Para muchos es casi un hecho que en la historia de la Iglesia Católica no habrá otro Papa argentino; máximo representante de Dios en la tierra, heredero de Pedro apóstol, líder del catolicismo planetario. Un enorme orgullo que se potencia por tratarse del Sumo Pontífice más progresista que se ha conocido en décadas. Sin embargo, y aunque al ser elegido en 2013 muchísimos festejaron por estos lares con bombos y platillos, poco a poco y hasta hoy en día se han encargado y se encargan de invisibilizarlo hasta donde les es posible. ¿Por qué?
Una primera lectura, válida aunque parcial, dice que (increíble pero real) la prensa hegemónica y la derecha política inscribieron al protagonista de un hecho histórico, único, que sería motivo de gozo y movilización permanentes en cualquier otra sociedad, en la falsa grieta que divide a los argentinos y argentinas.
(Vale una aclaración. Solemos calificar a la grieta como falsa no porque no exista, sino porque fue armada con fines de política mezquina y en base a falsos argumentos. A fuerza de ser reiterativos: seguir planteando el dilema argentino en términos de peronismo-antiperonismo y/o de K-antiK es tan anacrónico como un Ford T)
“No es noticia que muera de frío un anciano en la calle y sí lo es una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. Cultura del descarte. Vivimos en la idolatría del dinero”
El 13 de marzo de 2013, a las 19:05, salió humo blanco de la chimenea de la Capilla Sixtina. Jorge Bergoglio era el nuevo Papa.
“¡Vamos todavía! ¡Lo que daría por verle la cara ahora!, exclamó mi jefa en la oficina. ¿Por verle la cara a Bergoglio?, me pregunté. No. Se refería a Cristina Fernández de Kirchner. Varios de quienes compartíamos el lugar nos sentimos confundidos entre la enorme alegría generada por la noticia y aquella expresión, que fue acompañada por sonrisas cómplices de confesos antiperonistas. En rigor, antikirchneristas». Así relató alguien, hace unos años en su cuenta de Facebook, lo que vivió aquel día histórico. Un breve pero revelador relato de la miopía de un sector de la sociedad que, hasta hoy en día, sigue sin caer en la cuenta de que la persona más popular del mundo es argentina. Pero nos la han robado.
Minimizar al Papa hasta el infinito poniéndolo en la grieta política argentina es síntoma de una enfermedad que ya parece incurable: el ninguneo sistemático de Francisco por parte de la mitad del país. La mitad donde anida el poder económico.
Resulta que Jorge Bergoglio había tenido diferencias con Cristina Fernández antes de llegar al trono de Pedro. Pero el Papa Francisco la recibió con honores en Roma, así como recibió de muy mala gana a Mauricio Macri.
En el brevísimo párrafo anterior residen, en apariencia, todas las razones por las cuales Argentina se está perdiendo no solamente a un Papa, sino a uno de los mejores que se recuerden. Lo saben muy bien en el resto del mundo, donde Francisco es el personaje más popular del planeta, de acuerdo a todas las encuestas de opinión.
Razones profundas: su combate al neoliberalismo
Todas las razones superficiales, claro está. Porque las profundas, las que hacen que Francisco tampoco caiga muy en gracia en los ámbitos más favorecidos de sociedades de otras latitudes, tienen un claro ejemplo en Evagelii Gaudium (La alegría del Evangelio), su primer texto escrito como Sumo Pontífice. Una exhortación apostólica de 142 páginas publicada el martes 26 de noviembre de 2013.
Allí, Francisco dio la pauta de lo que repetiría una y otra vez hasta la actualidad: “Tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la desigualdad. Esa economía, mata”.
“Algunos todavía defienden las teorías del derrame, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando”, sentenció entonces Francisco.
«El desequilibrio social proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera”
Una campaña feroz de los medios hegemónicos logró que para el ciudadano de a pie -no peronista- dejara de existir un Papa argentino. El heredero de Pedro apóstol, el máximo representante de Dios en la tierra, había pasado a ser K (así de ridículo). Para el poder económico, esa postura de gran parte de la sociedad era fundamental en función de sus intereses reales: invisibilizar el discurso de Francisco contra el neoliberalismo y la economía de mercado, a la cual, sin vueltas, calificó de asesina.
