Según decía Ortega y Gasset todo hombre es él y sus circunstancias. Y eso explica por qué Diego Armando Maradona fue y es lo que es y será: una especie de héroe de nuestros tiempos.
Es casi imposible reconocer a la Argentina sin esa pasión y ese especial vínculo con la pelota que arranca desde la cuna y permite unir a grandes y chicos, padres e hijos, amigos y rivales, detrás de un juego, que es mucho más que un simple entretenimiento
Y si para los argentinos, el fútbol define una forma de ser, Diego Armando Maradona, está en la cima indiscutible de esa pirámide mezcla de orgullo y habilidad que a casi todos sedujo.
Maradona era Diego aún antes de sus hazañas deportivas y de sus goles a los ingleses. Su habilidad a toda prueba lo hizo conocido desde muy chico para los futboleros en los interminables jueguitos de entretiempo, casi siempre más entretenidos que los partidos mismos que los hinchas pagaban por ver. Una habilidad tan extraordinaria que lo llevó a la televisión y popularizó su magia sin igual antes de pisar una cancha como profesional.
Aún así, con definirlo como el mejor de todos los tiempos no alcanza. Siéndolo, Maradona era mucho más que un jugador de fútbol excepcional. De esos que en Europa no se consiguen.
Su personalidad arrolladora, su fina inteligencia y rapidez mental le permitían resolver jugadas en milésimas de segundo y su compromiso con su tiempo, con sus circunstancias diría Ortega, lo potenciaron aún más.
Era un jugador distinto de una estirpe, de la que algunos técnicos reniegan, porque los empequeñecen. Son de aquellos como René Houseman o el Burrito Ortega rebeldes e indescifrables para el rival, pero adorados por los hinchas: son los únicos que pueden mostrar su talento en un sólo pase casi mágico. Quizás lejos del fútbol utilitario y ganador, como la táctica alemana de nuestros días que no deja casi nada librado al azar o el catenaccio italiano, eficaces, pero olvidables.
Diego en el fútbol como en la vida era diferente. Se sentía, y en rigor era, un artista de la pelota, que además jugaba como ninguno al fútbol. Era dueño de una magia inconfundible e irreverente, por la que muchos quisieron castigarlo.
Siempre cuestionó a Pelé, no por su habilidad indiscutible como futbolista, sino por haberse sumado al negocio, por no cuidar a sus compañeros y no ayudarlos a transitar una mejor forma de vida.
Ese también era Diego, un hombre comprometido, con ideas propias, que pueden o no gustar, pero que no dudó siempre en promover. Maradona nunca olvidó sus orígenes humildes y, a su manera, mantuvo incólume ese compromiso hasta que nos dejó.
La elección de Gimnasia es también un ejemplo de esas convicciones y el sentirse feliz con los más humildes.
Como todo héroe, la vida de Maradona está plagada de errores y sinsabores, de lo contrario tampoco sería un referente del ser nacional.
Hoy el anuncio de la muerte de Diego nos hizo soltar un lagrimón, nos atragantó como pasa con un ser querido, porque si de algo puede estar seguro Diego donde quiera que esté, es que todo un país está de luto.
Y es que hoy, Argentina llora por vos, Diego.