La casa donde funciona La Idea está sobre la calle San Martín, en una de las tantas esquinas centenarias reconocibles en Cruz del Eje, antiguo bastión ferroviario del norte cordobés. La ciudad reconocida como productora de miel y aceitunas, identificada, además, con su extenso embalse, único en su tipo en nuestro continente, en el corazón norte de las Sierras Cordobesas, que la corona con una gran laguna de agua que es atracción turística en los meses de verano.
El pueblo donde, alguna vez, cuenta la leyenda corroborada en cada esquina de esta idílica comarca, a la manera de «La guerra de los mundos» de Wells, algún pícaro hizo correr un rumor, de boca en boca, sobre una grieta que detonaría al embalse en cuestión de horas. El pánico corrió como la llama sobre el pasto seco en Cruz del Eje y en menos de dos horas el pueblo fue evacuado, entre gritos, desesperación y huidas hacia pueblos cercanos como San Marcos Sierra o Capilla del Monte. Nadie supo nunca cómo ni porqué, pero el pueblo, lo sabemos hoy, jamás se inundó y, dice el mito lugareño, que el invento del embalse inundando todo tuvo relación con un casamiento que algún “despechado” quiso hacer evitar…
El último linotipista
Entrar a la casa histórica donde se imprime La Idea es bucear en un museo no declarado de hojas, rollos de papeles de impresión, cajones repletos de letras de distintos tamaños y estilos, sellos de impresión con imágenes de antiguos presidentes y figuras destacadas de la vida política, o viejas ediciones del diario que se acumulan como en cualquier hemeroteca. La máquina tipográfica, una alemana Werk Augsburg, se escucha crujir con cada pasada del rodillo, movida a mano por Ubelino Castro Cuello, el famoso “último linotipista”.
Ubelino no había cumplido ni 14 años cuando entró a trabajar a la misma imprenta donde hoy nos cuenta su historia, en un mediodía soleado y seco de un sábado cualquiera de febrero. La Idea no sólo es “el decano del periodismo del noroeste cordobés”, como difunde su letrero azul en la entrada, sino también el único diario de Argentina de circulación regular que sigue editando sus páginas con linotipos móviles de plomo.
“Se hace así, ves”, me muestra Ubelino y toma al azar, de una de las cajoneras, un grupo de letras que ubicará artesanalmente dentro de un molde, que las acomodará fijas una por una, para después entintarlas y esperar el paso de la tira de hojas por los rodillos. Ni más ni menos que la vieja técnica tipográfica estándar de la industria imprentera usada desde finales del siglo XIX hasta casi los años 80 del siglo XX.
El periódico tiene una tirada mensual de menos de 500 ejemplares. Se imprimen por la vocación y resistencia de Castro, quien aspira a mantener el oficio hasta, al menos, el año del centenario del diario, en 2023. Los ejemplares los reparte el propio Ubelino, mano en mano, entre los comerciantes y vecinos cruzdelejeños, junto a su hijo Fito e integrantes de una asociación civil que apoya al diario –declarado de interés nacional en los 2000– para evitar su desaparición.
Su fundador fue Nicolás Pedernera, en 1923, con la impronta de la marca libertaria y socialista de los diarios de difusión de época. Y su hijo, Temístocles, continuó con la tradición de La Idea hasta 2004, ocho décadas después de la fundación. Ante la inminencia de un posible cierre, Don Ubelino, que aún trabajaba como tipógrafo en la rotativa del periódico, se hizo cargo del proyecto con un grupo de voluntarios de la ciudad para evitar que el diario centenario, marca de fuego de Cruz del Eje, quedara en el olvido.
«Las ganas que tendré de que esto no se termine que hasta me vine a vivir al edificio del diario», cuenta Ubelino. Sus hijos, Fito y Nelson, aprueban con un gesto, mientras le sacan fotos a sus manos entintadas. La misma habitación, el mismo lugar, me cuentan también, donde supo dormir hasta el presidente Arturo Illia, otro símbolo de Cruz del Eje, en cada uno de sus regresos al pago de nacimiento…
Desde hace algunos años, la asociación “Amigos del diario La Idea” impulsa la necesidad de restaurar la casa donde funciona la imprenta y vive Don Ubelino, transformarlo en un museo del circuito turístico de la ciudad y empezar a enseñar el oficio de linotipista a nuevos aprendices del entrañable tipógrafo.
Desde 2017 trabajan junto a una cátedra de la carrera de Archivología de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Entre tanta vocación por mantener la memoria y su historia, buscan recuperar, conservar y digitalizar parte del archivo del diario, que posee ejemplares -de publicaciones anteriores a su fundación- desde el año 1916.