En Evagelli Gaudium puntualizó, por ejemplo, que el actual sistema económico no sólo es “injusto desde su raíz” sino que “mata”, porque predomina en su esencia la ley del más fuerte.
“No es noticia que muera de frío un anciano en la calle y sí lo es una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. Cultura del descarte. Vivimos en la idolatría del dinero”, a lo que se añade “una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales”.
El desequilibrio social “proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera”. Y esas ideologías están negando “el derecho de control de los Estados encargados de velar por el bien común”, dijo, para promover una “Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, no se resolverán los problemas del mundo”, subrayó.
Ese primer golpe sobre la mesa de un jesuita que rechazó todos los privilegios de sus antecesores (ver la película Los dos Papas) fue un disparo al poder económico en su línea de flotación.
Así las cosas, a nivel local se inoculó en gran parte de la sociedad la idea del Papa peronista-kirchnerista, a fin de poner la lupa de la visita del ex presidente Mauricio Macri al Vaticano en el look de su esposa, Juliana Aguada, y no en la advertencia velada (pero no tanto) de Francisco sobre que el gobierno que inició en diciembre de 2015 estaba recreando peligrosamente el clima social de 1955 (efecto que dura hasta la actualidad).
A favor de la unión civil LGBT
Claro que Francisco, con el tiempo, demostró que está (en realidad, siempre estuvo) muy por encima de ese chiquitaje político.
Sus palabras y acciones se corresponden con el espíritu más profundo de los evangelios y con la doctrina social de la Iglesia, tan olvidada por miles de curas, obispos y arzobispos desde los 90 en adelante cuando, al galope de su lucha ciega contra el comunismo, Juan Pablo II desbancó a todos los religiosos latinoamericanos inscriptos en la Teología de la Liberación, abriendo de par en par las puertas para el desembarco de iglesias que han hecho y siguen haciendo un enorme daño (la Iglesia Universal del Reino de Dios, por caso, fue clave en la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil).
El 5 de febrero de 2020, en un seminario que dictó en Roma, Francisco dijo ante un auditorio repleto de hombres y mujeres que a diario deben tomar decisiones que benefician o perjudican la vida de las personas, como la directora del FMI, Kristalina Georgieva, y el entonces ministro de Economía argentino, Martín Guzmán, que “no es lícito exigir el pago de deudas” si ello implica “imponer de hecho opciones políticas que llevaran al hambre y la desesperación a poblaciones enteras”.
“El mundo es rico, y sin embargo los pobres aumentan a nuestro alrededor. (Unos) cinco millones de niños menores de cinco años morirán este año a causa de la pobreza (…) Si existe la pobreza extrema en medio de la riqueza es porque hemos permitido que la brecha se amplíe hasta convertirse en la mayor de la historia (…) Necesitamos trabajar juntos para cerrar las guaridas fiscales, evitar las evasiones y el lavado del dinero que le roban a la sociedad”, apuntó.
Debemos construir «una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, no se resolverán los problemas del mundo”
Francisco llegó a encuadrar dentro de las “estructuras de pecado” a los “repetidos recortes de impuestos para las personas más ricas, justificados muchas veces en nombre de la inversión y desarrollo; paraísos fiscales para las ganancias privadas y corporativas, y la posibilidad de corrupción por parte de algunas de las empresas más grandes del mundo, no pocas veces en sintonía con el sector político gobernante” (crónica de Julián Blejmar, 8 de marzo de 2020).
Es el mismo Papa que bendijo las uniones civiles de personas del mismo sexo; que emprendió una cruzada inédita a nivel del Vaticano contra el cambio climático; que pidió públicamente que la vacuna contra la Covid-19 esté regulada por la sanidad pública y “no por el libre mercado”; que en su visita a las catacumbas de Santa Priscila, en Roma, advirtió enfáticamente que “los cristianos no tenemos un lugar privilegiado en la vida. Algunos quieren tenerlo. (Esos) son los proclamados cristianos cualificados, que al final caerán porque no tienen consistencia”.
