violencia en la ciudad
– La reputa que te parió, imbécil, arrancá…
Semejante insulto fue para un automovilista que tardó diez segundos (por reloj) en poner primera y dar marcha en el semáforo de 137 y 32. No pasó a mayores.
– Hijo de puta, bajate que te recago a trompadas…
– ¿Qué te pasa?, vení si sos guapo, vení forro…
Los dos hombres se bajaron y, aún con chicos y mujeres arriba de ambos autos, se trenzaron a golpes de puño en la esquina de diagonal 73 y 39. Tuvo que salir un hombre de un comercio para separarlos y algunos que trotaban por el Parque Alberti también pusieron paños fríos. El problema fue que a uno de los conductores le pareció que el otro lo había encerrado. Pero no hubo diálogo, ni tampoco pedido de disculpas o al menos probar con ensayar una charla civilizada, nada de eso, se fueron a las manos.
Situaciones como las descritas son moneda corriente en las calles de La Plata y desde que aflojó la cuarentena y se retomó en buena parte «la vieja normalidad», la tolerancia cero acompañada por un furioso estado de agresividad, creció de manera considerable y alarmante.
Nadie tolera nada. Todos se creen Fangio. Ninguno acepta un error humano al conducir y entonces ante la menor maniobra de alguien que otro considere inoportuna o mal hecha, enseguida llega la puteada y, en el peor de los casos, las trompadas.
Este clima en el que se maneja en La Plata, que puede palparse con apenas una vueltita por cualquiera de sus calles, ya sean céntricas o periféricas, no sólo genera insultos y peleas sino algo peor, provoca accidentes. Se maneja rápido y mal. Y en medio de este panorama, un capítulo aparte se lo llevan los deliverys de motos, que circulan a altas velocidades, pasan semáforos en rojo, autos por la derecha, cruzan bocacalles sin tocar el freno y, encima, lanzan insultos a quien se les «pinte».
El número de accidentes es directamente proporcional al termómetro de la furia e impaciencia con la que se maneja. Un ejemplo claro es el siguiente: en las últimas horas, tras impactar con un automóvil que cruzó en rojo, un hombre que circulaba en moto debió ser trasladado de urgencia al hospital. El siniestro quedó registrado en las cámaras de seguridad de la Municipalidad de La Plata. Desde el Centro de Operaciones y Monitoreo (COM) observaron que en diagonal 74, entre calle 12 y 50, una camioneta negra pasó el semáforo en rojo y chocó con un motociclista, quien cayó sobre el pavimento (ver video haciendo click acá)
Otro caso que ilustra a las claras la intolerancia en las calles ocurrió el 8 de julio pasado, cuando se viralizaron unas imágenes de un hombre subido al capot de un auto que recorrió varias cuadras hasta que el conductor frenó y permitió que se bajara. El insólito hecho fue registrado en otro video captado por el COM de la Comuna. En las imágenes se ve cómo dos hombres se pelean sobre la calle 49 y 2 y en un momento uno de ellos se queda en medio del tránsito y se recuesta en el capot de un Renault Clio que había frenado y que segundos antes parecía hacer maniobras para esquivarlo y continuar su camino.
violencia en la ciudad
Tampoco importa el día. Creemos que los fines de semana «son más tranquilos», pero sin embargo nada de eso ocurre. Un domingo como el de hoy, entre las 18 y las 22 horas, la locura vial crece en avenidas de accesos a la Ciudad, como la 44, la 520, la 25 y también los caminos Parque Centenario y Belgrano, y ni hablar de la avenida Circunvalación (31, 72, 32), que es un verdadero desaguisado.
¿Los controles?. Se realizan en puntos considerados claves, pero no alcanzan. Es más, también las autoridades del orden, ya sean inspectores municipales o policías, son blanco de insultos de todos los colores.
¿Por qué?
¿Por qué sucede todo esto con el tránsito en la Ciudad? ¿Por qué tolerancia cero hacia el prójimo? ¿por qué tantas peleas?
La psicóloga Belén Santisteban explicó: «Nos tomamos un break bastante largo, que quiero decir con esto, al principio de la pandemia y durante los periodos de cuarentena más estricta, los tiempos empezaron a ser otros, ya no había horarios marcados ni apresuramientos sino por el contrario, la gente se quedaba a la noche y madrugada mirando series o escuchando música y se levantaba más tarde y así las rutinas se fueron perdiendo, nos fuimos en cierto modo desacostumbrando a andar a las corridas».
«Ahora -señaló- ya volviendo a cierta normalidad, con sistemas laborales híbridos al igual que las escuelas, un poco presencial y otro poco virtual, comienzan a reaparecer esas rutinas, los horarios, eso de estar a las 8 en el colegio o a las 9 en la oficina, o a tal hora en tal lugar, no importa dónde…entonces aparece la intolerancia a lo que nos sucede y ponga trabas que no nos permitan cumplir con la obligaciones en tiempo y forma».
Santisteban prosiguió, «los tiempos comienzan a verse con otra percepción, todo se ve con el ojo del estrés; parecería que vuelven a ser más las cosas por hacer que el tiempo con el que disponemos y entonces se vive estresado, intolerante, nervioso. Por ejemplo, hacer un trámite en el banco cuesta un montón y todo eso genera estrés en la gente, por eso ocurren discusiones, peleas, luego del encierro comienzan a verse las consecuencias del desacostumbramiento a la rutina, y la gente se siente extraña frente a la cantidad de pares en las calles. El tránsito, en este contexto, se vuelve más agresivo y violento», concluyó la profesional.
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