Hace muchos años mi mamá miraba una nota a Joan Manuel Serrat que realizaba un conductor español. No sabía quién era, pero se notaba que lo hacía muy bien, aunque en ese momento no tenía ni idea de lo que era lucirse haciendo preguntas. Años más tarde vi un video en YouTube de ese hombre hablando de las entrevistas que realizó en cárceles argentinas en los 80. Contó que al conocer al asesino en serie Robledo Puch este estaba en una celda de dos por dos con una biblia en la mano, y al verlo el preso le dijo “¿tú eres el loco de la colina?”. Desde ese momento supe que quería ser periodista.
Jesús Quintero -quien falleció ayer a sus 82 años- había nacido en Uelva, Andalucía, y fue posiblemente uno de los más grandes baluartes de la comunicación que he visto jamás. Comenzó su carrera en la radio en los años 60, pero su llegada a los medios masivos fue hacía comienzos de la década del 80, cuando realizó sus primeros dos grandes éxitos El hombre de la roulotte y El loco de la colina. Eran programas de entrevistas con una ambientación que, por sobre todas las cosas, buscaba expresar intimidad e introspección.
Sus programas eran la noche misma, eran el sigilo y la oscuridad, sólo en ese contexto podría alcanzarse el clima necesario para que una entrevista se volviera un espectáculo del pensamiento, una obra de arte basada en la comunicación. Su principal arma a la hora de interrogar era el silencio. “Yo no hago silencio por hacerlo en mis entrevistas, guardo silencio cuando el entrevistado dice algo y quiero que el espectador se quede con eso, o lo hago cuando sé que me está mintiendo, o lo intuyo. En el silencio todos somos inocentes y en el ruido todos somos víctimas”, decía.
Su programa que más me marcó fue Cuerda de presos, un viaje por las cárceles españolas (y algunas en Argentina) con entrevistas a delincuentes de todo tipo, ya que según las palabras de Jesús “un hombre condenado a 20 o 30 años de cárcel se merece ser escuchado con respeto al menos 10 minutos”. Una de sus notas más recordadas fue a Rafi Escobedo, acusado de haber matado a los marqueses de Urquijo, un matrimonio de aristócratas españoles que también eran sus suegros. En aquella nota había una persona totalmente superada por la situación, y que remarcaba una y otra vez que solo las drogas lo mantenían vivo. Unos días después de la publicación de la charla, Escobedo se quitó la vida. Su fantasma persiguió a Quintero el resto de su vida según sus propias palabras.
Del mismo modo, no puedo olvidar la nota a Francisco García Escalero, posiblemente la más inquietante que haya visto jamás. Aquel hombre era llamado “el mendigo asesino”, y admitía haber matado a las 14 personas por las cuales se lo condenó, aunque admitió haber matado a algunas más. No puedo olvidar cuando contó que a una de sus víctimas le quitó el corazón y llegó a morderlo. Quintero diría después: “Miedo realmente tuve ante la fría e impenetrable mirada de García Escaleno”.
Sin dudas, la entrevista que más recuerdo, y que considero la mejor que vi en mi vida fue aquella de su programa El perro verde, el cual tuvo una edición tanto en Argentina como en Uruguay. Fue en 1994 al futuro presidente uruguayo José “pepe” Mujica, donde hablaron del contexto de la época marcado por la detención del ex dictador chileno Augusto Pinochet en España, y la opinión negativa de Pepe a que un tribunal internacional tome decisiones en nuestros países. Aquella nota, ocurre en un silencio tan íntimo que lograba trasmitir un aura que logró hacer posible una pregunta extraordinaria de Quintero “Mujica ¿Quiénes son los enemigos de la vida?, a lo que el entrevistado respondió “los miedos que llevamos dentro, miedo a ser pobre, miedo a no tener”.
Hoy en día los medios han cambiado mucho con respecto a décadas atrás, mientras en los noventa los picos de rating alcanzaban los 50 puntos, hoy a duras penas superan los diez. Los jóvenes casi no ven televisión ni radio, pero eso sólo quiere decir que la comunicación ha cambiado, y Jesús Quintero es un baluarte para las futuras generaciones que nos enseñó que la calidad y la popularidad no están reñidas, y que podemos hacer productos útiles y bellos. Porque todo lo que hace un comunicador, debe tener como fin máximo decir algo que esté en función a la sociedad que nos permite comunicar, porque como el loco dijo una vez: “la televisión debe estar al servicio de los demás, todos estamos para los demás, sino la vida no tiene sentido”.