Son los que laburaron toda la vida para que hoy, un gobierno para los ricos, les niegue pasar dignamente sus últimos años. Y además, ¡se jacte de eso!
Pero ellos, con todas sus dolencias a cuestas, dolencias lógicas de la edad, en medio de un invierno durísimo, salen a la calle a pedir un poco de dignidad. Y sobre esos cuerpos dolidos, caen bastonazos.
¿Los que pegan no tienen padres mayores o abuelos? Seguramente sí. Pero dicen que les dan un bono extra.
Puta madre… ¡Que bajo hemos caído!
Creo que nos convertimos en una «sociedad canalla». Pero no lo queremos asumir, porque ¿a quién le gusta reconocer que perdió hasta la empatía con los viejos?