“El golpe de estado del general José Félix Uriburu, perpetrado el 6 de septiembre de 1930, inauguró un período de trece años en el que ocuparon la presidencia, gracias al fraude electoral, el general Agustín P. Justo, el radical alvearista Roberto Marcelino Ortiz y el conservador Castillo. Esta etapa de nuestra historia, conocida popularmente como ‘la década infame’, se caracterizó por la ausencia de la participación popular, la persecución a la oposición, la tortura a los detenidos políticos, la creciente dependencia de nuestro país y la proliferación de los negociados”. (1)
Si bien toda la década infame fue profundamente oscura, denigrante y corrupta, quizás el hecho emblemático de esos trece años fue el Tratado Roca-Runciman, donde el vicepresidente argentino e hijo del “colonizador del desierto” firmó un pacto que puso a la nación de rodillas ante el imperio británico, con el único fin de garantizar que los ricos (los terratenientes) puedan seguir haciendo dinero. Y es que las secuelas del crack de 1929 provocaron que los países del norte cerraran sus economías con políticas fuertemente proteccionistas, de modo que el famoso “granero del mundo”, que se forjó desde 1810 pero que alcanzó su mayor esplendor cien años más tarde, mostró su profunda debilidad.
Ya se lo había advertido a la clase dominante argentina el liberal industrialista Carlos Pellegrini, cuando el 14 de septiembre de 1875, en la Cámara de Diputados de la Nación, anticipó que “una nación, en el concepto moderno, no puede apoyarse exclusivamente en la ganadería y en la agricultura”, pues la suerte de sus productos dependen de dos cuestiones que ningún gobierno maneja, como el devenir de la economía mundial y “en gran parte de la acción caprichosa de la naturaleza”. Y añadió: “No existe hoy, ni puede haber una gran nación, si no es una nación industrial”. Buscaba que los latifundistas dedicaran parte de sus pornográficas ganancias a industrializar el país, tal como lo empezaba a hacer, en el norte, Estados Unidos. Demás está decir que no lo escucharon.
¿Entonces? Entonces el gobierno de la oligarquía, que se mantuvo en la Casa Rosada, el Congreso y el Palacio Judicial desde 1930 hasta 1943 mediante el fraude y la represión, firmó con Gran Bretaña un tratado en el que Argentina se comprometió a venderle carne al Reino Unido a un precio menor al de los propios proveedores de la Commonwealth (mancomunidad de naciones que tienen lazos históricos con el Imperio británico, como Canadá, Australia, India, Nueva Zelanda y medio centenar de pequeños países); importar toda clase de productos con exención arancelaria (lo que arruinó a la pequeña industria nacional); estableció la creación del Banco Central -con capitales y funcionarios ingleses- como punta de lanza de los negociados británicos, y le otorgó al Reino Unido el monopolio absoluto de los medios de transporte de la Argentina.
El 4 de junio de 1943, unas fuerzas armadas entonces nacionalistas dieron un golpe de estado, el único de la historia contra un gobierno elitista y apátrida. La conocida como Revolución del ‘43 tuvo en el GOU, “una logia fundada el 10 de marzo de 1943 en los salones del Hotel Conte, que estaba frente a la Plaza de Mayo” (2), a su buque insignia, comandado por los tenientes coroneles Miguel A. Montes, Urbano de la Vega, Enrique P. González, y los coroneles Juan D. Perón y Domingo Mercante (desde 1946, presidente y gobernador bonaerense, respectivamente).
Recordó Perón: “Una vez tomado el poder, nos sentamos alrededor de una mesa a discutir quién sería el encargado de ocupar la primera magistratura.
Debía ser un general y de esto no había duda. Fue elegido por su buena voluntad y sus buenas intenciones el general Pedro Pablo Ramírez. La sorpresa más significativa nos la dio Rawson, que se sentó en el sillón presidencial y armó un gabinete a piacere, sin consultar a nadie. Claro, pasó que se consideró el jefe supremo de la revolución, y flojo de entendederas así como era, negoció con la oligarquía el nuevo elenco gubernamental. El resultado sería que volvían al gobierno los que acabábamos de echar a patadas. Recuerdo que fuimos hasta la Casa de Gobierno y entramos intempestivamente al despacho principal. Él estaba allí, sentado muy ridículo detrás del escritorio en el sillón de Rivadavia. Me acerqué y extendiéndole su renuncia le dije: ‘puede ir saliendo, terminó su mandato’. Rawson levantó la vista y me dijo: ‘¡Cómo, tan pronto!’ Tomó sus cosas y se retiró”. (2)

