Por estas horas la falta de dólares es el principal argumento oficial que explica la disparada de la inflación y si bien en mayo se redujo al 7,8%, de la marca más alta del actual gobierno que tocó el 8,4% en abril, de todas formas representan las cifras más elevadas desde la salida de la convertibilidad.
Según diversos analistas la desaceleración de la inflación en mayo estuvo especialmente motivada por la relativa calma cambiaria del mes pasado, donde los dólares financieros fueron contenidos por la drástica intervención oficial vendiendo bonos, lo que puso un freno a la disparada de los meses previos.
En este contexto explican que la suba del rubro alimentos y bebidas del 5,8%, el más bajo salvo el rubro educación estuvo directamente relacionado a esa relativa “paz” cambiaria.
Resulta que según un estudio de la consultora PcQ del ex viceministro de Economía Emmanuel Álvarez Agis, el rubro de los alimentos está alineado a la evolución del dólar oficial, mientras que otros sectores, como ser calzado, indumentaria, productos de tecnología y autos de alta gama se mueven al compás de los dólares financieros.
De allí que una posible devaluación de la moneda, que impulsan los principales postulantes a la presidencia de Juntos por el Cambio o la dolarización de Javier Milei, (más allá de las dificultades técnicas de su implementación por falta de dólares), resultarán en una durísima transferencia de recursos de los sectores bajos y medios de la población a favor de empresas e individuos con alta tenencia de billetes.
UNA SALIDA FINANCIERA
El propio ministro de Economía Sergio Massa cuestionó la necesidad de actuar en forma mendigante ante los organismos de crédito internacional ante la falta de dólares provocada por el feroz endeudamiento del gobierno de Macri, pero también ante la falta de previsión del equipo económico de Martín Guzmán, incapaz de crear un fondo anticíclico con los enormes saldo comerciales favorables de los años 2020, 2021 y 2022, que rondaron los 35.000 millones de dólares.
Pero más allá de las críticas respecto de lo que se podría haber hecho, el tema es cuáles son las opciones que se presentan de cara a un futuro próximo si se quiere mantener el ritmo de crecimiento de la economía y evitar futuros ahogos financieros.
Y al respecto es incomprensible que los argentinos sigan sufriendo escasez de dólares cuando se estima que a finales del 2022 alrededor de 427.000 millones de dólares los activos externos de residentes en el país, esto es bastante más de medio producto bruto, buena parte de los cuales, unos 247.000 millones dólares no están declarados es decir que están en negro.
Esta acumulación de dólares de particulares, forma parte de una larga tradición derivada de los procesos inflacionarios y de la capacidad de ahorro de distintos sectores de la población que no confían en los bancos, ni en el estado, en especial luego de las traumáticas experiencias del plan Bonex de Ermán González y del corralito de Domingo Cavallo, verdaderas exacciones a los ahorristas.
Así no es extraño que quienes necesitan ahorrar para gastos futuros apelen al dólar como reserva de valor.
LA OPCIÓN DEL ORO
Cualquiera que recorre los canales de televisión abiertos o por cable podrá observar que las propuestas de comprar oro “a precios internacionales” se reproducen. Es decir no sólo que los argentinos guardamos una inmensa fortuna en dólares improductivos, sino que también se están vendiendo las joyas (literalmente) de la abuela en una sangría interminable que una vez más sale del país, sin beneficios para el Estado y gran parte de la población.
Este fenómeno se da cuando buena parte de los Banco Centrales del mundo están acumulando reservas en oro, como una forma de blindarse ante la inestabilidad y el deterioro inflacionario de las dos monedas líderes del sistema financiero internacional, el dólar y el euro.
Y en este contexto es inexplicable que las autoridades económicas no busquen hacerse de todo el oro posible para incrementar las arcas exhaustas del Banco Central, en especial cuando esas compras pueden efectuarse en pesos. Algo así también podría pautarse con las empresas mineras que quieran radicarse en el país, a las cuales podría cobrarse los derechos de exportación u otras regalías lisa y llanamente en oro.
La medida podría parecer poco relevante. Sin embargo habría que considerar que las pérdidas de reservas diarias muchas veces no superan algunos millones de dólares, pero que en el acumulado resulta una sangría dolorosísima.
Lo cierto es que pocos saben que Argentina es un país con dos monedas legales. Por un lado el peso y gracias a la nunca derogada ley 1.130, también cuenta con el argentino oro. Este cotiza trimestralmente en el Banco Central pero su aprovechamiento es muy bajo, dado que históricamente se apeló al dólar, que se utiliza cada vez más en un creciente número de transacciones, como ser inmobiliaria, turismo, insumos, etc.
Es decir se produce un daño estructural en la economía, porque el ahorro en moneda extranjera no contribuye a estabilizar la macroeconomía y por el contrario, termina siendo un factor de desestabilización.
En este contexto existe una posibilidad que podría ofrecer el sistema financiero nacional, que hoy nos permite con mucha facilidad ahorrar en moneda extranjera. Esa alternativa consistiría en que haya acceso a una caja de ahorro de argentinos oro y otra opción sería crear una moneda virtual referenciada al valor del argentino de oro.
Esta moneda atada al valor del metal que fue creada por la ley en el año 1881, bajo el criterio del patrón oro, tiene el valor del oro mineral con una pureza de 0,900 de 8,0645 gramos. Según un interesante artículo de Pablo Germán Ares de la Fundación Pueblos del Sur, no sería necesario acuñar el argentino oro, sino que el Banco Central emita un certificado de tenencia garantizado con reserva de oro, y expresado en las nuevas cajas de ahorro de todas las entidades del sistema financiero y cuando se decida salir de dicha inversión se pague el valor en pesos, que estaría garantizado. Para hacerlo la cotización tiene que seguir siendo oficial, pero ya no trimestral sino en tiempo real, y con un mecanismo relacionado a la cotización del oro.
A fines del año pasado el Banco Central tenía 61,74 toneladas de reservas de oro, sólo contabiliza lingotes de mineral refinado en bóveda y los certificados de tenencia en otras entidades. Y al último balance del Banco Central las reservas en el mineral eran de algo más 940 mil millones de pesos. El trabajo señala que si se llegase a captar con el argentino oro el 50% de lo que se ahorra en dólares, el Banco Central podría duplicar sus reservas de oro en el término de un año, sin otro esfuerzo que ajustar algunas cuestiones técnicas y encauzar la tendencia de poseer una moneda fuerte nacional y liberar la moneda norteamericana sólo para ser utilizada en importaciones que necesite el sistema productivo.
Hay una oportunidad y un desafío de revalorizar un bimonetarismo nacional dando la posibilidad de ahorrar en el argentino oro, que tiene un valor intrínseco por su conversión legal al oro (que no sucede con las monedas extranjeras) y con un tratamiento impositivo puede ser transformado en una opción competitiva para el ahorro individual.
Argentina no atraviesa una crisis económica. La crisis es financiera y cualquier iniciativa rentable para transformar el bimonetarismo con el dólar destructivo en una posible salida financiera debe ser bien recibida y explorada en todas sus posibilidades. Generar reservas en pesos puede ser una opción posible de implementar no como salida única, pero si como alternativa a tanto intentos frustrados que conlleva el endeudamiento externo y a aventuras de consecuencias imprevisibles.