Los Twist
Burlarse en plena dictadura de las “formas policiales”, abordar con humor el tema de los Falcon verdes y las patotas represivas, de las drogas en las puertas de las escuelas, o usar parte de la marcha peronista en una canción bailable hoy puede parecer totalmente normal e incluso inocente. Pero hacerlo en plena dictadura -valga la redundancia-, plasmarlo en un disco y tocarlo en decenas de recitales significó una disrupción a nivel musical, social y cultural con pocos precedentes en la Argentina.
Y eso fue lo que hicieron Los Twist, con la producción -por decisión propia- de Charly García a mediados de 1983. Si bien el álbum debut de la banda, titulado La dicha en movimiento, se editó el 17 de octubre de aquel año -al ritmo de “Los Twist, Gardel y Perón”, como dice la letra de 25 estrellas de oro-, el grupo venía tocando en vivo desde mucho antes. Es más, se había formado el 30 de abril de 1982, exactamente 28 días después del desembarco en las Islas Malvinas.
Los Twist fue el grupo que rompió con todos los tabúes del rock argentino. Es cierto que el primer paso en ese sentido, siempre el más difícil, ya lo había dado Virus cuando publicó su disco debut, Wadu Wadu, en 1981, como también lo es que Los Abuelos de la Nada habían ayudado y mucho a relajar al solemne rock nativo desde la edición de su primer LP en 1982. Pero la banda de Pipo Cipolatti y Daniel Melingo fue por otro lado: una crítica ácida a la dictadura, a las razzias que ellos mismos sufrían una noche sí y otra también y a los discursos pseudomoralistas sobre el sexo y las drogas.
“Oficial, llame al móvil… Documentos por favor… A ver, todos contra la pared, rapidito contra la pared… Fernández ¡apuresé!…”
25 estrellas de oro
Cleopatra, la reina del twist
Dos astillas del mismo palo
La segunda versión de Los Abuelos de la Nada (la primera data de finales de la década de los ’60) y Los Twist salieron del mismo grupo, una numerosa y delirante banda llamada Ring Club que había pergeñado Daniel Melingo.
Tras su regreso de Brasil, donde había tocado con Milton Nascimento, Melingo -futuro saxofonista de Los Abuelos- juntó a Fabiana Cantilo (luego voz de Los Twist), Cachorro López (bajista de Los Abuelos), Miguel Zavaleta (líder de Suéter), Andrés Calamaro (tecladista de Los Abuelos), Miguel Abuelo (voz líder de Los Abuelos), Polo Corbella (baterista de Los Twist y Los Abuelos) y muchos más. No todos iban siempre a los ensayos y a las performances, pero había un grupete que no faltaba nunca. Y se dice que más de una vez apareció hasta Charly García.
“El Ring Club fue la previa de lo que serían Los Twist y Los Abuelos de la Nada. Armábamos espectáculos como Juicio oral al Doctor Moreau, que era un tipo que no existía. Miguel Abuelo era el juez; Miguel Zavaleta, el abogado defensor, o al revés. Hacíamos temas con Juan del Barrio y Los Hermanos Clavel. Una serie de personajes maravillosos. Después, creo que apareció Charly. Nos divertíamos como locos y, por supuesto, no ganábamos un mango. Y eso tiene muchísimo que ver, porque así no había problemas. Fue una de las épocas más creativas de muchos de nosotros”, contó Fabiana Cantilo sobre el Ring Club (“Los Twist: las historias detrás de ‘La dicha en movimiento’ contadas por sus protagonistas”, Rolling Stone, 16/10/2020).
“Era un sábado a la noche, tenía plata y hacía calor, me dije viejo aprovechá sos joven y me fui al cine a ver una de terror. Salí a la calle, paré un taxi y me fui… ¡Por ahí!…”
El encuentro entre Melingo y Pipo Cipolatti
“Un domingo me crucé con Melingo en Defensa y Humberto Primo, en la plaza, y me dijo: ‘¿Por qué no juntamos tus temas y los míos y hacemos un grupo que se llame Los Twist? Ya estoy ensayando con el Gonzo (por el saxofonista Gonzalo Palacios) y con Fabi’. Y le respondí: ‘Sí’. Fue el 30 de abril de 1982. Lo recuerdo bien porque era el cumpleaños de Martín Karadagián”, contó Pipo Cipolatti (Rolling Stone, 16/10/2020).
Los Twist arrancaron con Pipo Cipolatti en voz y guitarra, Fabiana Cantilo (voz), Daniel Melingo (vientos, guitarra rítmica y voz), Gonzalo Palacios (saxo y coros), Eduardo Cano (bajo) y Polo Corbella (batería).
