“Nadie entiende que aprender a tocar un instrumento mejora tu calidad de vida”, dijo el enorme “Chango” Spasiuk en una reflexión acerca de la importancia de que los niños, niñas y adolescentes estudien un instrumento musical. La reflexión completa, que puede verse en el video 1 de este artículo, sintetiza todas y cada una de las palabras y conceptos que compartieron con este cronista, en un aula del Normal Nº 1 de La Plata, más de una veintena de jóvenes que en su inmensa mayoría se incorporaron a la Orquesta Escuela de Berisso (OEB) siendo muy pequeños y pequeñas, y que hoy viven de la música.
Chicos y chicas que, en otras notas, nos contaron que la primera vez que los “profes” fueron a su escuela primaria o incluso a su jardín de infantes tocaron instrumentos que jamás habían visto, pero que quedaron enamorados de esos sonidos. Así, se incorporaron a la OEB. Y lo que al principio fue una suerte de juego, con el tiempo se transformó en muuuuuchas cosas: un grupo de amigos; un grupo de amigos en el que aprendieron a trabajar en equipo, la importancia de lo colectivo; un grupo de amigos en el que aprendieron a trabajar, a estudiar y a tocar en equipo sobre un escenario ante decenas o cientos de personas; en el que conocieron otras provincias por primera vez; en el que comprobaron que un violín, viola, cello, etcétera, muy lejos están de ser “cuestiones de un élite”, sino que fueron, son y serán para todas y todos; donde se toparon con su vocación y, desde hace unos años, muchos y muchas comenzaron a pegar el salto al trabajo. Maravilloso.
Hoy en día, más de sesenta jóvenes -es decir, más del 10% de la matrícula total de la orquesta contando desde los más pequeñitos hasta los más grandes- trabajan como músicos y/o docentes de música.
Video 1 – “Chango” Spasiuk
Hubo quienes -paralelamente- siguieron o siguen estudios universitarios, se perfeccionaron en EEUU y Europa merced a becas, ingresaron como músicos estables de la sinfónica del Teatro Argentino, de la sinfónica provincial o municipal, de las bandas de casi todas las fuerzas de seguridad. Hubo otros y otras que descubrieron su vocación docente y la ejercen en orquestas barriales dependientes del Programa de Coros y Orquestas Bonaerenses, en la propia OEB, o en jardines de infantes y colegios. Alguno formó su propia “pyme”, o sea, su grupo musical. Y hasta hay alguien que, tocando el violín, un día descubrió que lo suyo era la luthería y hoy vive de ese milenario y maravilloso oficio. Y más. Mucho más (el detalle de una treintena de chicos y chicas lo encontrarán más adelante).
Se necesitan picos y palas, pero no cavernícolas
Una vez, un amigo músico me contó que con cierta persona -que llamaremos Juan- mantuvo un diálogo parecido a éste:
Juan: ¿De qué trabajás?
Mi amigo: Soy músico
Juan: Ahhh, mirá qué bien… ¿Y de qué trabajás?
Y Juan no era ningún cavernícola, pero la cultura del “pico y la pala” como casi única forma de trabajo, aunque usted no lo crea, sigue inserta en el tejido social. Por ello, que hoy vivan de la música tantos chicos y chicas que desde pequeñitos se acercaron a alguna de las “sucursales” que la OEB tiene en Berisso, o directamente a la Escuela Nº 25 del populoso Barrio El Carmen -donde nació un 19 de septiembre de 2005 hasta llegar a tener actualmente unos 600 alumnos y alumnas- es una caricia al alma. Porque la Orquesta es un proyecto de educación pública no de calidad, sino de excelencia. Y esta deriva laboral es el inicio del cierre de un círculo tan virtuoso que nos devuelve la esperanza en la mejor escuela pública y en el espíritu colectivo para construir una sociedad equitativa y solidaria.
“Nadie se salva solo”
En el aula del Normal 1, los chicos y las chicas se sentaron en los pupitres como si efectivamente estuvieran en la escuela. Había silencio. Cuando comenzó a hablar el coordinador y cofundador de la Orquesta, Juan Carlos Herrero, comprendí que muchos no se conocían entre ellos. Es lógico, distintas generaciones, distintas formaciones musicales, distintos trabajos. Hasta que habló una, y fue la primera ficha de dominó.
