La histórica ola de calor extremo que en el verano 2022/2023 sufrió la Argentina dejará de ser atípica. Es lamentable. Pero así es. Los científicos recordaron que el cambio climático existe -no es un invento del comunismo ni del socialismo como pregonan los negacionistas- y que llegó para quedarse, de manera tal que estos eventos, al igual que las sequías y las inundaciones, se convertirán en moneda corriente.
¿Hay responsables? Sí. Los seres humanos. Excepto los niños, adolescentes y jóvenes que se toparon con este mundo al nacer. Hay responsables por acción y por omisión. Y no se trata sólo de “las grandes potencias y las corporaciones trasnacionales que, por codicia, nunca pisaron el freno de un modelo de desarrollo no sustentable e irreversiblemente dañino”. Que sí. Pero ocurre que si los responsables “se esfuman” detrás de esos conceptos ciertos pero demasiado amplios, termina no habiendo responsables.
Por ello, hay que decir alto y claro que, si bien el cambio climático es global, existen factores locales determinantes. Aquí, en Europa, China y Bangladesh. Y es que está científicamente comprobado que hay una relación directa entre deforestación y alteraciones en las temperaturas. ¿Y adivinen qué? Sí, Argentina tiene el privilegio de estar en el Top-10 mundial en materia de deforestación, con una aceleración en los últimos tiempos que sinceramente mete miedo.
“Los árboles limitan las temperaturas máximas que el aire puede alcanzar. Una vez que cortamos esos árboles, perdemos ese servicio de enfriamiento que nos brindan y el aire puede calentarse muchísimo” (Luke Parsons, investigador climático de la Universidad de Duke, EEUU)
Es decir que hay responsables con nombre y apellido o “razón social” de que en nuestro país hayan aumentado las inundaciones, sequías, tormentas severas y altas temperaturas en el marco, desde ya, de un problema global. Pero es bueno aclararlo porque los expertos hablan de razones globales y de razones locales.
Por caso, en mayo de 2020 Greenpeace denunció ante la Justicia a 313 particulares y empresas por la “deforestación en Argentina” entre 1990 y ese año.
culpables del calor
Los de siempre (y alguno más)
Allí aparecen Arcor, Aceitera General Deheza SA, Marcos Mindlin, Techint, Alejandro Carlos Roggio, Alejandro Braun Peña (primo del ex jefe de Gabinete del gobierno de Juntos por el Cambio, Marcos Peña, y director de varias empresas de Mauricio Macri), Eduardo Eurnekian, los Macri (cuándo no), Luis Caputo (el “financista de la Champions League” que ayudó a fugar gran parte de la deuda externa), Orlando y René Vicentín (“¡todos somos Vicentín!”) y hasta Gerardo “Tata” Martino, entre decenas y decenas de asesinos de bosques. Alguno que otro, como Arcor y el ex DT de la selección, dieron marcha atrás luego de la denuncia de la ONG. El listado completo se puede consultar aquí.
La filial local de la ONG ambientalista internacional indicó que “en las últimas tres décadas Argentina perdió 8 millones de hectáreas de bosques nativos (una superficie similar a la provincia de Entre Ríos), principalmente por el avance de la frontera agropecuaria (soja y ganadería). Las provincias de Santiago del Estero, Salta, Chaco y Formosa concentran el 80% de los desmontes del país”.
Si bien el cambio climático es global, existen factores locales determinantes. Por ende, hay responsables con nombre y apellido o ‘razón social’ de que en nuestro país hayan aumentado las inundaciones, sequías, tormentas severas y altas temperaturas
Básicamente, los principales productores agropecuarios -que viven en el exterior o en la región pampeana- han optado desde hace años por el monocultivo intensivo (soja), de modo tal que fueron corriendo la actividad ganadera hacia el norte. Y para ello necesitaron convertir a los bosques en llanuras.