Fabiana Cantilo, en aquel entonces una piba de 23 años que venía de conformar Las Bay Biscuits, uno de los primeros grupos 100% femeninos del rock nacional, comentó que con Los Twist tocaban en “unos lugares rarísimos, como el Parque Genovés (parque de diversiones que supo competir con el emblemático Italpark)”. Pero donde el grupo se hizo popular entre el público rockero underground fue en el Café Einstein de Pueyrredón y Córdoba, propiedad de los empresarios Omar Chabán (el de Cromañón), Sergio Aisenstein y Helmut Zieger. El local abrió a inicios de los ’80 y cerró en 1984, pero allí llegaron a tocar en sus comienzos Los Twist y Sumo, las mismas noches. También Soda Stereo, un poco después.
“Bajé en Sarmiento y Esmeralda, compré un paquete de pastillas Renomé, en eso siento que un señor me llama, al darme vuelta me di cuenta que eran seis, muy bien peinados, muy bien vestidos y con un ford… ¡Verde!…”
El primero te lo regalan, el segundo te lo venden
Salsa!
De una gran batahola, un gran disco
Una noche fue Charly García al Einstein y todos estaban un poco excitados. En realidad, Charly iba a ver a Los Twist. Pero entre el recital de Sumo y el del grupo de Cipolatti y Melingo se subió a hacer su show el clown Geniol (co-autor de La rubia tarada con Luca Prodan), quien terminó a las piñas con algunos de Los Twist. Y se armó una enorme batahola.
“Le rompieron el brazo a un policía. Alguien le clavó a Luca en la cabeza el pico de una botella. Yo, cada dos por tres, me agarraba de la baranda de la escalera y le pegaba una patada voladora a uno que caía rodando. Donde hay excesos de consumos, todo termina mal. En el Einstein había personajes pesados”, rememoró Geniol en la nota de Rolling Stone.
Gonzalo Palacios relató que después de la pelea siguieron tocando, y que al terminar el show se fueron a escuchar la grabación. “Se oían los gritos, los golpes, todo… Y Charly nos dice: ‘Chicos, hay que hacer un disco’. Le dijimos: ‘Sí Charly, mañana te olvidaste’. Pero lo cierto es que unos días después me llamaron a casa para decirme que entrábamos a estudios”.
“Pensé que se trataba de cieguitos, anteojos negros usaban los seis, al llegar me dijeron ‘Buenas noches, ¿Dónde trabaja?, ¿Dónde vive?, ¿Usted quién es?… Acto seguido, me invitaron a subir…
¡Al ford!…”
Tiempo récord, ventas récord
El material se lo hicieron escuchar al empresario de espectáculos Daniel Grinbank, quien les dijo a Los Twist y a Charly García que no le gustaba. “¿No te gusta? A mí sí. Lo produzco yo”, le respondió Charly.
“En tres días hicimos todo -contó García-. Les pedí que tocaran todo el repertorio de corrido, un tema atrás del otro. Una vez que terminaron, les dije ‘vayansé’. Ahí lo mezclé, llamé a los que hacían falta y yo puse un tecladito y alguna viola. Fabi cantó divina. Les censuré un par de cosas: en el último tema metían algo de chilenos, judíos. Eran medio heavies, por eso lo saqué” (“Corazones en llamas”, Lejbowicz y Ramos – Rock.com).
El disco se grabó en 29 horas y media, tiempo récord. Y contó con la colaboración de Andrés Calamaro, entonces tecladista de Los Abuelos, grupo que compartía con el batero Polo Corbella. Salió a la venta el 17 de octubre de 1983, antes de las elecciones que pondrían fin a la dictadura cívico-militar. Aunque, como se dijo, Los Twist venían tocando las canciones en vivo desde hacía tiempo.
Rescatando el espíritu del rock and roll, el rockabilly y el twist, es decir, música para bailar con letras sencillas y pegadizas y canciones cortas (3 minutos promedio o menos), La dicha en movimiento vendió 120.000 copias solamente en los primeros tres meses.
“Llegamos a un edificio, y comportándose con toda corrección, me sometieron a un breve interrogatorio que duró casi cuatro horas y fracción. Se hizo muy tarde, dijeron, no hay colectivos, quedesé, ¡Por favor!…”
14 temas, 14 éxitos
El disco rompió con todo lo establecido y terminó de dar el puntapié inicial al nuevo rock argentino, que se convirtió en la música por excelencia de la juventud de los años ’80. Como dijimos, Virus lanzó la primera piedra en 1981 y Los Abuelos -los primos hermanos de Los Twist- ya habían lanzado su álbum debut en el ’82, pero la banda de Melingo y Cipolatti trituró todos los tabúes que aún sobrevolaban no sólo a la música sino a la sociedad argentina.