“En mi casa no había músicos, en absoluto. Y a los 8 años, a mí me interesó tocar la viola. Mis padres no podían comprarme el instrumento. Además me topé con aquello que está tan enraizado en el imaginario colectivo, como que cierta música es para ‘el hijo o la hija de’. Hay un componente clasista muy grande -lanzó Fernanda-. Entonces fueron pasando los años. Hasta que, siendo adolescente, gracias a una tía bibliotecaria me enteré que muy cerca de casa, en la Escuela 25 del barrio El Carmen, funcionaba la Orquesta Escuela. Allí me encontré finalmente con la viola y con muchas otras cosas: un grupo de amigos; un perfil colectivo, ya que la orquesta somos todos; aprendí que la música siempre se hace con un otro, y descubrí mi vocación docente”, narró Fernanda, y agregó: “Aprendés que nadie se salva solo. Y hoy se lo puedo enseñar a mis alumnos de la Orquesta Escuela de Berisso y de la Orquesta Sintonía 442, la Orquesta Escuela Don Bosco, en Quilmes”.
Bianca ingresó a la Orquesta a los 12 años. Hoy tiene un cargo docente en la OEB y en un Jardín de Infantes. Contó que ni bien decidió que quería estudiar flauta traversa “mi papá me dijo que teníamos que establecer un compromiso: la familia me iba a apoyar siempre y cuando lo hiciese en serio y le dedicara el tiempo necesario al colegio. Digamos que fue un 50/50”. Por lo visto, ambas partes cumplieron el “trato”, porque hoy Bianca, a sus 20 años, es música y docente.
Ariel, contrabajista y docente, también comenzó en la Orquesta en la Escuela 25 de El Carmen, su barrio. Afirmó que nunca hubiera conocido la posibilidad de vivir de la música si la OEB no llegaba a esa institución educativa. “Estaría estudiando una carrera tradicional o trabajando de vaya a saber qué cosa. Hoy, en cambio, no imagino qué sería de mi vida si no fuese músico”.
Video 2
Valentina resaltó que al ingresar a la Orquesta “admiraba” cómo tocaban un par de chicas y chicos, y que se decía a sí misma “yo quiero tocar como ellos; y la orquesta te da la oportunidad de crecer junto al resto, a tal punto que un día me encontré en un escenario tocando al lado de quienes yo admiraba al llegar”.
¿Sería algo así como tener de referentes a alumnos y alumnas más avanzados?, le preguntamos. “Sí, claro”, respondió. Y nos explicó que en la Orquesta existe la figura del alumno-multiplicador. No existen “estrellas”, más allá del lugar al que cada cual llegue. Todos ayudan a todos.
“Nadie entra como músico profesional. Si yo no hubiese tenido la Orquesta a tres cuadras de casa, no hubiese ido a un conservatorio. Por eso es tan positivo que funcione en las escuelas (o clubes) de barrio”, añadió Ariel. Quizás ese es otro motivo por el cual se rompe el “clasismo” del que habló Fernanda: la OEB va en busca de los chicos y chicas, no está a la espera de que se acerquen a ella.
En 2019, doce años después de haber iniciado el camino como violinista en la OEB, Angélica concursó para ingresar a la Camerata Sinfónica del Teatro Argentino, y entró. Estuvo hasta 2023. “Es que al mismo tiempo estudiaba Abogacía, carrera que a mí me interesa en cuanto a su función social, y como me quedaba muy poco para terminar, este año decidí dedicarme cien por ciento a la facultad”, detalló.
¿Eso significa que no vas a volver a la música?, le preguntamos. Sonriendo, comentó: “Ya me preguntaron más de una vez si vendía el violín, y la respuesta fue tajante: No”.
Todos y todas resaltan que la Orquesta es mucho más que música, y mencionan palabras como amistad, solidaridad, juntos, igualdad, compañerismo, familias (que acompañan muchísimo y en forma permanente), viajes… “Muchos conocimos qué era viajar, y ni hablar qué era subir a un avión, gracias a la Orquesta. Estábamos en Jujuy, o en Río Negro (Bariloche), y caíamos en la cuenta de que nunca habíamos estado en otra provincia ni lejos de la familia. La Orquesta implica crecer en todo sentido”.
