¿Quién es esa mujer de raza negra que aparece junto a Manuel Belgrano en el nuevo billete de 500 pesos argentinos, cuyo retrato (recién ahora) reluce en la Cámara de Diputados de la Nación y cuya fecha de muerte, el 8 de noviembre, fue instituida como el “Día de los afroargentinos y de la Cultura Afro”?
¿Quién es esa mujer de raza negra que fue reconocida como “la primera enfermera argentina” por la Cruz Roja de nuestro país, nombrada Capitana del Ejército del Norte por Belgrano, Sargento Mayor por Juan Manuel de Rosas y Madre de la Patria por los propios soldados que la vieron combatir ferozmente en las batallas de Tucumán y Salta, Vilcapugio y Ayohuma?
¿Quién es esa mujer de raza negra que tras la terrible derrota en Ayohuma, con heridas de bala y de sable en su cuerpo, fue hecha prisionera por los realistas, quienes la azotaron públicamente durante nueve días dejándole marcas de por vida y siete veces la tuvieron “en capilla” para ser ejecutada, pese a lo cual escapó y se sumó a las fuerzas de Martín Miguel de Güemes y Juan Antonio Álvarez de Arenales para cumplir nuevamente la doble función de combatiente y enfermera?
Sí, son muchas preguntas. Y es que más de 200 años de ocultamiento no se resuelven en un par de párrafos. Pero la respuesta empieza simple: Esa mujer es María Remedios del Valle Rosas (1766 – 8 de noviembre de 1847). Una afroargentina que desde 1807, cuando las segundas invasiones inglesas, se enroló en la lucha armada por la Independencia nacional junto a su marido y sus hijos, a quienes perdió en la cruzada, y fue reconocida por soldados y militares de rango como uno de los más valientes soldados que tuvo la Gesta Independentista.

Claro que tras la concreción de la independencia y antes de los (muy) tardíos reconocimientos vivió en la indigencia, vendiendo tortas fritas en las puertas de las iglesias porteñas y mendigando en las plazas, entre ellas, la Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo).
Lo que tuvo que atravesar para ser reconocida como una de las más valientes combatientes de la Revolución fue casi tan humillante como lo que vivieron sus antepasados, vendidos o rematados en el Puerto de Buenos Aires en los siglos XVI o XVII; como su infancia en la casa de alguna porteña familia patricia, y su posible nacimiento como fruto de una violación del “señorito” de la casa a su madre.
En fin, tarde pero seguro -consuelo imbécil si lo hay-, María Remedios hoy lleva consigo el merecido título de Madre de la Patria. Más de dos siglos después, y todavía con la fuerte resistencia del cipayismo reinante en nuestro país, la “Madre Patria” ha empezado a dejar su lugar a “la Madre de la Patria”, una feroz combatiente de raza negra reconocida por Belgrano, Güemes, Rosas, Juan Antonio Álvarez de Arenales, el general Juan José Viamonte, los generales Díaz Vélez, Pueyrredón y Rodríguez, los coroneles Hipólito Videla, Manuel Ramírez y Bernardo de Anzoátegui, Miguel Rabelo y el secretario de Belgrano Tomás de Anchorena, entre muchos otros.
En tanto, a tantos que han dedicado su vida y su posición de clase a vender el país al mejor postor se los entronizó -y entroniza aún- como “próceres”.

1766, nace María Remedios
Las profesoras Berta Wexler y Graciela del Valle Sosa, miembros de la Revista de Historia Regional del Instituto Superior del Profesorado Nº 3 “Eduardo Laferriere” de Villa Constitución, publicaron en Campus Universitario, portal del Ministerio de Educación, que “las investigaciones de Daniel Brión (2016) indican que no se han encontrado datos de bautismo de María, así como tampoco que el apellido del Valle sea de la familia apropiadora, como era costumbre en la época”.