Dos aclaraciones que creemos necesarias. En primer lugar, ¿qué es el monocultivo intensivo y qué efectos produce?. En segundo término, ¿qué abarca la región pampeana?
El monocultivo se refiere a las plantaciones de gran extensión con una sola especie; en el caso de Argentina, la reina del baile es la soja. “Que un monocultivo se siembre en la misma tierra de labranza año tras año sin cambios se considera la peor forma de esta práctica agrícola, pues es mayor el impacto sobre el suelo y el ecosistema circundante”, se explica desde la web Earth Observing System (en buen cristiano, Sistema de Observación de la Tierra).
Luego, decíamos que es preciso aclarar que la región pampeana, de acuerdo a la definición histórica del Indec, es la vasta zona situada en el centro del país (el llamado muchas veces “centro rico de la Argentina”) que abarca a Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, provincia de Buenos Aires y La Pampa.
Allí (y fuera del país) se concentran los grandes productores agropecuarios que ponen el grito en el cielo cada vez que, por caso, se les quiere aumentar un centavo el impuesto a las exportaciones, al igual que ocurre en todas las naciones desarrolladas del planeta con una importante actividad rural.
Básicamente, los principales productores agropecuarios -que viven en el exterior o en la región pampeana- han optado desde hace largo tiempo por el monocultivo intensivo (soja), de modo tal que fueron corriendo la actividad ganadera hacia el norte. Y para ello necesitaron convertir a los bosques en llanuras. En los últimos 30 años, las provincias de Santiago del Estero, Salta, Chaco y Formosa concentran el 80% de los desmontes del país
¿Por qué para liberar hectáreas que se destinan al monocultivo intensivo de soja se llevan el ganado al norte tras deforestar bosques y más bosques y no al sur donde se evitaría esa práctica nefasta? Cuestión de pesos… “Por ejemplo, una hectárea en el sur del país puede estar entre los 10 mil y 15 mil dólares, mientras que una hectárea en el norte puede costar entre 300 y 500 dólares”, explicó la ambientóloga Sandra Ropero Portillo (Deforestación en Argentina: causas y consecuencias – Ecología Verde – 29 de septiembre de 2020).
¿Consecuencias para los taladores seriales? Una multa y “siga deforestando”.
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Entre las múltiples consecuencias de la deforestación brutal que ha ubicado a la Argentina entre los 10 peores países del mundo en esta materia se encuentran la extinción de especies animales y vegetales (“más de la mitad de toda la biodiversidad existente en el país se puede encontrar en sus selvas y bosques”); decenas de comunidades indígenas que viven desde antes de la colonización en la zonas boscosas del norte han perdido y siguen perdiendo su hábitat y sus medios de vida (a menudo trasciende alguna noticia sobre la represión a estos colectivos, aunque la inmensa mayoría de las veces los medios callan); la aparición de enfermedades zoonóticas (que pasan de animales a hombres) está íntimamente relacionada con el contacto que nace entre ciertos ejemplares que se han quedado sin su lugar natural de vida y el ser humano: los médicos veterinarios hace años que vienen advirtiendo sobre el surgimiento de patologías propias de regiones subtropicales en el centro e incluso sur del país, y finalmente, claro está, la “deforestación de los bosques se traduce en el aumento de inundaciones, en la desertificación del suelo y en un aceleramiento del cambio climático”, apuntó Portillo.
Menos árboles = Más calor
“La serie de procesos que hay tras el cambio climático se expresa en un calentamiento global del planeta. El mecanismo más estudiado y señalado es el que conecta las emisiones de gases de efecto invernadero con el aumento de la temperatura. Hasta ahora se veía a los árboles como cazadores de CO2, que necesitan para vivir. Cada árbol menos, era más CO2 en la atmósfera. Pero hay otro mecanismo menos estudiado que también ayuda a enfriar la superficie y es la evapotranspiración vegetal que, como la sudoración en los humanos, ayuda a reducir el calor”, explicó Miguel Ángel Criado en un artículo publicado en El País de España el 23 de febrero de 2018.