“La gran mayoría entró con esa idea de ‘jugar’ y de hacerlo cerca de casa, en una escuela. Con el tiempo, la gran mayoría se fue entusiasmando, encontró un grupo de amigos, la posibilidad de compartir, de aprender más que música, de viajar”, dijo Juan Carlos Herrero, el coordinador, para remarcar la idea de “la música como festejo de la vida”. “Y así, algunos hallaron su vocación docente ayudando y enseñando a compañeros, mientras que otros se plantearon especializarse en un instrumento para tocar en una formación profesional. En este sentido, podemos decir que la orquesta escuela, con el paso del tiempo, los fue sorprendiendo a ellos con su enorme abanico de posibilidades”.
Tal es el abanico de posibilidades, que Facundo Molina, violinista, un día se cruzó en la Escuela 25 de El Carmen con “Walter”. “Le pregunté: ¿Qué estás haciendo? ‘Reparando instrumentos’, me respondió. Ese día empecé otro camino”, narró. Hoy, Facundo es luthier y trabaja “en el taller de luthería de Simón Meucci”.
Por un “pelín”, no se pudo hacer un zoom con Ramiro Minasso, el alumno que de la OEB saltó a Francia y de allí a la Alta Escuela de Música de Ginebra (Suiza), quien en el verano europeo vino de visita y se “reconvirtió” en uno más de su alma mater. Y es que si algo no deja de sorprender en estos 19 años y fracción de vida del proyecto es el enorme sentido de pertenencia que genera en todos y cada uno. (De hecho, como se puede ver en una de las fotos, Ramiro estuvo presente…)
Video 3 – Luce Tango (con Ramiro Minasso en contrabajo)
Precisamente eso resaltó, entre otras cosas, María Candela Gómez, violinista y miembro de la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata, del Ensamble Mariano Drago de la Facultad de Artes (UNLP) y docente de la OEB. “La música siempre fue mi hogar, y haberlo materializado en la Orquesta Escuela de Berisso le dio un significado mucho más tangible. Ser parte de una comunidad y de un sistema que te apoya y cree en vos, en tus cualidades y potencialidades, y te brinda un sostén y una red de apoyo para poder proyectarte a futuro, fue fundamental en mi carrera y generó un sentido de pertenencia y construcción de identidad no sólo con la música, si no con mis propios compañeros y con la comunidad, con mis pares y mis colegas”, definió Candela.
Video 4 – Juan Carlos Herrero
Uno x una … Una x uno
- Ángel Soveron (29), violín. Trabaja en la Orquesta Sinfónica Municipal de Berisso. Ingresó a la OEB a los 11 años “gracias a las recreaciones de patios abiertos que se realizaban dentro de la institución”. “Vivir de la música significa mucho para mí, es algo que siempre soñé, y hoy sé que con disciplina y responsabilidad los sueños se logran … Además, es un cable a tierra”.
- Octavio Savinelli (23), violín. Trabaja en la Orquesta Estable del Teatro Argentino (contratado). Ingresó a la OEB a los 14 años “a través de mi primera profesora, Sandra Valdovinos, quien me recomendó tocar en una orquesta desde el inicio de mi formación”. “Poder trabajar y vivir de la música quiere decir que una parte principal de mi rutina es hacer lo que más me gusta, y eso es una tranquilidad enorme”.
- Facundo Molina (29), violín. Ingresó a la OEB a los 10 años porque “fueron algunos músicos del Teatro Argentino a la Escuela 25 y me anoté”. Trabaja como luthier en el Taller de Simón Meucci. “Vivir de la luthería significa poder ser yo mismo, y expresar mis sentimientos a través de mis trabajos”.
- Lucas Vega (21), violín. Trabaja como docente en el Programa de Coros y Orquestas Bonaerenses; es violinista en la Orquesta Sinfónica Juvenil de la PBA y en la Orquesta Sinfónica Municipal, y miembro del grupo de folklore Los Colorados. Ingresó a la OEB a los 9 años “por una exposición que se hizo en mi escuela primaria”. “Es lindo estar laburando de lo que te gusta, llevar esta experiencia enseñando y aprendiendo con los alumnos, amigos y profes”.
- Salvador Roldan (21), percusión. Trabaja en la Camerata del Teatro Argentino. Ingresó a la OEB a los 8 años “mediante un profesor de primaria”. “Vivir de la música es haber cumplido mi sueño desde que comencé en la orquesta escuela”.
