Esta es la historia de un «loco». Un «loco» por la libertad. Por la libertad en serio, esa que incluye a todos y, sobre todo, a los más desposeídos de la Tierra, como aquellos que formaron el temible ejército de Martín Miguel de Güemes y de su hermana Macacha; aunque hoy el héroe es otro.
Esta es la historia de un idealista, de esos que en la actualidad parecieran haberse extinguido como los dinosaurios (o bien se convirtieron en dinosaurios).
Esta es la historia de alguien que, habiendo nacido en Francia y peleado para el Napoleón que luchaba por la libertad y la igualdad, se marchó de su lado cuando éste se autoproclamó emperador. Y vino al sur. Y fue nacionalizado a pedido de San Martín. Y luchó por la libertad de América con más astucia y ferocidad que decenas de miles de americanos.
Tras su bautismo de fuego en estas latitudes -primero en la batalla de San Lorenzo y luego a las órdenes del almirante Guillermo Brown– fue el primer patriota en dar la vuelta al mundo, viaje durante el cual liberó esclavos, tomó California dejando esa fortaleza española en los huesos, fue artífice de la independencia de los países centroamericanos e hizo flamear la bandera azul y blanca creada por Belgrano durante toda la «loca» travesía… es por ello que casi todas las banderas de las naciones de América Central son blancas y azules.
Esta es la historia, bastante desconocida y demasiado poco estudiada para nuestro gusto, de Don Hipólito Bouchard, el corsario argentino, un «loco» por la libertad bien entendida y por la justicia para todos los pueblos del planeta.
Nuestra más solemne reverencia…
El 24 de noviembre de 1818, el corsario Hipólito Bouchard, al mando de 200 hombres, desembarcó en San Carlos de Monterrey, Alta California, y, tras vencer a una fuerza de caballería española formada por 300 soldados, arrasó con todas las posiciones realistas e izó la bandera azul, blanca y azul creada por Manuel Belgrano.
Algunos dicen que la insignia flameó allí una semana; otros, dieciséis días. Lo cierto es que esa plaza clave del Imperio español, cuatro años después de que Fernando VII restaurara el absolutismo en España -siendo reconocido por Napoléon-, quedó gravemente herida. Además, el temible y temido marino siguió camino al sur, donde se convirtió en un apoyo fundamental para la independencia de los países centroamericanos.
Sí, California fue argentina. Y lo fue en el marco de una aventura libertaria por los mares del mundo que vale la pena rescatar.
Hipólito Bouchard nació en Bormes-les-Mimosas, cerca de Saint-Tropez, Francia, el 15 de enero de 1780. Siendo muy pequeño se sumó a la marina de ese país. Y, precisamente en un barco francés, llegó a Buenos Aires en 1809, pocos meses antes del inicio de la Revolución de Mayo.
Abrazó con fuerza la causa libertaria, y la Asamblea Constituyente del Año XIII le otorgó la ciudadanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata, contó el investigador superior del Conicet, Carlos Della Védova, quien junto a Rosana Romano y Lorena Picone (CEQUINOR, Facultad de Ciencias Exactas UNLP-Conicet-CIC), Rodrigo Stephani y Luiz F. Cappa de Oliveira (Núcleo de espectroscopia y estructura molecular del departamento de Química de la Universidade Federal de Juiz de Fora, Brasil) estudió la bandera original de Manuel Belgrano llegando a la conclusión de que era azul y blanca. Pero ese fascinante descubrimiento, ya publicado por prestigiosas revistas científicas, será tema de otra nota.
Tras años de estudiar a fondo el contexto histórico del nacimiento del pabellón nacional, el científico platense dijo a 90lineas.com que “Don Hipólito Bouchard puede ser considerado uno de los héroes peregrinos, errantes, que eligieron su Meca con devoción, erigiendo la historia que deseaban vivir siguiendo ideales y utopías. Decidieron venir a una tierra llena de esperanzas y sueños de libertad, la de San Martín y Belgrano, abandonando la imperial Europa”, narró, para conjeturar que “la proclamación de Napoleón como emperador debe haber tenido un efecto devastador para toda una línea de idealistas, cuyo objetivo central era abolir de cuajo la monarquía”.
Para la bandera adoptada oficialmente por la Nación Centroamericana se eligieron los colores azul y blanco en homenaje a los próceres argentinos San Martín y Belgrano
De héroe en San Lorenzo a luchar en el Pacífico
Citando al historiador Ángel Justiniano Carranza, el investigador del Conicet transcribió: “En tales circunstancias (en referencia al acto heroico del sargento Cabral en la batalla de San Lorenzo), el teniente de marina Don Hipólito Bouchard, ávido por quitar la mancha afrentosa que empañaba sus galones desde el descalabro de San Nicolás (1811), en que le vimos abandonar el buque que montaba, logró arrancar, haciendo un esfuerzo supremo, la bandera al Porta español, que la perdió con su vida”.
En el informe oficial que San Martín elevó al gobierno sobre la batalla, publicado en el Nº 44 de la Gazeta (sic) Ministerial, se expresó laudatoriamente hacia el marino francés cuando realizó el balance humano y material del combate: “dos cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas, y una bandera que pongo en manos de VE, que la arrancó, con la vida al abanderado, el valiente oficial don Hipólito Bouchard”.
“San Martín no dudó en recomendar a Bouchard al almirante Guillermo Brown para fortalecer la guerra naval contra los realistas. Allí, el corsario continuó demostrando su arrojo libertario, ya con la ciudadanía de las Provincias Unidas del Río de La Plata. Cabe mencionar que en 1814 Guillermo Brown completó la toma de Montevideo, evento singular para la Guerra de la Independencia, imposibilitando la llegada de tropas españolas al Río de la Plata”, reseñó Della Védova.
