Este artículo fue publicado originalmente el 14 de diciembre de 2022. Hoy, lamentablemente, redobla su valor, tras la decisión de la Corte Suprema de suspender las elecciones en Tucumán y San Juan.
Por Paolo Zaniratto (*)
El fallo político que condenó a Cristina Fernández dejó una vez más en evidencia que sectores importantes del poder judicial actúan como un partido político en el mejor de los casos o como “mafia” si lo decimos sin tapujos. La cuestión puede ser abordada de dos maneras diferentes, aunque no del todo antagónicas: desde el punto de vista jurídico-penal o desde el punto de vista político-ideológico. En esta oportunidad la reflexión será dentro del análisis político para no desentonar con el momento actual de gran parte de la justicia argentina.
La soberanía
El filósofo ingles Thomas Hobbes de moralidad utilitaria y teórico del contrato social describió en su “Leviatán” aspectos fundamentales de las formas de Gobierno y del Estado. Hobbes creía que en estado de naturaleza todos tenemos derecho a todo, esta es la guerra de todos contra todos. Para evitar esta guerra los seres humanos cedemos cuotas de libertad y poder al soberano (que puede ser una asamblea o un monarca), la paz por lo tanto descansa en el poder del soberano, en sus decisiones, este Estado omnipotente es el que denomina “Leviatán”. La finalidad del soberano no podía ser otra que la paz y la seguridad de los ciudadanos.
¿Estamos ante un gobierno de las mayorías (democracia) o estamos de facto yendo a un gobierno de los jueces en donde el soberano (la asamblea del pueblo) pierde toda voluntad de poder?
La ley para Hobbes es lo que nos permite distinguir lo que es justo de lo que es injusto, y el soberano es quien legisla, el que hace la ley. En un sistema democrático el soberano es la asamblea, el parlamento o el Congreso. En su diferenciación entre ley civil y ley natural define a esta segunda como la receptora de principios o valores de los cuales el ser humano no debe apartarse, uno de estos valores es la equidad.
Los Jueces
Para Hobbes los jueces están subordinados y deben tener en cuenta la razón y los motivos del soberano para instituir las leyes de otro modo es la ley propia de ellos y no del soberano, y por lo tanto injusta. Por lo tanto la subordinación de los jueces tanto a la ley civil como a la ley natural les marca un límite al poder de juzgar. Primera conclusión: cada vez que los jueces se aparten de la ley la sentencia es injusta. Por lo tanto en fallos donde los jueces se apartan de las garantías constitucionales, la sentencia es injusta por el incumplimiento de la ley del soberano.
Nos preguntamos entonces si lo que se ve afectado en definitiva es la voluntad del soberano cuando el juez falla injustamente, en estos casos ¿estamos ante un gobierno de las mayorías (democracia) o estamos de facto yendo a un gobierno de los jueces en donde el soberano (la asamblea del pueblo) pierde toda voluntad de poder?
A lo que estamos asistiendo en Argentina y en otras partes del continente es una nueva forma de gobierno a través de las decisiones judiciales que contrarían la voluntad popular que descansa en el soberano (en los términos de Hobbes). Son los jueces quienes destituyen presidentes/as, convalidan golpes de Estado, proscriben posibles candidatos, encarcelan ex presidentes, se rehúsan a aplicar leyes que limitan la concentración de empresas mediáticas que ejercen el poder real, etc.
Lo problemático de este esquema judicial es que lo que se erosiona es la voluntad popular, la soberanía. ¿Qué viene luego de la pérdida de soberanía en las decisiones políticas? Si el soberano, expresado en la voluntad popular en un sistema democrático al menos teóricamente, pierde poder y se instaura otro: ¿hacía qué sistema político estaríamos virando? La respuesta luce simple pero aterradora al mismo tiempo.
En fallos donde los jueces se apartan de las garantías constitucionales, la sentencia es injusta por el incumplimiento de la ley del soberano
Montesquieu, filósofo francés padre de la teoría de la división de poderes, pensaba que el poder de los jueces era un poder terrible para la sociedad. Incluso Napoleón Bonaparte decía que los jueces de instrucción eran las personas más poderosas en Francia porque podían encarcelar a otros e incautar bienes (como en la actualidad).
Por otro lado para cumplir correctamente con la labor los jueces deben ser imparciales y libres de todo poder fáctico, ya que así debe entenderse su tan mentada independencia. Pero si sale a la luz que jueces y fiscales acuerdan sentencias con empresarios de medios y funcionarios de un determinado gobierno, ¿podemos seguir hablando de jueces independientes?
La subordinación de los jueces y sus decisiones a la voluntad del poder fáctico de la élite o clase empresaria en detrimento del poder del soberano (el pueblo en definitiva) no solo daña el ejercicio de la función jurisdiccional sino también el propio sistema político que se pretende democrático.
A lo que estamos asistiendo en Argentina y en otras partes del continente es a una nueva forma de gobierno a través de las decisiones judiciales que contrarían la voluntad popular.

(*) Abogado especialista en Derecho Penal
El gobierno de los jueces