- Milagros Rosalía Victoria Formigo Ojea (24), viola. Trabaja como docente de violín y viola en tres orquestas: orquesta barrial, orquesta de Dock Sud y orquesta escuela de Berisso. Ingresó a la OEB a los 9 años: “Mi mamá era docente de la Escuela 25, donde funcionaba la orquesta, y nos mandó a probar a mi hermana y a mí”. “Vivir de la música es una sensación increíble, poder hacer lo que amo y que sea mi ingreso. No imagino mi vida sin la música y sin compartir lo que sé”.
- Nicolás Cabrera (31), trombón. Trabaja en la Orquesta Sinfónica Municipal de Berisso. Ingresó a la OEB a los 16 años “por un amigo de la infancia que es músico”. “Vivir de la música es una combinación de pasión, trabajo duro y mucha disciplina. Hay que ser muy organizado y saber gestionar bastante el tiempo. Pero las recompensas que el tiempo te da, como tocar en un escenario, ver a la gente disfrutar de tu música, viajar, conocer mucha gente que comparte lo mismo, lo compensa todo”.
- Jeremías Nicolás Pellegrini (20), saxo tenor. Trabaja cumpliendo el rol de multiplicador en la OEB, a la cual ingresó a los 7 años en trompeta (a los 9 tuvo que dejar por cuestiones personales y se reincorporó a los 13 en saxofón tenor). Llegó a la Orquesta porque “unos profesores hicieron una presentación en la escuela primaria a la que asistía”. “Aunque actualmente no me encuentro trabajando en la música, sino más bien como asistente de secretaría (trabajo en el que logré ingresar gracias a la OEB), sí me gustaría poder lograrlo en algún momento. Mientras tanto, voy reforzando mis conocimientos musicales”.
- María Carolina Rebottaro (20), flauta traversa. Trabaja como docente en la OEB, a la que ingresó a los 8 años tras una invitación de Juan Carlos Herrero (el coordinador). Me vio tocando un pianito de juguete una vez que vino a mi casa, ya que es amigo de mi papá. Comencé hace poco a ser docente en la orquesta, recién me estoy iniciando, pero es algo que no sabía que me gustaba y lo estoy disfrutando”.
Video 5
- Bianca de Agueda (20), flauta traversa. Trabaja como docente en la OEB, a la que ingresó a los 12 años por medio del profesor Ramiro García Marín, que daba clases en el núcleo de Villa Argüello. “Vivir de la música significa conservar esa burbuja de un mundo donde la esencia de una misma nace y sale a través de la ejecución de un instrumento, y a su vez se expande hacia otros”.
- María Candela Gómez (31), viola. Miembro de la Orquesta Estable del Teatro Argentino, parte del Ensamble Mariano Drago de las Cátedras de Dirección Orquestal I, II, III y IV en la Facultad de Artes (UNLP) y profesora/tallerista en violín y viola de la OEB, a la que “ingresé a los 13 años por intermedio de Juan Carlos Herrero, actual coordinador, quien en ese momento había sido mi director en el Coro de Niños de la Catedral de La Plata desde mis 6 años”. “Para mí, poder vivir de la música significa autonomía elegida, sentido de pertenencia e identidad y dignidad… Autonomía elegida porque me permitió desde muy joven sostenerme económicamente, ser independiente, y por lo tanto ayudar a mi familia, ya que no tenían que preocuparse por sostener mi economía y estudios; elegida porque siempre amé la música y el arte, y tener la posibilidad de poder decidir mi profesión, amando lo que hago, me da la satisfacción y el privilegio de decir lo que pocos (lamentablemente) pueden: ‘me dedico a hacer algo que amo’. Y sentido de pertenencia e identidad porque la música siempre fue mi hogar. Y haberlo materializado en la Orquesta Escuela de Berisso le dio un significado mucho más tangible. Ser parte de una comunidad y de un sistema que te apoya y cree en vos, en tus cualidades y potencialidades, y te brinda un sostén y una red de apoyo para poder proyectarte a futuro, fue fundamental en mi carrera y generó un sentido de pertenencia y construcción de identidad no sólo con la música, sino con mis propios compañeros y con la comunidad, con mis pares y mis colegas. Y digo dignidad porque me abrió un camino laboral muy fuerte, donde no sólo puedo vivir haciendo lo que amo, sino que puedo estar inserta laboralmente en organismos fundamentales e importantísimos para la comunidad. Me dio herramientas para desenvolverme eficazmente y rápidamente ser tenida en cuenta para otros trabajos también. Todas esas herramientas adquiridas a lo largo de los años fueron construidas con el sostén y el acompañamiento de la OEB, con toda su red de contención y apoyo a lo largo de los 8 años que participé como alumna y en la que actualmente sigo cumpliendo funciones musicales como tallerista”.