Luego, el científico hizo mención al desempeño de Bouchard en la costa del Pacífico, una suerte de ‘botón de muestra” de lo que más tarde haría en Asia, California y Centroamérica.
En su vuelta al mundo, Bouchard liberó esclavos, combatió contra piratas y fue clave en el proceso independentista de los países centroamericanos
“En orden cronológico, en 1815, al mando de la corbeta Halcón y bajo las órdenes del almirante Brown, Hipólito Bouchard, con Tomás Espora como grumete, hostigó a los españoles en el océano Pacífico, más precisamente en El Callao (hoy en Venezuela) y Guayaquil (Ecuador). Subsecuentemente y en las Islas Galápagos tomó a su mando la fragata Consecuencia, capturada en enero de 1816 en El Callao, retornando a Buenos Aires a través del Cabo de Hornos”, puntualizó.
“Con la fragata Consecuencia remodelada -ahora denominada La Argentina- y con el permiso de corso firmado por el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón, comenzó una travesía inigualable. La gesta de Hipólito Bouchard al mando de la fragata La Argentina es remarcable, y ha sido honrada también a través de la emisión de sellos postales conmemorativos y de obras de arte (ver fotos). El 9 de julio de 1817, cuando se celebraba el primer aniversario de la declaración de la Independencia, zarpó desde la Ensenada de Barragán; sería el primer barco patriota en dar la vuelta al mundo”, subrayó.
Símbolo de terror para los españoles
Ese viaje libertario “atesoró las ideas de justicia y libertad brotadas de la tierra de San Martín y Belgrano”, resaltó Della Védova.
Bartolomé Mitre sintetizó con precisión esta proeza: “Una campaña de dos años, dando la vuelta al mundo en medio de continuos trabajos y peligros; una navegación de diez o doce mil millas por los más remotos mares de la Tierra, en que se domina una sublevación, se sofoca un incendio a bordo, se impide el tráfico de esclavos en Madagascar, se derrota a los piratas malayos en el estrecho de Macassar, se bloquea a Filipinas anonadando su comercio y su marina de guerra, se domina parte de la Oceanía, imponiendo la ley a sus más grandes reyes por la diplomacia o por la fuerza, en que se toma por asalto a la capital de la Alta California, se derrama el espanto en las costas de Méjico, se hace otro tanto en Centro América, se establecen bloqueos sobre San Blas y Acapulco, se toma a viva fuerza el puerto de Realejo, tomándose en este intervalo más de 20 piezas de artillería, rescatando un buque de guerra de la Nación, y aprisionando o quemando como 25 buques enemigos, dando el último golpe mortal al comercio de la Metrópoli en sus posesiones coloniales, y paseando en triunfo por todo el Orbe la bandera que se le había confiado. Es, ciertamente, un crucero memorable y digno de ser historiado”.
Bouchard se disculpó por su acción en Madagascar, pues sabía que se alejaba de los objetivos iniciales, pero, según argumentó ante el gobierno de Buenos Aires, “no podía soportar con pasividad ser testigo de la toma de esclavos, que tres barcos ingleses y uno francés estaban intentando concretar”.
Con los esclavos liberados se dirigió hacia Malasia donde también entabló lucha contra 5 barcos piratas. Prosiguió hacia las Filipinas para entorpecer el tráfico comercial de navíos españoles. Posteriormente, en Hawai consiguió, por parte de su rey, Kamehameha I, el primer reconocimiento de la independencia de las Provincias Unidas del Río de La Plata.
En la tierra de El Zorro
En 1818, la expedición del teniente franco-argentino llegó a California, que estaba en posesión de España y siguió así hasta 1821, cuando pasó a integrar México.
Felipe Pigna narró que “la flota argentina arribó el 22 de noviembre de 1818. Al amanecer del 23, los dos buques nacionales -La Argentina y Chacabuco- bombardearon el fuerte de Monterrey. El combate se prolongó hasta la mañana del 24, cuando Bouchard y 200 hombres desembarcaron y derrotaron a 300 realistas. Las banderas de Belgrano flameaban en lo alto de todos los edificios”.
“Nada español quedó en pie, comenzando por la residencia del gobernador y continuando por todas las piezas de artillería que no pudieron ser embarcadas. Sólo se respetaron las propiedades de los americanos que, según el testimonio de los revolucionarios locales, apoyaban la causa de la libertad. La reconstrucción de la capital de California le llevaría seis meses a los españoles”, siguió el historiador.
El golpe fue tremendo para el Imperio.
Bouchard liberó a decenas de patriotas mexicanos y arrasó con todo lo que ‘oliera’ a España.
La campaña prosiguió con rumbo sur. Ya en 1819, su participación en el proceso independentista de los países de Centroamérica fue clave. Capturó y/o destruyó numerosas naves enemigas. “La imagen de la fragata La Argentina se transformó en un símbolo de terror para las fuerzas españolas y de lucha contra la tiranía para los patriotas americanos. (Así) la casi totalidad de esas naciones en construcción diseñaron sus banderas basándose en la azul y blanca creada por Belgrano, exhibida con orgullo en lo alto de las naves de Bouchard”, remató Pigna.
Pero nada terminó allí. “La odisea pasaría por Perú y, finalmente, otro 9 de julio pero de 1819, luego de dos años de acción, Hipólito Bouchard llegó al puerto de Valparaíso, en Chile, nada más y nada menos que para ponerse al mando del General San Martín, quien se preparaba para liberar Perú y Ecuador”, concluyó Carlos Della Védova.