antonio albertondo
“Doscientos años, ¿de qué sirvió haber cruzado a nado la mar?”
¿Cuántas veces los rockeros, y los spinetteanos en particular, hemos cantado ese estribillo en la ducha, en la cocina, mientras caminábamos por la calle? ¿Doscientas? ¿Doscientas mil? Imposible saberlo.
Ese estribillo corto, simple, maravilloso, es de los que quedan plantados para siempre, y con raíces imposibles de cortar, en el jardín del alma. Como el comienzo de esa joya del rock hispanoamericano que dice “Ahí va el Capitán Beto, por el espacio…” O la afirmación: “Toda la vida tiene música hoy…” Y un larguísimo etcétera que recorre casi todos los discos donde Luis Alberto Spinetta fue pieza fundamental.
En “Spinetta. Crónicas e iluminaciones”, el escritor y periodista Eduardo Berti volcó las charlas que mantuvo con el Flaco entre septiembre y noviembre de 1988. En uno de los pasajes, el músico le cuenta:
-Esa canción tiene que ver con Albertondo…
-¿Quién? -casi se sobresalta Berti- Yo pensé que, al llamarse ‘Doscientos años (una parola)’, hablaba de la inmigración, de los antepasados italianos que cruzaron la mar -le dice.
Entre risas, Luis le explica:
–No, no tiene nada que ver con eso. La frase dice ‘doscientos años, ¿de qué sirvió haber cruzado a nado la mar?’, y se refiere a las impotencias y las injusticias de la vida. Es como aquella expresión popular: ‘¿para esto me operé?’. Siento que todas las acciones ciclópeas o quijotescas van a parar al tacho…
Acciones “ciclópeas o quijotescas” que, injustamente, “van a parar al tacho”, dijo, allá por 1988, el entonces ex líder de Almendra, Pescado Rabioso, Invisible y Spinetta Jade. ¿A qué se refería?
Al nadador argentino de aguas abiertas Antonio Albertondo, quien batió récords acá, allá y acullá, a punto tal que fue el primero del planeta en cruzar el Canal de la Mancha ida y vuelta, y el único que pudo unir Rosario con Puerto Nuevo (la parte del Puerto de Buenos Aires que no incluye a Puerto Madero). Pero el listado es muy largo. “Tomá nota”, diría el gran Horacio Embón:
Nos cuenta Carlos Araujo en Ser Argentino: “Antonio Abertondo nació en Beccar, provincia de Buenos Aires, el 1º de agosto de 1918. Dejó una huella muy profunda en la historia deportiva del país. Fue mundialmente conocido por ser el primer nadador del mundo que cruzó el Canal de la Mancha en ambas direcciones: en septiembre de 1961 partió desde Inglaterra hacia Francia y, sin interrupción, regresó a Inglaterra empleando un tiempo de 43 horas y 5 minutos. La hazaña significó su inclusión en las listas de honor del ‘International Swimming Hall of Fame’, la entidad que nuclea a los nadadores más exitosos del mundo”.

“A partir de 1946, logró realizar:
- El cruce del Río de la Plata y unir el Tigre con el Balneario Municipal.
- En 1950 cruzó nuevamente el Río de la Plata, el Canal de la Mancha (en un solo sentido) y el Estrecho de Gibraltar en tiempo récord.
- En 1951, los ríos Hudson y Mississipi, en Estados Unidos (y otra vez el Canal de la Mancha en una sola dirección, lo que repitió en 1954).
- En 1957 logró unir Rosario con Puerto Nuevo (Buenos Aires).
- En 1961, como se dijo, el Canal de la Mancha ida y vuelta. Fue el primero de la historia.
- En 1964 realizó el doble cruce Capri-Nápoles.
- La trayectoria de Abertondo estuvo jalonada por otros éxitos, como el cruce del Estrecho de los Dardanelos y el Estrecho del Bósforo”.
“Durante las pruebas se alimentaba con frutas, caldos, mate cocido, pollo, jamón y alguna comida caliente. Falleció el 6 de julio de 1978. Un monolito en Dover, Inglaterra, recuerda su hazaña del Doble Cruce del Canal de la Mancha”.
También remontó el emblemático Río Nilo.

