personas prisioneras políticas.
Además, se creó la Cámara Federal en lo Penal, conocida también en los pasillos de Tribunales como «Camarón» o «Cámara del Terror», con el objetivo de intervenir en el juzgamiento de «actividades subversivas». Este instrumento de persecución ideológica de personas activistas sociales, políticas y sindicales desde el Poder Judicial implicó que muchas de ellas fueran condenadas a prisión por participar en actividades y medidas de fuerza que la dictadura prohibía, como movilizaciones, huelgas, tomas de facultades, asambleas, entre otras.
Algunas de ellas fueron enviadas a la Unidad 6 de Rawson (Chubut), dependiente del Servicio Penitenciario Federal, para mantenerlas alejadas de las principales ciudades del país e impedir así que se relacionaran con organizaciones políticas y sociales, y evitar intentos de fuga.
A pesar de esto, el 15 de agosto de 1972, 25 presas y presos políticos de diversas organizaciones se fugaron del penal de Rawson y recorrieron 21 kilómetros hasta llegar al viejo aeropuerto de Trelew. Solamente seis lograron huir en un avión hacia Chile, donde gobernaba el entonces presidente Salvador Allende.
Las personas que no llegaron a abordar el avión, en lugar de ser llevadas nuevamente al penal de Rawson, fueron trasladadas a la base aeronaval Almirante Zar, dependiente de la Armada. El 22 de agosto de 1972, durante la madrugada, un grupo de marinos las obligó a salir de la celda y las asesinó.
Las víctimas de los fusilamientos fueron Carlos Astudillo, Rubén Pedro Bonnet, Eduardo Capello, Mario Emilio Delfino, Alfredo Kohan, Susana Lesgart, José Ricardo Mena, Clarisa Lea Place, Miguel Ángel Polti, Mariano Pujadas, Carlos Alberto del Rey, María Angélica Sabelli, Humberto Suárez, Humberto Toschi, Alejandro Ulla y Ana María Villarreal de Santucho.
Alberto Camps, María Antonia Berger y Ricardo René Haidar recibieron heridas de gravedad pero sobrevivieron tras su traslado al hospital de la Base Naval Puerto Belgrano de Punta Alta, al sur de la provincia de Buenos Aires. Estas personas pudieron dar testimonio de lo ocurrido, pero pocos años después, durante la última dictadura argentina, fueron secuestradas y desaparecidas por el terrorismo de Estado.
La primera vez…
Este acontecimiento produjo un gran impacto y tuvo repercusión política, social, mediática y cultural. Era la primera vez que las fuerzas represivas del Estado llevaban adelante dentro de sus instituciones un acto ilegal de violencia brutal.
En ese sentido, como indica el historiador Roberto Pittaluga en su artículo «La memoria según Trelew» (Sociohistórica, 19-20, 2006), esta masacre permite observar una novedad en la forma en que las Fuerzas Armadas intervienen y se involucran en la seguridad interna reprimiendo actividades y militancias sociales y políticas.
Pero además, este acto violento e ilegal se realiza dentro de un edificio militar, lo que marca un claro antecedente del tipo de represión que se llevaría adelante de una manera más extendida. Como explica Pittaluga:
El crimen de Trelew no tiene lugar en una región apartada de la mirada de la nación -como fueron los confines patagónicos en los años 20-, ni en los basurales de José León Suárez, en las afueras de la gran metrópoli: esta vez el crimen es en una instalación del Estado, una base militar, en donde era de público conocimiento que estaban alojados los diecinueve militantes que se habían rendido en el aeropuerto una semana antes.
A su vez, la masacre de Trelew profundizó el malestar popular hacia la dictadura militar y las personas fusiladas se convirtieron en héroes y heroínas de Trelew, referentes de la lucha contra el régimen autoritario y represivo. En distintas instituciones educativas a lo largo y ancho del país, miles de estudiantes participaron de asambleas, actos y manifestaciones. La crisis del gobierno de facto se volvió evidente. Por eso, este hecho fue fundamental para promover la inevitable transición a la democracia de 1973.
Procesar a las personas responsables de los fusilamientos demoró más de treinta años. En 2005, el entonces presidente Néstor Kirchner hizo público el compromiso del Estado de reabrir la causa. Esta se desarrolló entre 2006 y 2015 y se consideró que la masacre fue un delito de lesa humanidad.
En 2012, en el 40 aniversario de los fusilamientos de Trelew, tres de los marinos involucrados fueron condenados a prisión perpetua por el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia. Por otro lado, como desde ese acontecimiento ocurrido en 1972 hasta 2005 la Armada seguía realizando tareas de espionaje prohibidas, también se imputó y condenó por esos hechos a quienes integraban la oficina de inteligencia y a la jerarquía naval.
Impacto en la cultura y en la sociedad
Durante la década de los setenta, artistas visuales, cineastas, actrices, actores, escritoras y escritores acompañaron con sus prácticas el proceso de politización y participación. Arte y artistas se involucraron en la realidad pensando que con sus prácticas podían intervenir para transformarla. El arte se convirtió en una forma de acción política directa y además muchas personas artistas formaron parte de las organizaciones políticas. De este modo, el arte conceptual latinoamericano de esos años se distinguió por su contenido ideológico y por la intención precisa de ofrecer al público una imagen directa y eficaz para denunciar las injusticias sociales.
Debido a las dificultades para comprender lo ocurrido en Trelew, por la novedad y la brutalidad de la violencia de la masacre, el arte y la protesta social espontánea fueron dos formas de expresar y canalizar el repudio, la oposición a la dictadura, el recuerdo de las personas asesinadas y el pedido de justicia.
Fuente: educ.ar