- Angélica del Valle (24), violín. “Ingresé a la orquesta escuela cuando tenía 7 años, ya que se abrió un núcleo en la Escuela Nº 6 de Berisso a la cual asistía. La orquesta me abrió las puertas del mundo de la música, y gracias a ello pude ingresar por medio de un examen al Bachillerato de Bellas Artes de la UNLP, donde terminé mis estudios secundarios en 2018 con título de Bachiller con orientación en Violín y Música Popular… En mi paso por la OEB y también por el Bachillerato de Bellas Artes me nació un gran interés por las problemáticas sociales que atraviesan a nuestra sociedad, por lo que, al terminar la secundaria, comencé a estudiar abogacía. Sin embargo, mi pasión por la música seguía intacta, por lo que en 2019 concursé para integrar la Camerata Académica del Teatro Argentino, de la que formé parte hasta el año 2023. Hoy no estoy dedicándome a la música ya que decidí abocarme 100% a la carrera, pues me quedan pocas materias para recibirme, pero mi idea es en algún momento poder volver a tocar… Me parece importante destacar que además de la formación artística que da la Orquesta Escuela, también tiene una función social muy enriquecedora en donde se inculcan valores de igualdad y compañerismo que, en mi caso, me marcaron para el camino que decidí tomar”.
- Ramiro Leonel Minasso (22), contrabajo. Es estudiante en la Haute École de Musique de Ginebra, Suiza. Ingresó a la OEB a los 12 años “gracias al contacto de Matías Oliver, profe de contrabajo de la orquesta escuela”. “La música lo es todo, poder ser parte de este mundo artístico tan amplio es un privilegio hermoso. En cada concierto, clase o juntada, uno confirma su pasión por esta profesión”.
- Fernanda Sagula (24), viola. Trabaja como docente en la Orquesta Sintonía 442 (Orquesta Escuela Don Bosco de Quilmes) y en la OEB, y forma parte como instrumentista de la Orquesta Sinfónica Juvenil de la provincia de Buenos Aires. Ingresó a la OEB a los 16 años: “Una tía que trabajaba en una biblioteca nos comentó que había ido la camerata de la Orquesta Escuela a hacer una muestra, nos metimos a las redes de la misma para ver de qué se trataba, me interesó, me acerqué un sábado a la sede, y probando instrumentos me decidí por la viola”. “Realmente, vivir de la música es una idea que todavía me cuesta asimilar. En lo personal significó romper con muchas construcciones sociales, muchos imaginarios construidos desde una visión más conservadora y retrógrada de lo que es realmente ser músico y trabajar particularmente en lo que es la enseñanza de la música. Nosotros, también teniendo en cuenta que estamos sumergidos dentro del programa de coros y orquestas de la PBA, no sólo enseñamos a tocar un par de notas sueltas, nuestro rol como docentes en el ámbito musical implica constantemente involucrarnos con un otro, abrir nuestra alma a un otro para poder compartir esto que tanto nos gusta y que nos hace tanto bien, no solo a nosotros sino a quienes están ahí para compartir la experiencia; es enfrentarse a causas sociales, la realidad que vive cada uno de nuestros alumnos, es estar constantemente pendiente del discurso político reinante, que va a definir en gran medida el financiamiento o desfinanciamiento de nuestro trabajo. Es también la obligación constante de formarse y seguir formándose para poder otorgar siempre lo mejor. Es un trabajo arduo y que tiene muchas cosas pesadas o densas, pero que cuando ves los resultados, cuando miras atrás y ves todo lo que vivís, cuando podés dar cuenta de todas las personas que conociste y las amistades que forjaste, las sonrisas que regalaste y que te fueron devueltas, te das cuenta de que todo vale la pena”.
