De la Redacción de 90 Líneas.-
Un 15 de enero, pero hace 78 años, la provincia cuyana de San Juan sufría el terremoto con más víctimas de la historia argentina. Diez mil muertos, un número de heridos imposible de establecer y “destrucción casi total”.
Es decir que hace exactamente 78 años se concebía el peronismo. Pues fue a raíz de ese tremendo desastre natural que, apenas dos días tarde, el entonces secretario de Trabajo y Previsión de la Nación, Juan Domingo Perón, y la actriz Eva María Duarte se conocieron en el edificio de la dependencia gubernamental, ubicada en la calle Perú Nº 160.
Perón, escoltado por el coronel Domingo Alfredo Mercante (desde 1946 gobernador de la provincia de Buenos Aires) y el periodista Raúl Alejandro Apold (subsecretario de Prensa y Difusión durante las dos primeras gestiones peronistas), había convocado a hombres y mujeres del mundo del espectáculo, del empresariado y del gremialismo para pedirles un apoyo incondicional en la cruzada que iniciaría para reconstruir la provincia sanjuanina.
Terremoto en San Juan
Eva Duarte, quien había debutado como actriz teatral a los 16 años en la obra La Señora de Pérez, puesta en escena por la compañía de José Franco y sus hijas Eva y Herminda el 28 de marzo de 1935 en el Teatro de la Comedia, el año siguiente al del terremoto sanjuanino rodaría su primer protagónico en cine, La pródiga, que también sería el último a raíz del giro radical que luego dio a su vida.
Quien con el tiempo sería Evita, la mayor lideresa popular de la historia latinoamericana, contaba con apenas 25 años. Y compartió la primera fila en aquella reunión junto a Mirta Legrand, Olivia Bozán, Enrique Muiño y Nini Marshall, entre otros.
Terremoto en San Juan
El encuentro fue el puntapié inicial para organizar el Festival de la Solidaridad que el 22 de enero se llevó a cabo en el Luna Park, con el fin de recaudar fondos para ayudar a los sanjuaninos.
EL CAMBIO RADICAL DE EVA
Eva terminó de rodar la película La Pródiga justamente en octubre de 1945. Y el 22 de ese mes y año, se casó con Perón, por lo que el General pidió que se sacara de circulación la cinta; ser actriz no estaba bien visto entonces y menos para una Primera Dama. El filme se conoció recién en 1984.
La gigantesca empresa de reconstruir la provincia cuyana tuvo, en su detrás de escena, una historia de amor incondicional. La historia de amor entre Eva y Juan. La historia de admiración recíproca entre Eva y Juan.
Amor que se transmitió a un pueblo hasta entonces sojuzgado por la patria terrateniente, que desde mediados de la infame década del 30 se venía convirtiendo en la mano de obra barata de un anárquico e incipiente proceso industrial, basado en la sustitución de importaciones a causa de la coyuntura mundial.
Exactamente 21 meses después de aquella reunión del 17 de enero de 1944 en la secretaría de Trabajo y Previsión, una multitud de trabajadores aterrados por “un país sin Perón”, que sus empleadores les anticiparon sin rodeos durante los días en que el líder popular estuvo preso, rebalsó la Plaza de Mayo y sus alrededores y cambió para siempre la historia política argentina.
Hasta hoy, los hijos, nietos y bisnietos de quienes en aquel momento se rasgaron las vestiduras ante tanto pobrerío empoderado y jamás claudicaron en su objetivo de volver a echarlo al infierno, siguen en sus trece. Aunque han ganado terreno. 78 años machacando mentes, han logrado que clases medias y aún medias-bajas surgidas merced al peronismo tomen como propios sus valores y objetivos, pese a que no los incluyen («La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica porque destruye cerebros – Noam Chomsky).
El peronismo sigue vivo y coleando. Con una fuerte base social pero que ya no «lo compra” sin miramientos (abstención histórica de votantes de barrios populares en las últimas primarias y generales lo demuestran); con demasiados dirigentes que al llegar al cargo se olvidaron de su origen (como advertía Evita en Mi Mensaje); con mucha moderación para llevar adelante reformas profundas que están pendientes desde que las bombas del 55 sobre Playa de Mayo y los 400 muertos resultantes le declararon definitivamente la guerra a un país en el que todos hubiesen podido vivir dignamente.
“YO ESTOY EQUIVOCADO”
El padre Carlos Mugica nació en una familia aristocrática y rabiosamente antiperonista, donde el día que se produjo el golpe de Estado del 55 se brindó con champagne en plena Recoleta por el derrocamiento del “tirano” y la asunción de Lonardi-Aramburu-Rojas en nombre de la democracia (como hoy la derecha viola todas las leyes, incluida la Constitución, en nombre de la República).
Ese 16 de septiembre de 1955 de aviones, bombas y centenares de muertos en pleno centro porteño, Mugica regresó al conventillo de La Boca donde misionaba. Al llegar se encontró con una pintada que rezaba: “Sin Perón no hay Patria ni Dios, abajo los cuervos”. Fue el recibimiento de sus compañeras y compañeros del conventillo.
Hubo un antes y un después en la historia de Carlos Mugica: “O yo estoy equivocado o las compañeras y compañeros del conventillo están equivocados”, pensó, antes de convertirse en uno de los más emblemáticos sacerdotes villeros y peronistas de nuestra historia. A muchos más de quienes se cree les ocurrió algo igual o similar a lo largo y a lo ancho de todo el país.
La magia había nacido en una reunión en Trabajo y Previsión, el 17 de enero de 1944, cuarenta y ocho horas después de la destrucción de San Juan, el “padre del peronismo”.