Miradas buenas, solidarias y firmes a la vez. De hablar pausado, respetuoso y siempre de trato muy cordial y amable. Bellas por fuera y por dentro. Así son las laicas consagradas de “Total Dedicación”, la Comunidad a la cual pertenecen desde muy jóvenes y a la que han dedicado prácticamente toda su vida, con el loable propósito de ayudar al prójimo, sin escatimar esfuerzos ni claudicar jamás, aún en los tiempos más difíciles.
Si hay alguien a quien la comunidad educativa de la UCALP –en su totalidad- tiene que agradecer en el año de su 60º aniversario, pues sin lugar a dudas es a ellas, quienes un 7 de marzo de 1964 fueron protagonistas principales de la fundación de la Ucoyca (Universidad Comunitaria y Católica), por estos días nuestra querida UCALP.
Ellas no permitirían que estas líneas avancen sin mencionar antes a dos personas fundamentales en sus vidas: al mentor de la Comunidad “Total Dedicación” allá por el año 1949, su guía, a quien todo lo daba por amor, las cuidaba y las conducía por el camino correcto para que muchos proyectos educativos prosperen, Monseñor Juan Ignacio Pearson (1907-1975); y a la co-fundadora de la Comunidad y quien la presidió luego del fallecimiento de Pearson hasta que su salud se lo permitió, la adorable Loreley Grünwaldt (1915-2016).
Hilda Errecarte, cariñosamente Lala (98 años); María de las Mercedes Puricelli, cariñosamente Beba (89); María del Rosario Vallina Benites (78); Ana Teresa Tauteris (81), y Susana Vedoya (80), representan hoy la historia viva no sólo de nuestra UCALP, sino además del Instituto de profesorado J.N. Terrero (perteneciente al Arzobispado de La Plata), fundado por esa Comunidad unos años antes, en 1959, y en donde muchas de ellas realizaron sus estudios.
Tanto el Terrero como la Ucoyca, fueron encomendados por el entonces Arzobispo de La Plata, Monseñor Antonio J. Plaza a Monseñor Juan Ignacio Pearson y a su comunidad “Total Dedicación”
Las Laicas Consagradas recibieron al equipo de prensa de la UCALP en su casa de calle 46 entre 11 y 12, lindera al colegio Inmaculada donde inicialmente funcionaron el Terrero y nuestra universidad. Durante una amena charla en la que no faltaron el té y unas ricas medialunas, repasaron durante la entrevista de una hora y media, el legado que han dejado a largo de sus extensas y ricas trayectorias, no faltaron las anécdotas, los momentos de emoción, de risas y de algunas lágrimas que dejaron escapar.
Lala toma la posta y relata con lucidez y sabiduría como se hacían las cosas en aquellas épocas, al tiempo que sus amigas asienten: “Cuando apenas se creó la Ucoyca, para la convocatoria de los estudiantes recorrimos casa por casa, tocando los timbres y explicando la misión, con mucha dedicación y paciencia, a quienes nos recibían . En dos meses se organizó la universidad y conseguimos los alumnos. Incluso, fuimos hasta Bernal colegio por colegio para dar a conocer la nueva universidad. Todo era a fuerzo de pulmón, se ha hecho mucho sacrificio…»
Habiendo realizado muchas de ellas sus estudios en el Terrero, algunas ocuparon luego cargos de pre decanas cuando se fundó lo que hoy es la UCALP. Concretamente, la Ucoyca nació con tres facultades, Arquitectura, Derecho, Ciencias Económicas y un instituto de Sociología.
“El hecho de que ocupáramos cargos directivos, no nos liberaba de otras tareas básicas para mantener en orden el edificio, entonces cuando casi todos se iban, nosotras nos quedábamos realizando tareas de limpieza”, cuentan para graficar el esfuerzo que realizaban allá por mediados de los ´60.
Y agregan: “En el mismo nombre, Ucoyca, aparece la palabra comunitaria, porque hacía poquito que había terminado el Concilio del Vaticano. Monseñor dijo que la universidad iba a estar abierta a todos. El primer discurso que da Pearson hace mucho hincapié en la palabra comunitaria, era un adelantado en la época”.
“Estaban la universidad y el Terrero, los dos funcionaron acá (la sede de calle 11). No parábamos de trabajar desde la mañana, se iban los alumnos y teníamos que limpiar las aulas, las paredes. Recuerdo que la misa era a las 22:30 y nosotras nos caíamos sentadas del cansancio”, coinciden en sus testimonios.