En ese sentido, Pensé que se trataba de cieguitos fue el tema icónico, pero El primero te lo regalan… no le perdió pisada: “No debes ir jamás a recitales, tampoco a la entrada de las escuelas, porque están acechando los chacales, y lo peor de todo es que… El primero te lo regalan, el segundo te lo venden…”
Hablar con humor de la policía, la dictadura, las drogas y otros temas tabú cuando los militares no habían terminado de irse era una locura. Una locura hermosa que la gente, y así quedó demostrado por el tremendo éxito del grupo y de su primer disco en particular, estaba esperando con los brazos abiertos.
“Las letras de Los Twist eran bastante directas. Tenían un humor muy catártico: vamos a reírnos de esta situación que sufrimos todo el puto rato, y enseguida se convertían en himnos. ‘Pensé que se trataba de cieguitos’ era lo que vivíamos todos los días de nuestra vida”, le dijo el Gonza Palacios a Rolling Stone.
“A los tres días de vivir con ellos, de muy buen modo me dijeron ¡vayasé!, me devolvieron mis cordones y mi cinto, los tenían ellos, no les pregunté porqué. Cuando salía, me prometieron, lo aseguraron, lo repitieron: ¡Nos volveremos a ver!…”
Pensé que se trataba de cieguitos
“Raviol. La dicha en movimiento”
¿Por qué La dicha en movimiento? “Un día estábamos con Dani y Pipo, que tenía un manual de toxicología de la Policía Federal. Entonces buscamos cómo definían a la cocaína. Decía textualmente: ‘Raviol. La dicha en movimiento’. Y no lo dudamos. Ese era el nombre del disco”, rememoró Fabiana Cantilo.
Todo en Los Twist y en particular en su disco debut marcó un antes y un después. Por ejemplo, la gráfica de la tapa, que en un principio sería otra, fue utilizada en una muestra artística como “ícono gráfico” de los primeros años ’80.
“La tapa original era una foto de una fiesta tipo asalto (malón, farándula). Había un sofá, músicos con bonetes, serpentinas, copas de martini y algunas chicas. La fotografía la había hecho Mariano Galperín, amigo de la infancia de Fabián Couto, que en ese momento era nuestro manager. Pero una de las chicas falleció a los pocos días y decidimos no usar la foto”, narró Cipolatti.
Así las cosas, se dibujaron serpentinas rojas sobre un fondo amarillo intenso, que Pipo tomó de una promoción de Coca Cola que vio en un supermercado, en tanto que las letras fueron una imitación del Letraset. En 2003, como se contó, en una muestra sobre la cultura en los ‘80 que organizó la Fundación Proa se utilizó esa portada como emblema gráfico de la época.
«Rock divertido»
“La propuesta es la alegría. Nosotros somos dicha en movimiento. Las letras tienen mucho humor y también algo de sátira. Eso sí, dicen cosas que no se escuchan a menudo. No sabemos si por tabú o porqué. Principalmente, la idea es divertirse. Queremos que la gente vuelva a reírse”, explicaron los integrantes del grupo en una entrevista realizada en aquellos primeros tiempos.
A la movida que incluía distintos estilos, pero siempre dentro de una propuesta que rompía con la solemnidad del rock de los ’70, alguien la bautizó “rock divertido”. Allí entraban Virus, Los Abuelos de la Nada y Los Twist, y muchos grupos que vendrían después, como Soda Stereo, Viuda e Hijas de Roque Enroll, Suéter, Los Fabulosos Cadillacs, Los Pericos y un largo etcétera. Alguien llegó a graficar los ’80 diciendo que “se armaban y desarmaban entre 5 y 10 grupos por día”.
La expresión “rock divertido” no es muy feliz, pues de alguna manera implica que había un “rock aburrido”. Es real que no pocos se acercaron al rock nacional recién en los ’80, a partir de esta movida descontracturada que pasó a dominar muchas discotecas y sobre todo las fiestas de cualquier tipo. Fueron los mismos que con el tiempo, cuando el rock argentino comenzó a tomar otro rumbo al ritmo de la gran crisis (2000 en adelante) y el baile siguió al compás de la cumbia y el cuarteto, archivaron su fugaz veta rockera.
Fue otra forma de hacer rock. Muy sana para una sociedad que venía de sufrir una horrenda enfermedad durante siete años. Y fue muy sano para la industria discográfica vernácula, y sobre todo para los músicos, que por primera vez en la historia las puertas de las compañías estuvieran abiertas de par en par. Fueron años de dicha…en movimiento.