El proceso denominado evapotranspiración (evaporación + transpiración) es clave en el enfriamiento del ambiente natural. Por ende, un árbol que se quita implica menos enfriamiento. Y en Argentina, además de los 8 millones de hectáreas de bosques que se asesinaron en los últimos 30 años, cada vez se va profundizando más ese fenómeno.
Los datos de Greenpeace son demoledores: solamente en el primer semestre de 2020, mientras la sociedad toda estaba en sus casas a raíz de la pandemia, los asesinos seriales de la naturaleza no descansaron un minuto y, como el ejército que destrozó el bosque mágico en la película Avatar, arrasaron con 38.852 hectáreas boscosas desde el 1º de enero al 30 de junio de ese año.
En el desagregado, la ONG indica que 15.157 hectáreas de bosques perdió la provincia de Santiago del Estero; 9.241 hectáreas la de Salta; 8.842 hectáreas la de Formosa, y 5.612 hectáreas la de Chaco.
El siguiente gráfico es por demás elocuente.
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En su informe, Miguel Criado dio cuenta de que el efecto de la deforestación sobre las temperaturas se da y se sufre, antes que nada, a nivel “local”, o sea, de regiones o países. “A medida que se reduce la cubierta vegetal del planeta, la temperatura superficial de la Tierra va en aumento. Es lo que ha comprobado una investigación basada en el retroceso de bosques y selvas observado desde los satélites. Aunque el efecto del calor extra es local, la globalización de la deforestación está haciendo que este calentamiento termine siendo global”, detalló.
¿Por qué los terratenientes deforestan el norte para llevar el ganado allí en vez de llevarlo al sur, donde se evitaría esa nefasta práctica? Cuestión de pesos. «Una hectárea en el sur del país puede costar entre 10 mil y 15 mil dólares, mientras que una hectárea en el norte se puede conseguir a entre 300 y 500 dólares” (Sandra Ropero Portillo – Deforestación en Argentina: causas y consecuencias – Ecología Verde – 29 de septiembre de 2020)
“Sabíamos que los bosques tienen un papel a la hora de regular la temperatura de la superficie y que la deforestación afecta al clima, pero esta es la primera evaluación global que nos ha permitido mapear sistemáticamente los mecanismos biofísicos que hay detrás de estos procesos”, puntualizó el científico del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea y principal autor del estudio, Gregory Duveiller.
Además de la evapotranspiración, de los distintos fenómenos que pegan directamente en la línea de flotación de la relación entre el tipo de cubierta vegetal y el clima local destaca el denominado efecto albedo. ¿Qué es? “Se trata de la capacidad que tiene una superficie de reflejar más o menos radiación solar, es decir, devolver más o menos calor al espacio. La nieve, por ejemplo, tiene un albedo muy elevado, cercano al 90% de la radiación incidente, mientras que un bosque ronda el 8% al 10%”. En criollo: la nieve devuelve al espacio el 90% del “sol que le pega de lleno”; un bosque, apenas un 8/10 por ciento.
“Los árboles limitan las temperaturas máximas que el aire puede alcanzar. Una vez que cortamos esos árboles, perdemos ese servicio de enfriamiento que nos brindan y el aire puede calentarse muchísimo”, dijo Luke Parsons, investigador climático de la Universidad de Duke, EEUU, y uno de los científicos que lideró los estudios que demostraron que “la pérdida a nivel local de las coberturas boscosas en zonas tropicales o subtropicales pueden convertir a las tardes en ‘pequeños infiernos’ hasta 10 grados centígrados más cálidos que en aquellas regiones donde los bosques se conservan sin alteraciones” (No es calor, es desmonte: el vínculo de la deforestación con el cambio climático – Laura Urbano – 9 de enero de 2022).
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