“No puedes plasmar la vida de un hombre en dos horas, lo único que puedes hacer es dar una impresión de ella” esa es la frase central de Mank (2020). Un film que trae una propuesta muy interesante a este presente de colores y CGI, un viaje estético a una época del cine y a la realización de uno de las obras maestras del séptimo arte como fue El ciudadano Kane de 1941 de Orson Welles.
Centrada en el guionista Herman J. Mankiewicz, a quien da vida Gary Oldman, el film narra el proceso de escritura de El Ciudadano kane, y todos los elementos que dieron vida a una obra sobre de un magnate de los medios de comunicación y como su poder absoluto lo destruía. En el reciente estreno se puede ver la forma de vida de los grandes estudios de Hollywood desde la cínica mirada del legendario escritor.
Desde hace muchas décadas a Hollywood le han gustado los films que homenajean a la propia industria, de ahí obras como El último magnate (1976) de Elia Kazan, Sunset Boulevard (1950) de Billi Wilder, o más cercana en el tiempo Érase una vez en Hollywood (2019) de Quentin Tarantino. Si bien Mank posee un visible amor por el cine de los 30, este es en sí un pretexto para criticar el poder de los estudios y su influencia en la política de EE.UU.
Comenzar a hablar de David Fincher es un placer para quien les habla, sin duda uno de los mejores cineastas contemporáneos, y autor de grandes títulos como El club de la pelea (1999), Seven (1995) o La red social (2010). La estética de la película es un acierto desde el minuto cero; no solo por una estética de blanco y negro del viejo Hollywood, sino por tomar muchos recursos del film del que habla (Ciudadano Kane).
De este modo, podemos ver planos similares a la obra de Welles y constantes referencias. Pero Fincher no se queda ahí sino que la tipografía de los créditos emulan los de la época, generando que pasen por los de cualquier película de los 30, y va más allá usando una fotografía y música iguales. El homenaje total.
Merece un párrafo aparte el verdadero estandarte del film que es Gary Oldman, que gran carrera ha tenido ese hombre que a todos nos hizo delirar con su personaje de policía corrupto y demente en León, el profesional (1994). Su actuación es soberbia, y a diferencia de Las horas más oscuras (2017) donde es todo se apoya en él (y aun así ganó el Oscar) aquí se le da la posibilidad de respirar en el gran elenco que tiene, lo que lo ayuda a brillar más.
Definitivamente la gran novedad de la cinta es como cuenta su historia, recordemos que El ciudadano Kane contaba la historia de un magnate de medios llamado Charles Foster Kane, que era una clara metáfora de William Randolph Hearst un multimillonario de la prensa. Así como el film de 1941 criticaba como un hombre podía influir sobre la opinión pública solo por su dinero, el film de Fincher hace algo similar.
En la película vemos como los dueños de los estudios utilizan su poder para influir en la política (entre ellos el propio William Randolph Hearst), en el contexto de la depresión de los años 30. De este modo, la cinta nos cuenta la historia de un hombre fracasado pero talentoso, que pelea contra los titanes de la industria para esta vez tener el crédito por su obra maestra, en un mundo donde el dinero parece la única forma de concretar los sueños.
Ver que hubo detrás de una obra legendaria es algo que muchos amamos ver, pero Fincher nos lleva más allá. Entender cómo llegaron ahí las temáticas que se vieron en la pantalla y que consecuencias llevaban. Posiblemente esta sea de las películas más importantes de un año nefasto para el cine, pero que mejor que levantar el espíritu con una cinta que nos recuerda al cine en su estado más puro.