Pinocho. -Por Mauricio Vallejos
Sin dudas cuando uno se pone a pensar en historias que han sido contadas muchas veces claramente podemos pensar en Pinocho, un personaje entrañable de la cultura popular que ha tenido múltiples adaptaciones. Sin ir más lejos, este mismo año Disney realizó una olvidable nueva cinta live action con Tom Hanks, y en este contexto el querido muñeco incapaz de mentir sin que su nariz crezca llega a manos de uno de los cineastas del más excelsos de este Siglo.
Hay características puntuales que acompañan a un autor, en algunos casos eso puede convertirse en un cliché, es decir, elementos repetitivos en las obras de un artista que puede volverse tedioso. Pero, si en algo Guillermo del Toro se destaca, es en su estilo muy marcado, donde si bien hay elementos fácilmente reconocibles en varias de sus películas uno siempre quiere ver eso en pantalla.
Cuenta el propio Del Toro, que en su infancia tuvo un sueño donde un fauno (criatura mitológica en forma de hombre cabra) lo atormentaba, él le prometió que si lo dejaba en paz lo traería a la vida en nuestro mundo. Sin dudas, esa promesa fue cumplida, porque en su filmografía abundan las cintas con personajes fantásticos, fantasmas, vampiros y otros seres cuya faceta principal es que nunca son antagonistas, lugar reservado únicamente para los hombres.
La marca de autor de Del Toro está en traer a seres sobrenaturales para exponer a los verdaderos monstruos que habitan este mundo, que no son más que personas de carne y hueso. De allí cintas como El espinazo del diablo (2001), La forma del agua (2017) y la monumental El laberinto del Fauno (2006) donde existe un orden social que funciona como antagonista en sí mismo, en El Espinazo del diablo y en El laberinto del Fauno es el régimen de Franco en España, y en La forma del agua es el macartismo imperante en los Estados Unidos de los años 50. Y a su vez los villanos materiales son operadores de ese sistema de dominación.
En la nueva adaptación de Pinocho encontramos un relato mucho más humano de la historia ya conocida, Gepetto es un carpintero que perdió a su hijo durante un bombardeo de la Primera Guerra mundial. Hecho que lo destruye sentimentalmente, hundiéndolo en la peor de las tristezas, y en un arrebato de ira crea el muñeco de un niño. En esta historia no hay hadas sino espíritus que solo muy pocos casos se involucran con los humanos, y que dan vida al muñeco.
La cinta es un viaje de los personajes hacía la madurez, el cual siempre empieza desde una decisión tomada meramente por interés. Así es el caso de Gepetto, que crea a Pinocho desde la ira y el dolor por el duelo, o Sebastian J. Grillo (que nosotros conocemos como Pepe Grillo) que acepta ser la conciencia del protagonista solo por prestigio y para mantener su casa. Será así con otros personajes, que comienzan la historia en un lugar, pero van madurando hacia descubrir sus reales identidades,
La mano de Del Toro se puede ver claramente en la cinta, primero está hecha en animación de stopmotion, es decir de fabricación artesanal filmada fotograma por fotograma. La historia transcurre durante la Italia de Mussolini, es decir, que una vez más podemos ver al orden social como un antagonista propiamente dicho, y los dos principales villanos como operadores del mismo. El primero es el dueño de un circo de marionetas, fanático del dictador, que busca explotar a Pinocho y el otro es un comisario político del régimen que busca llevar al protagonista a la Segunda Guerra mundial.
El actor sobrenatural, que en este caso es Pinocho, logra desde su inocencia exponer los males de la sociedad. Es un ser puro, carente de maldad en un escenario de hombres que buscan engañar y de otros que promueven los valores de la violencia y el odio entre las personas, como es normal en el cine de Del Toro, una criatura fantástica que expone a los verdaderos monstruos.