- Jonathan Joel Miranda Figueroa (31), violonchelo. Trabaja en la Orquesta Estable del Teatro Argentino y es docente en orquestas del programa provincial de coros y orquestas. Ingresó a la OEB a los 16 “por medio de una amiga muy querida que me contó que había una orquesta en su barrio. Mi hermano empezó a tomar clases particulares con ella, y ahí me invitaron a conocer la orquesta escuela”. “Vivir de la música significa una satisfacción muy grande. Mantener mi ejercicio laboral, lo que alguna vez aprendí jugando, me permite ver mi trabajo con los ojos de un chico que aún se mantiene en ese juego, más allá del respeto y responsabilidades propias de la profesión”.
Video 6
- Alan Sosa Ledesma (30), trompeta. Trabaja como profesor de trompeta en la orquesta barrial de Los Hornos. Ingresó a la OEB a los 18 “por medio de dos amigos que ya estaban formando parte de la misma”. “Vivir de la música significa poder transmitir mi pasión, enseñar todo lo que aprendí a lo largo de los años y ver cómo mis alumnos y alumnas crecen, no solo como músicos, sino también como personas que encuentran en la música un espacio de pertenencia y expresión. Es un privilegio ser parte de su desarrollo y verlos disfrutar y amar ser parte de su orquesta”.
- Emiliano Quiñonez (31), clarinete y saxofón. Trabaja como coordinador de la Orquesta Barrial de La Plata. Ingresó a la OEB a los 11 años pues conoció la propuesta a través de su escuela primaria, la Nº 25 del barrio El Carmen, cuando estaba en 6º grado. “Gracias a la orquesta tuve mi primer acercamiento al clarinete, y ese fue el punto de partida para mi formación musical”. “Vivir de la música significa haber encontrado y poder dedicarme a lo que realmente me apasiona. Además, siento una gran responsabilidad y satisfacción al multiplicar esta experiencia, ofreciendo la posibilidad a otros chicos que, como yo, no tienen acceso a un instrumento. Gracias a proyectos como el de la Orquesta Escuela de Berisso, hoy puedo vivir de la música y devolver un poco de lo que alguna vez me brindaron”.
- Emanuel Hernán García (24), clarinete. Trabaja en la Banda militar de música “Teniente Benjamín Matienzo”. Ingresó a la OEB a los 11 años: “Cuando iba a la primaria, realizaron una muestra de instrumentos y ahí decidí que quería estudiar clarinete”. “Vivir de la música significa mucho para mí, porque pocas personas pueden vivir y trabajar de lo que les gusta y aman hacer”.
- Luisina Castro (20), viola. Trabaja en la Orquesta Sinfónica Juvenil Bonaerense, en la Camerata Académica del Teatro Argentino y en la Municipal de Berisso. Ingresó a la OEB a los 10 años: “Empecé tocando el violín en la escuela de arte y mi mamá, gracias a unas alumnas, se enteró de la orquesta y me anotó”. “Creo que es un privilegio poder vivir de algo que me gusta y hacer música con mis amigos y colegas”.
- Priscila Rodríguez Ferreira (20), trombón y bombardino. Trabaja en la Orquesta Sinfónica Juvenil Bonaerense y en la OEB, a la cual ingresó a los 7 años tras una demostración en su colegio. “Más o menos un año después me mudé a Misiones, a los 13 volví a Buenos Aires y una de las primeras cosas que hice fue volver a la orquesta”. “Vivir de la música significa mucho, me siento muy afortunada de poder hacer lo que me gusta y rodeada de toda la gente que quiero”.
- Ramiro Joel Ayala Pellegrini (22), saxo. Trabaja como saxofonista en la agrupación sinfónica de la policía de Buenos Aires. Ingresó a la OEB a los 7 años como trompetista, luego, a los 15 años, pasó al saxo. “Vivir de la música es una meta cumplida, no fue fácil por supuesto, pero ver que finalmente se pudo completar me llena de felicidad y es el principio de algo nuevo a partir de ahora”.
- Giuliana Priscila García (23), violoncello. Trabaja en la Orquesta de la Prefectura Naval Argentina, en la Orquesta Sinfónica Juvenil bonaerense y es docente y tallerista en la OEB, donde ingresó a los 10 años tras una muestra de instrumentos que hicieron en su colegio. “Ahí decidí que quería estudiar violoncello”. “Vivir de la música significa mucho para mí, porque pocas personas pueden vivir y trabajar de lo que les gusta y aman hacer”.