¿Cómo es posible, amigo mío?
Y ahora necesito ampliar la pregunta del inicio: “Doscientos años, ¿de qué sirvió haber cruzado a nado la mar? ¿Cuántas veces los rockeros, y los spinetteanos en particular, hemos cantado ese estribillo en la ducha, en la cocina, mientras caminábamos por la calle… sin tener la más mínima idea, como Eduardo Berti durante una de sus charlas con Spinetta, de que ese estribillo corto, simple, maravilloso, estaba inspirado en un sentimiento de impotencia e injusticia por el no reconocimiento de las proezas de un tal Antonio Albertondo?
Pero la p… que lo parió, ¡si tiene hasta un monolito en Inglaterra y su nombre está inscripto para siempre en el Salón de la Fama y Museo Internacional de Natación situado en Florida, Estados Unidos!
¿Qué fue lo que pasó para que Don Antonio, un auténtico prócer, pasara totalmente inadvertido?
Pasó -cuándo no, amigo mío, amiga mía- el antiperonismo, esa patología que nos persigue desde hace casi 80 años y no nos abandona hasta hoy.
“No lo voy a recibir”
Sí, Antonio Albertondo era peronista hasta la médula. ¿Y entonces por qué no le prohibieron seguir nadando como le prohibieron seguir jugando a los basquetbolistas campeones del mundo en 1950 y a la tenista Top-10 del mundo Mary Terán de Weiss? Porque Don Antonio no competía ni nadaba por plata, lo hacía porque le gustaba. Eso sí, en 1957 lo metieron preso durante un año en el penal de Magdalena. ¿Por qué? Por tener muchos pero muchos cojones.
La leyenda dice que fue “por usar una gorra (de nadador) con las palabras Perón y Evita”, pero su hija Alicia le contó al colega Milton del Moral en 2021: “Cuando llegó a Puerto Nuevo (el 19 de marzo de 1957, desde Rosario), estaban esperándolo (los dictadores) Aramburu y Rojas, presidente y vicepresidente (de la Nación). Cuando salió, (Isaac Francisco) Rojas lo estaba esperando, pero él era caprichoso. Dijo ‘no lo voy a recibir, no lo voy a recibir’. Y no lo recibió. Por eso terminó preso”.
¿La gorra? La usó cuando realizó el doble cruce del Canal de la Mancha. Ahí no había dictadores que lo pudieran meter preso.

Una banda imprescindible
En 1974 se publicó el primer álbum del trío Invisible, integrado por Luis Alberto Spinetta en guitarra y voz, Machi Rufino en bajo y Pomo Lorenzo en batería. Para muchos, como Juanse, la mejor banda de la historia del rock argentino; para otros, la más sofisticada, con su rock fusión con tango y jazz. El primer disco llevó el nombre del grupo.
En 1975 se editó el segundo LP, Durazno sangrando.
El tercero y último, en 1976, y llevó por nombre El jardín de los presentes, ese “jardín del alma” donde enraiza la música del Flaco.

El anillo del Capitán Beto; Los libros de la buena memoria; Alarma entre los ángeles; Que ves el cielo; Ruido de magia; Perdonado (niño condenado); Las golondrinas de Plaza de Mayo, y Doscientos años (en honor a Don Antonio Albertondo), son las 8 joyitas con que Luis nos avisaba lo que se venía en su carrera: el jazz rock argento. Primero como solista (o Banda Spinetta) en el disco A 18’ del sol. Luego con el primer Spinetta Jade.

Justamente el tema Doscientos años trae consigo un solo de guitarra jazzero para recortar y coleccionar. Y hablando de guitarra, en ese tercer y último disco de Invisible el trío de convirtió en cuarteto con la incorporación del violero Tomás Gubitsch, quien anduvo tocando en el Octeto Electrónico de Astor Piazzolla, pavada de músico.