En 1989, seis años después del retorno de la democracia tras la sangrienta dictadura cívico-militar y con la promesa de hacer un gobierno nacionalista, de fomentar la producción local y mejorar sustancialmente el nivel de ingresos de la población, llegó a la Casa Rosada el riojano Carlos Saúl Menem. Argentina conoció, a partir de ese momento, la mayor estafa electoral de toda su historia y un proceso de desintegración social y destrucción industrial cuyos efectos profundos llegan hasta hoy en día, sobre todo a nivel educativo-cultural.
Menem fue el Caballo de Troya del liberalismo. Como los golpes militares ya no tenían cabida alguna en la sociedad, el poder económico real de la Argentina -que financió y fue el principal benefactor de la dictadura de 1976 a 1983- decidió “colonizar al PJ”. Para ello, apoyó fuertemente a Menem para que le ganase la interna justicialista a Antonio Cafiero.
Una vez que asumió la presidencia, Menem presentó un plan 100% liberal, con la privatización a precios de remate de las empresas del Estado como principal bandera. ¿Cómo reaccionó la sociedad? Si bien hubo focos de resistencia, la gente estaba literalmente “anestesiada” por la hiperinflación de 1989 (3.079%) y 1990 (2.314%) que se desató en el final del gobierno de Alfonsín y prosiguió durante la mayor parte del año siguiente. Así las cosas, la población estaba dispuesta a aceptar cualquier cosa con tal de que se frenara esa sangría, lo cual ocurrió con la llegada a Economía del ultraliberal Domingo Felipe Cavallo, ex funcionario de la dictadura. Se impuso por ley que un peso valía un dólar, mentira que se financió con el dinero de las privatizaciones, primero, y con un formidable endeudamiento externo después. Eso estabilizó los precios, pero a un costo que 10 años más tarde haría volar al país por los aires, con un estallido social histórico: 39 muertos por la represión, más de 60% de pobreza y más de 22% de desocupación.
tercera década infame

Mentime que me gusta y te voto
Un dato muy interesante. En 1995, Menem se presentó a la reelección. Ya había “rematado” las principales empresas nacionales que se construyeron a lo largo de décadas con muchísimo esfuerzo y trabajo; ya había decretado el indulto para los represores de la dictadura y los cabecillas de las organizaciones guerrilleras, y la desocupación alcanzaba el ¡16,6 por ciento!; no obstante, merced al mentiroso dólar barato y por ende a la inflación planchada, vastos sectores de clase media históricamente antiperonistas lo votaron. Ganó con el 49,94% de los votos. Entonces, los opositores (peronistas escindidos del PJ, pues la UCR ya había iniciado un camino descendente del que nunca se recuperó) hablaron del “voto cuota”. Viajes al exterior, autos 0Km, los últimos electrodomésticos (importados, pues la industria nacional no podía competir contra la política de importaciones indiscriminadas, igual que después del Trato Roca-Runciman de 1933 e igual que hoy), y, en general, un estilo de vida frívolo y placentero con pies de barro que, como dijimos, explotó en diciembre de 2001. Las esquirlas llegan hasta la actualidad.
Ese período 1989-2001 bien podría considerarse una segunda década infame.
tercera década infame

Hoy, Argentina también vive una realidad ficticia. La producción nacional está al borde de la quiebra por la importación indiscriminada; la inflación está bastante baja a costa de:
* provincias en crisis
* pauperización del sistema científico-tecnológico
* desfinanciamiento de la educación
* desfinanciamiento de la salud pública
* desfinanciamiento de los programas para las personas con discapacidad
* desfinanciamiento del Pami y la Anses
* haber eliminado la que iba a ser la mayor inversión histórica nacional (la planta de GNL), que en poco tiempo generaría el ingreso de dólares genuinos por exportación
* haber llevado a cero la obra pública
* haber eliminado los planes de vivienda
* aplicar un cepo al poder adquisitivo de jubilados, pensionados y trabajadores, al punto de que hay empleados registrados que piden adelanto de sueldo el 5 del mes
* haber limitado a niveles inhumanos la asistencia a los comedores populares, y un largo etcétera.
Todo ello está sostenido con deuda en moneda extranjera tomada muy por encima de las posibilidades de pago del país y con represión a quienes protestan.
Estamos, objetivamente, atravesando una tercera década infame. Las preguntas del millón son: 1) ¿Cuándo empezó? y 2) ¿Cuándo terminará?
Artículos relacionados y/o citados:
(1) Los negociados de la década infame – El Historiador
(2) 4 de junio de 1943 – La Revolución de los Coroneles – El Historiador
* Carlos Pellegrini, el hombre que marcó el camino hace 150 años
* Argentina y un regreso sin escalas a 1910
* 40 Años de Democracia (informe especial)
* Antonio Cafiero: el gran demócrata
* Al rescate de Mercante, el mejor gobernador bonaerense de la historia