SIEMPRE JUNTAS
Las laicas consagradas quedaron muy marcadas por su salida del país unos años antes de la fundación de nuestra universidad, las acompañaron Monseñor Pearson y Loreley. Y de esa experiencia resaltan que la vida siempre las encontró juntas y a la par.
Corría el año 1956 cuando llegaron a Estados Unidos. “La idea era estudiar en Washington, pero teníamos que separarnos porque algunas no conseguíamos trabajo. En ese momento éramos 36 y no podíamos ir a la misma facultad, y como para nosotras lo principal era estar unidas, desistimos de estudiar”.
Desde Estados Unidos la Comunidad “Total Dedicación” se trasladó a Puerto Rico donde las laicas consagradas estuvieron hasta 1957, y en 1958 regresaron a la Argentina.
En ese país de América Insular, trabajaron en una casa de altos estudios y así lo recuerdan: “Fue el rector o vice-rector de una universidad que se había abierto en Puerto Rico, quien nos ofreció trabajo, vimos que se nos abrían las puertas de un lugar de estudio importante porque pertenecía a Estados Unidos. Era una universidad católica”.
“De esa manera íbamos a estar entre América Latina y Estados Unidos. Nosotros, con los dos idiomas, podíamos trabajar maravillosamente bien. Ahí empezamos a tomar como más contacto con todo lo que es la educación superior y a conocer lo que era realmente una organización universitaria”.
Con respecto al tiempo transcurrido en el exterior, diría luego Monseñor Pearson: “…de allí lo que se ha traído además de una provechosa experiencia y de una evidente consolidación de la obra, ha sido el nombre definitivo de ´Total Dedicación´ que aquí se dan así mismas. En EE.UU, donde estuvieron conmigo casi tres años, eran llamadas a veces ´lay sisters´o ´catholic action´, pero el nombre que les cuadraba a la perfección era el de ´Total Dedicación´ (TD)”
En 1958 de vuelta en la Argentina se instalan en la localidad de Ranelagh dirigiendo el colegio “Nuestra Señora”, y es en 1959 cuando el Arzobispo de La Plata, Monseñor Plaza, de quien Pearson dependía, quiso que la institución tomara a su cargo un gran colegio, el Inmaculada de 11 y 46. A partir de ese momento, las TD no sólo se abocaron a la tarea de atender a ese establecimiento, sino que además organizaron el Instituto Terrero donde muchas realizaron sus estudios y luego la Ucoyca.
LA SOCIEDAD ACTUAL
A las fundadoras de nuestra UCALP no les gusta mucho comparar los tiempos de antaño con el actual, se nota que la pregunta las incomoda un poquito. Sin embargo, siempre con el respeto y esa serenidad que las caracteriza, con su palabra pausada y justa, reflexionaron:
“Consideramos muy acertada la idea de Monseñor, quien siempre decía que había que mantener lo antiguo, pero estar muy atentos y seguir la modernidad, lo nuevo, lo que se va presentando”, y agregaron, “hay que conservar las cosas que ya son permanentes, sólidas y humanas y que nos hacen avanzar en el terreno de la humanidad. No por ser viejo y antiguo no hay practicarlo más. Hoy se tiene miedo a lo definitivo…”
MERECIDO RECONOCIMIENTO
La charla fue muy amena y llegó el momento que se hizo distendida. La merienda ya estaba llegando a su fin y a las anfitrionas se les dibuja una sonrisa y les brillan los ojitos, cuando se les agradece con el corazón el inmenso trabajo que han realizado para que nuestra UCALP celebre en este 2024 sus 60 años de existencias, brindando un servicio educativo de calidad y excelencia.
“Hubo un año que nos separaron, fue hace mucho, no sabemos bien porqué, pero no quisieron que nuestra comunidad siga vinculada a la UCALP. De todas formas nosotras nos sentimos siempre cerca, porque amamos nuestra obra con todo el corazón y fue la obra que soñaron nuestros guías, Loreley y Monseñor Pearson”.
Y allí están, en el lugar que aman, al que pertenecen, en nuestra ciudad, inseparables, no pierden su mirada buena, la que necesitamos tanto…Siempre dispuestas a ayudar para lo que sea necesario en la tarea titánica de educar. Con algo más de edad que en esos brillantes años ´50, ´60, ´70, pero admirablemente con la misma lucidez y una fuerza titánica que Dios les dio.
LA NOTA Y LAS FOTOS SON GENTILEZA DE PRENSA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE LA PLATA (UCALP)