“También, que fue criada en el barrio de Monserrat, que huyó de la casa al morir su madre y al enterarse de que era hija del apropiador, producto de una violación. Ella formó su familia con su esposo y dos hijos, uno propio y otro del marido”.
“En 1807 se presentó para realizar trabajos de enfermería, con la intención de auxiliar a quienes defendieron la ciudad de Buenos Aires durante la segunda invasión inglesa. Según consta en el Archivo General de la Nación, ello corrobora el Comandante del Tercio de Andaluces, Don José Merelo, quien declara que María Remedios estuvo con su esposo en el Escuadrón de Caballería de la Defensa de Buenos Aires, concretamente en la División Centro”.
Combatiente desde 1810
Cuenta el historiador Felipe Pigna que la incorporación de María Remedios del Valle “se descubre” tras la terrible derrota del ejército de Belgrano en la batalla de Ayohuma.
“El caso de Ayohuma muestra la presencia, entre varias mujeres, de una morena porteña que estaba ‘enlistada’ en el Ejército del Norte desde tres años antes. Se llamaba María Remedios del Valle. Y desde el 6 de julio de 1810, cuando partió la primera expedición destinada al Alto Perú al mando de Ortiz de Ocampo, acompañó a su marido, a un hijo de sangre y a otro adoptivo, los tres muertos en esas acciones”.
“La ‘parda’ María, como se la menciona en algunos partes militares, combatió en Huaqui (julio de 1811), vivió las peripecias de esa trágica retirada del Alto Perú, y luego fue protagonista del heroico éxodo jujeño”.
“Volvió a combatir en las gloriosas victorias de Tucumán y Salta y en las trágicas derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, siempre junto a su general Belgrano que la había nombrado capitana…”
La batalla de Tucumán fue decisiva en el reconocimiento a María Remedios, realzan Wexler y Del Valle Sosa. “Llegaron a Tucumán para dar batalla y María Remedios solicitó a Belgrano participar en el auxilio de los heridos, pero tuvo una negativa rotunda ya que él no admitía ‘mujeres en el campo de batalla’. No obstante, esas ideas no la detuvieron: Ante la negativa, ella se refugió primero en la retaguardia y actuó como pudo auxiliando a los caídos, unas veces, y otras empuñando las armas. Por eso, los soldados la apodaron Madre de la Patria”.
“Al darse cuenta Belgrano de su desobediencia y, al mismo tiempo, de su acción valerosa, la ascendió a Capitana del Ejército. La batalla de Tucumán, librada el 24 de septiembre de 1812, fue el gran triunfo patriota considerado como el ‘Sepulcro de la Tiranía’”.
Vale recordar que las victorias de Tucumán y Salta, a la postre medulares en el proceso Independentista, fueron posibles merced a que Belgrano desobedeció las directivas de Buenos Aires que le ordenaban retirarse y bajar hasta Córdoba.

“Sacando fuerzas de donde ya no había”
“Siempre con un grito de aliento, curando heridos, sacando fuerzas de donde ya no había. (María Remedios) se fue desgarrando con la pérdida de su marido y sus hijos. (Luego de la derrota en Ayohuma) fue tomada prisionera por los realistas Pezuela, Ramírez y Tacón, que la condenaron a ser azotada públicamente a lo largo de nueve días. Pero María pudo fugarse de sus verdugos y reintegrarse a la lucha contra el enemigo operando como correo en el peligroso territorio ocupado por los invasores (…) Un expediente de la época señala, entre otras cosas, que estuvo siete veces en capilla, o sea, a punto de ser fusilada”.
A lo largo de su carrera militar recibió seis heridas graves de bala, otras de sable y el brutal castigo de los españoles cuando estuvo cautiva. “No fue nada fácil que las autoridades de Buenos Aires le reconocieran el grado de Capitana” que le había otorgado Belgrano en el campo de batalla. Hay que recordar que los porteños veían con recelo a Belgrano, Güemes y San Martín por su negativa a volver las armas contra los federales, desatendiendo la Gesta emancipadora, que en el Puerto de Buenos Aires mucho no entusiasmaba.