Demasiado duro para los eternos beneficiarios del poder (fuera y dentro de la Iglesia), que deben extrañar horrores a los religiosos que hablan de “cuestiones celestiales”, bien lejos del ejemplo y la palabra de Jesucristo.
“No es lícito exigir el pago de deudas” si ello implica “imponer de hecho opciones políticas que llevaran al hambre y la desesperación a poblaciones enteras”
En la tierra bíblica por excelencia
“Los viajes del Papa Francisco se han diferenciado de los de sus antecesores porque no han tenido como destino los grandes centros católicos del mundo -Europa, Sudamérica y regiones de África-, sino que ha viajado allí donde los cristianos son minoría”.
Así comenzó la crónica de la BBC sobre el histórico viaje de Francisco a Irak. Viaje que todos le dijeron que no realice por cuestiones de seguridad. Pero lo hizo porque el cristiano que busca seguridad no es cristiano.
Una voz muy potente contra el cambio climático
¿Qué motivos llevaron a Francisco a convertirse en el primer Papa de la historia en visitar Irak, pese a que allí se encuentra la iglesia cristiana más antigua del mundo?
Por un lado, en la región de Ur nació Abraham, el padre de las tres principales religiones monoteístas del mundo (cristianismo, islamismo y judaísmo).
Por otro lado, desde la invasión de EEUU en 2003 y hasta 2019, la comunidad cristiana iraquí se redujo en un 83% (de más de 1,5 millones de cristianos a sólo 250 mil). Se estima que al menos un millón huyeron a causa de los conflictos internos originados por la invasión o desplazados por grupos islamistas radicales. Miles fueron asesinados por ser cristianos (ver nota La masacre de cristianos de la que nadie habla. ¿Por qué?).
“El mundo es rico, y sin embargo los pobres aumentan a nuestro alrededor. Unos cinco millones de niños menores de cinco años morirán este año a causa de la pobreza (…) Si existe la pobreza extrema en medio de la riqueza es porque hemos permitido que la brecha se amplíe hasta convertirse en la mayor de la historia (…) Necesitamos trabajar juntos para cerrar las guaridas fiscales, evitar las evasiones y el lavado del dinero que le roban a la sociedad”
En la catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Bagdad, que en 2010 fue escenario de la más sangrienta toma de rehenes contra los cristianos iraquíes, con 53 muertos, Francisco homenajeó a las víctimas remarcando que “nuestros hermanos y hermanas han pagado el precio extremo de su fidelidad al Señor y a su Iglesia”.
Además, la presencia cristiana en Irak coincide con la aparición de esta religión en la historia de la humanidad. De hecho son muchas más las localidades y lugares nombrados en la Biblia que están ubicados en ese país que aquellos que se ubican en la llamada Tierra Santa de Israel y los territorios palestinos.
Asimismo, el líder del catolicismo mundial cree fervientemente en la necesidad de que las religiones monoteístas se acerquen y apoyen.
«Un Papa que no parece Papa»
“Francisco es un Papa que no parece un Papa. No duda en confesar sus faltas en público (‘reaccionaba sin escuchar’, ‘actuaba autoritariamente’, ‘era precipitado en mis juicios y acciones’), se define políticamente (‘jamás he sido de derecha’), no tiene pelos en la lengua (‘el actual sistema económico nos está llevando a la tragedia’) ni elude los temas más escabrosos para la jerarquía eclesiástica (‘no se puede hablar de la pobreza sin experimentarla’), escribió en 2013 el periodista español Miguel Máiquez en un artículo titulado “Francisco, ¿un antipapa o un Papa como Dios manda?”.
Lo cierto es que, por mezquinos intereses políticos y económicos, a millones y millones de argentinos y argentinas nos están privando de disfrutar a pleno del que (casi) seguramente será el único Papa nacido en estas tierras, y que sin dudas será recordado como uno de los mejores Papas de la historia.
Era casi un hecho que nunca hubiera habido un Papa argentino antes de Francisco. Casi una ficción de sci-fy. Por lo que si hay uno hoy puede haber otro mañana. Realmente ha quedado demostrado que Dios obra de maneras misteriosas y, en todo caso, quiza la designación de un Sumo Pontífice este más relacionada con la política entre los Hombres.