Por Alejandro Salamone
Una perrita blanca de mediana estatura, feliz, corriendo y saltando, nos recibió al ingresar a un lugar histórico, emblemático de nuestro país. Se llama «La Peroncha» y tiene instagram para que la conozcan, ella nos dio la bienvenida a la Quinta San Vicente, hoy convertida en Museo Histórico «17 de Octubre», a mi criterio una cita obligada no solo para las y los peronistas, sino también para quienes aman la historia de nuestra querida Argentina.
Las emociones son muy fuertes, se observa en los rostros de los asistentes, sonrisas y lágrimas a cada paso del recorrido, en cada rincón, parados frente al árbol alcanforero donde el General descansaba, escribía y leía, como también en la casa principal y al entrar al mausoleo donde desde 2006 descansan, por fin en paz (porque tanto a Evita como a Perón no los han dejado siquiera descansar en paz) los restos del hombre que definitivamente cambió la historia y trajo consigo los días más felices para los obreros, los descamisados, las clases menos pudientes de este país, construyó sus derechos y les enseñó a defenderlos, a vivir dignamente sin ser pisoteados por nadie.
La guía Sandra Leonard -quien recibió amablemente nuestro libro «notas de colección, volumen I Peronismo»– no paraba de tirar datos que me sorprendían en cada punto donde nos deteníamos dentro de ese predio maravilloso de 19 hectáreas -rodeado por un paredón de lujo- emplazado en calle Lavalle y Eva Perón de San Vicente, a tan sólo 50 minutos en auto desde La Plata.
«En una de las tantas visitas y recorridas, una persona me hizo una pregunta capsiosa, con tono socarrón -contó Sandra- ¿y cómo compraron la señora Eva y el señor Perón esta quinta? La respuesta los dejó sin palabras, porque lo hicieron con un préstamo hipotecario a varios años que no les resultó tan sencillo pagar, realizaron un gran esfuerzo para tener esto…»
Antes de llegar a la casa principal, donde a Evita le gustaba sacarse fotos en el acceso y sentada en el tapial, hubo una parada obligada frente a dos escultura monumentales que, en rigor, formarían parte del monumento al descamisado. Dos de las estatuas de enormes dimensiones están sin cabeza, fueron vandalizadas, como muchas otras pertenencias y construcciones de la misma quinta, por el odio y la furia de aquellos que perpetraron la Revolución Fusiladora de 1955 y más adelante dieron el golpe e instauraron la dictadura cívico-militar desde 1976 hasta 1983, los años más oscuros de la Argentina.
Tras el regreso de la democracia en 1983, operarios del ministerio de Obras Públicas que sabían dónde estaban los restos de las obras arrojadas al Riachuelo se lo contaron al entonces intendente de Lomas de Zamora, Eduardo Duhalde, a quien le solicitaron que se les permitiera sacarlos del fondo del agua. Allí se recuperaron dos estatuas de 4,5 metros de altura y 45 toneladas de peso a las cuales les habían cortado la cabeza -una de Evita con el libro “La razón de mi vida” entre sus manos y otra de Perón con un obrero leyendo el decálogo de “Los derechos del trabajador” sancionados en 1947-, así como un bloque sin terminar del mismo tamaño. Se las guardó celosamente, y en 1996 se las trasladó a la quinta 17 de Octubre de San Vicente donde descansan los restos de Perón (leer la historia completa haciendo click en ese enlace https://90lineas.com/2022/02/23/eva-peron/.
Previo a observar a lo lejos una casita tipo canadiense original de época, una de las pocas construcciones que se conserva original dentro de la quinta y que es un símbolo de las viviendas a las que los trabajadores podían acceder en aquellos años felices (1945 a 1955), se llega a la casa principal donde la nostalgia, los recuerdos de los memoriosos que peinan cana, y la sensación de entrar al túnel del tiempo de los más jóvenes, se hacen carne al pisar el hall de acceso y mirar los dos tapiales laterales que están igualitos a los de las fotos en las que se observa a Evita feliz, ya sea parada junto a eventuales visitantes (aunque no les gustaba recibir a mucha gente, aclara la guía) o bien sentada descansando.
Es muy fuerte la sensación al ingresar a la casa que si bien tiene algunas modificaciones realizadas a lo largo de los años, se conserva en gran parte original en cuanto a su estructura y distribución de espacios. La cocina; una gran sala donde el general practicaba esgrima; un cuarto donde guardaban juguetes para los chicos: dos dormitorios con un cofre recuperado que Perón le regaló a Eva allá por la segunda mitad de los años ´40; medallas; las vestimentas y un par de botas que usaba el general, nos pone en otro plano de la historia, la sensación es muy fuerte, como tenerlos al lado nuestro, las lágrimas de emoción son inevitables para muchas y muchos.
El lugar tiene una energía especial, desde los grandes ventanales que dan hacia el fondo se ve el alcanforero, el lugar que elegía Perón para descansar, leer y escribir (se dice que allí redactó la Constitución de 1949), los visitantes también tienen acceso a ese espacio para sacar fotos y permanecer un rato en un punto que, créanme, se percibe una fuerte presencia y algo muy especial que no se puede expresar tan fácilmente con palabras: pues en ese punto, en ese mismo espacio, pasaba mucho tiempo uno de los políticos más influyentes de Argentina, aquel que fue exiliado, proscripto y ya fallecido profanado, por el odio sin explicación.
En 1989 fue sancionada la Ley N °10856 la cual declaraba de utilidad pública dicha quinta, y se transformo en Museo Histórico y Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires
Además de la Casa Principal, se puede recorrer el Torreón, el Tren Presidencial utilizado por Perón y Evita y otros presidentes (el último que lo hizo fue Raúl Alfonsín en 1983), y el edificio central del Museo inaugurado en 2002, donde se exhibe la muestra denominada “Justa, libre y soberana” que refleja la Argentina desde 1945 a 1955.
También, desde 2006, se emplaza en el predio el Mausoleo, lugar donde se encuentran los restos del mismo General Perón. Al llegar a este punto la guía le pregunta a los presentes si desean continuar hasta donde se ve la tumba o bien regresar al Museo, sucede que es realmente movilizante caminar por esta obra monumental con las inscripciones de fechas claves para el peronismo y antes de pararse frente a los restos de Juan Domingo Perón, leer la frase «Mi único heredero es el pueblo».
La guía Sandra nos lleva al Museo donde hay verdaderas joyas de época como la Coupé Justicialista, pura industria nacional. Se ven gigantografías de movilizaciones que solamente el peronismo puede generar y también un sector donde los asistentes pueden adquirir recuerdos.
Un detalle, Sandra nunca presentó al lugar como Museo…cuando nos recibió, luego de la alegría que desplegaba a nuestro alrededor «La Peroncha», nos dijo: «Para los sanvicentinos esta es la quinta de Perón, y siempre lo será…» No se pierdan en recorrerla. Y ¡OJO! un detalle no menor: no sólo la recorremos quienes sentimos el inmenso amor por esta mujer y este hombre que están, sin dudas, entre los que cambiaron la Argentina para bien, sino que aparecen, vaya a saber uno por qué, aquellos y aquellas que, por el contrario, manifiestan su odio a cada paso del recorrido guiado. Están camuflados/as, pero están. No lo digo yo, sino la guía Sandra.