La historia naif de las niñas de Ayohuma
Wexler y Del Valle Sosa resaltan que “recorriendo la bibliografía y textos especializados, podemos observar que se ha idealizado la escena de las bautizadas como niñas de Ayohuma socorriendo a los soldados con cántaros de agua, al punto que algunos autores distorsionan la realidad” en forma flagrante (…) “También lo hicieron con el color de piel de María Remedios; en muchas ocasiones su color pardo cambia por el blanco, como así también sus rasgos”.
“Las iconografías de ella en los libros de la escuela primaria de nuestras generaciones ocultaron el carácter de combatiente y quisieron demostrar sólo la ayuda humanitaria a los heridos, asignándole un rol maternal: ofreciendo agua, cuidando heridos, y sin mencionar el nombre. Las imágenes de las ‘Niñas de Ayohuma’ omiten en todo momento su rol en la lucha armada. De este modo, sólo se aprecia sesgadamente el valeroso accionar de ella y otras mujeres que lucharon por la independencia”.
Primera Enfermera Argentina
La Cruz Roja de nuestro país la reconoce como la primera enfermera argentina. Y también gracias a María Remedios, el día 8 de noviembre de 2013 ha sido establecido por Ley Nº 26.852 como el “Día de los/las afroargentinos/as y de la Cultura Afro” en memoria del fallecimiento de esta gran luchadora en la Guerra de la Independencia.
Mendiga
“Cuentan que un día el general Viamonte vio una mujer harapienta limosneando, y al acercarse a darle una moneda exclamó: ‘¡Es la Capitana, es la Madre de la Patria!’. Poco después, desde su banca en la legislatura insistió junto a otros compañeros de armas para que se hiciera justicia con la querida María”.
“Viamonte argumentó: “(…) es singular mujer en su patriotismo. Ella ha seguido al Ejército del Perú en todo el tiempo que tuve el mando en él: salió de Buenos Aires con las tropas que abrieron los cimientos de la independencia del país. Fue natural conocerla, como debe serlo, por cuantos hayan servido en el Perú. Infiero las calamidades que ha sufrido, pues manifiesta las heridas que ha recibido; no puede negársele un respeto patriótico. Es lo menos que puedo decir sobre la desgraciada María de los Remedios, que mendiga su subsistencia” (Aníbal Jorge Luzuriaga y Julio Arturo Benencia, Formación castrense de los hombres de armas de Belgrano, Instituto Belgraniano Central, Buenos Aires, 1980, pág. 118).

Rosas
El gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, fue quien decretó su jerarquía de Sargento Mayor. Le aumentó su pensión a 30 pesos, un aumento sustancial para la época, y en gratitud hacia quien la sacó de la miseria, ella cambió su nombre a María Remedios del Valle Rosas.
Con otra visión, Felipe Pigna opinó que “tantos papeles, tantas palabras laudatorias, se tradujeron en 30 míseros pesos mensuales. La Madre de la Patria se las tenía que arreglar con un peso por día en una ciudad bastante cara, donde la carne costaba dos pesos la libra y la yerba 70 centavos”.
Luego sugirió que “no estaría mal que a las aulas de nuestras escuelas haga su ingreso la Madre de la Patria y reemplace definitivamente a la Madre Patria española, que, según sabemos, se trata de una madre adoptiva apropiadora, ya que no hay datos del parto y sobran los testimonios sobre actos de secuestro, robo y supresión de identidad”.
María Remedios del Valle Rosas murió el 8 de noviembre de 1847 sin haber recibido en vida el reconocimiento por su colaboración en la Guerra de la Independencia argentina. La narrativa histórica tampoco le había dado -hasta ahora- el lugar que se merece junto aquellos héroes y heroínas comprometidos, valientes y generosos que han puesto su vida entera al servicio de la Patria.