- Milagros Roldán, trompeta. Trabaja en la Camerata Académica del Teatro Argentino, en la Orquesta Juvenil Bonaerense y en la OEB, a la cual ingresó a los 5 años: “Hubo una presentación de instrumentos en la Escuela 6 de Berisso y acompañé a mi hermano a anotarse para percusión; entonces vi la trompeta, que llamó mi atención enseguida, y ahí fue que decidí que quería estudiar eso”. “¿Vivir de la música? Siento que es una oportunidad increíble que no todos pueden tener, requiere mucha dedicación, esfuerzo y estudio constante, pero vale la pena”.
- Katherine Leonor Vargas Fernández. Trabaja en la Orquesta Juvenil Provincial, en la Wild String (orquesta enmascarada) y en la OEB, donde ingresó a los 11 años “a través de un amigo que me la recomendó”. “Para mí, vivir de la música es algo inigualable. El hecho de poder tener un trabajo y poder vivir de algo que me gusta y me apasiona no se compara, además de compartir con amigos, colegas y con grandes músicos escenarios y hacer buena música. Y algo para destacar, además, es lo lindo de poder compartir esto, ya sea enseñando o para un público. Es hermoso poder llegar a la gente y emocionar con la música que hacemos”.
- Brian Ezequiel Montoya (31), flauta traversa. Trabaja en la OEB, a la cual ingresó a los 12 años: “Fui parte de los alumnos de 6º grado que convocaron al SUM de la Primaria 25 de El Carmen a escuchar a los profes el primer día (N. de la R. 19 de septiembre de 2005). “Vivir de la música significa poder seguir aprendiendo día a día nuevas cosas, también disfrutar el transmitir valores que los docentes me enseñaron”.
- Juan Villavicencio. “Ingresé a la orquesta a los 15 años; la conocía porque funcionaba en la escuela a la que yo concurría; curiosidad y amigos dentro de la orquesta me animaron a ingresar… Para mí, vivir de la música es totalmente una realidad. No sé si todo el mundo tiene la suerte de trabajar de lo que le gusta y sin que sea un pesar. Me ayudó no solamente en lo musical si no también en lo social, ya que conocí muchísima gente de la cual hoy me rodea e incluso tengo la posibilidad de ayudar a mis padres económicamente”.
- Ariel Fabián Santini (29), contrabajo. Trabaja en la OEB, a la que ingresó a los 15 años. “Soy del barrio El Carmen de Berisso, y llegué por medio de mis hermanos; ellos asistían desde antes. Dato importante: la Escuela 25 de El Carmen estaba cerca de mi casa”. “La música es un mundo muy amplio, nos deja elegir entre muchas posibilidades, libertad de horarios, libertad creativa. Permite desarrollar y explorar la propia personalidad”.
- Juan Maximiliano Herrera (31), clarinete. Trabaja en la Banda Militar “Paso de los Andes” del Regimiento de Infantería Mecanizado 7. Ingresó a la OEB a los 14 años: “Un día estaba en la escuela y pasaron unos profesores por el salón tocando unos instrumentos para ver si alguien quería anotarse en la orquesta. En ese momento quedé encantado y me anoté para clarinete”. “La verdad que significa mucho vivir de lo que uno ama hacer. Apenas entré al ejército, como ya tenía experiencia con la música me mandaron a la banda militar y me dieron la oportunidad de rendir para suboficial”.
- Federico Bruno Bisotto (17), contrabajo. Toca en la Camerata Académica del Teatro Argentino de La Plata. Ingresó a la OEB a los 10 años. “Hacía poco que había dejado mis clases de piano, y mi mamá encontró en las redes sociales a la orquesta escuela de Berisso, así que me mandó a elegir un instrumento, y como poco antes había soñado con un contrabajo, elegí ese… vaya coincidencia. Para mí, poder vivir de la música significa poder expresar los sentimientos de las obras musicales al público. Vivir de la música también significa vivir de lo que yo quiero y una forma de encontrar amigos del mismo rubro. Además, cómo la música me marcó la vida, yo quiero devolverle ese favor practicándola”.