María Elena Walsh poeta. María Elena Walsh escritora. María Elena Walsh compositora. Dramaturga. Cantautora. María Elena Walsh inmensa, inabarcable.
Como se necesita escribir un libro para contar a María Elena Walsh y esto no lo es, nos zambullimos en la María Elena cantautora. Así y todo, nos vemos obligados a acotar más aún el universo. Y entonces nos remontamos a nuestra infancia. Porque en la infancia de generaciones ella estuvo presente enseñándonos a crecer. Y de la mejor manera: mientras cantábamos y nos divertíamos.
“Manuelita vivía en Pehuajó…” ¿Qué es Pehuajó? “Nadie supo bien porqué, a París ella se fue…” ¿Qué es París? Y qué es Europa. ¿Y malaquita?
Las preguntas que provocaban las canciones de la artista nacida en Ramos Mejía, La Matanza, el 1 de febrero de 1930, generaban un ida y vuelta en las casas y en las escuelas que lo dejaban a uno un poquito menos burro.
Burros eran todos los chicos de Gulubú, porque los había embrujado el brujito de ese país imaginario. “Pero un día llegó el doctor manejando un cuatrimotor … Y todas las brujerías del brujito de Gulubú se curaron con la vacú… con la vacuna luna luna lu…”. Así, disparando nuestra imaginación hasta el infinito, dibujando y pintando paisajes de mil formas y colores en nuestras cabecitas, al ritmo de una perfecta mezcla de folclore, jazz, tango y rock, la autora de la impresionante carta “Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes” a la dictadura cívico-militar en agosto del ‘79, nos iba quitando el miedo a las pichicatas al mismo tiempo que inculcando el amor y respeto a la ciencia.
Canción de la vacuna
También nos concientizaba sobre la matanza de animales y animalitos desde la voz de la Pájara Pinta, quien nos contaba que era “viuda del Pájaro Pintón… Mi marido era muy alegre y un cazador me lo mató, con una escopetita verde el día de San Borombón”.
Hija de Enrique Walsh, un inglés que trabajaba en el porteño Ferrocarril Oeste y gustaba de tocar el piano, y de Lucía Elena Monsalvo, quien tenía sangre argentino-andaluza, María Elena ingresó a los 12 años a la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, ubicada en el capitalino barrio de Barracas.
Pronto destacó como una adolescente tan introvertida como inteligente, dueña de una temprana vocación poética y una lírica que impactó a los mayores. De hecho, a los 14 años ya escribía y a los 17 le editaron su primer libro de poemas, Otoño imperdonable, que contó con elogios de escritores como Juan Ramón Jiménez, Silvina Ocampo, Borges y Neruda.
En esos tres años ya había dejado en shock a muchos con la obra “Término”, donde asumía la finitud de su existencia con una poética conmovedora para una niña de su edad: “Todas las cosas deben florecer. Que el augurio se nutra de mi sangre y cumpla mi presente. Como él es el paisaje que habitará mi dolor, yo soy un sitio que habitará la muerte”, finalizaba.
El reino del revés
Creció en Morón, en una casa grande que contaba con animales de granja, árboles frutales, mascotas -los gatos fueron siempre su debilidad-, mil plantas y flores de todos los colores y tonos, un ambiente que la hacía sentir tal como era su alma: libre.
En 1952, María Elena formó con la cantante folklórica tucumana Leda Vadallares el dúo Leda y María. Habían entablado su relación a través de cartas un par de años antes. Juntas se fueron a París -antes que Manuelita-, donde tuvieron un marcado éxito interpretando música argentina de la zona andina. Regresaron en 1956 y siguieron actuando en el país, hasta que diferencias artísticas las llevaron a tomar caminos divergentes. Así también llegó al final la relación sentimental entre ambas.
Canción del pescador
Compromiso y coraje
María Elena tenía la capacidad de hacernos volar. O nadar. Tan imaginativa fue su poesía infantil y tan expresiva ella al cantar, que resultaba imposible no montarse al pez que cada uno inventaba en su cabeza para surcar el cielo, o tomarse del ala de un pájaro para nadar en el río o en el mar. Y de ese modo nos enseñaba que había un mundo del revés.
Seguramente eso nos ayudó a muchos a crecer con menos sobresaltos. Aunque con el paso de los años también fue -y sigue siendo- muy duro comprobar que el mundo está cada día más del revés, y sin muchos indicios de cambio.
María Elena era un alma libre, que amaba el conocimiento y promovía desde sus poesías y canciones el estudio. Así aprendimos qué era Humahuaca y, al mismo tiempo, que era posible aprender más allá de las circunstancias, como la Vaca estudiosa que fue a la escuela siendo muy vieja y sorda y, mientras los niños hacían lío y hasta la maestra se asustaba, terminó como la mejor de la clase.
La vaca estudiosa
La obra infantil de Walsh fue tan vasta como rica, a punto tal que está considerada como uno de los hechos culturales más disruptivos de la historia argentina. Se condensó mayormente en los años ‘60, o al menos en ese periodo escribió las piezas más exitosas. Canciones para mirar, de 1963, “publicado tanto en libros como en discos”, marcó “un hito en la cultura nacional”.
La vaca estudiosa, La mona Jacinta, El gato Confite, Milonga del hornero, La bruja, Canción del pescador, La familia Polillal, La pájara Pinta, Canción de la vacuna, En el país de Nomeacuerdo, Manuelita la tortuga, El reino del revés, son apenas algunas de las canciones más conocidas.
Antes de que comenzara la década del ‘60, María Herminia Avellaneda le propuso que fuera la guionista de programas infantiles de TV. Fue así que lo hizo para “Buenos días Pinky”, programa que estuvo poco tiempo en el aire pero que alcanzó un éxito tal que María Elena recibió dos Martín Fierro y el premio de la Sociedad General de Autores de la Argentina.
Canciones para mirar
El “País-Jardín de Infantes”
Tremendamente angustiada y abrumada por la represión de la dictadura cívico-militar, en 1978 decidió dejar de actuar. Y el 16 de agosto de 1979 escribió la carta “Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes”, que publicó en el diario Clarín, de la cual aquí compartimos solamente tres fragmentos:
“Hace tiempo que somos como niños y no podemos decir lo que pensamos o imaginamos. Cuando el censor desaparezca, ¡porque alguna vez sucumbirá demolido por una autopista!, estaremos decrépitos y sin saber ya qué decir. Habremos olvidado el cómo, el dónde y el cuándo y nos sentaremos en una plaza como la pareja de viejitos del dibujo de Quino que se preguntaban: ‘¿Nosotros qué éramos…?’…
“El ubicuo y diligente censor transforma uno de los más lúcidos centros culturales del mundo en un Jardín-de-Infantes fabricador de embelecos que sólo pueden abordar lo pueril, lo procaz, lo frívolo o lo histórico pasado por agua bendita. Ha convertido nuestro llamado ambiente cultural en un pestilente hervidero de sospechas, denuncias, intrigas, presunciones y anatemas. Es, en definitiva, un estafador de energías, un ladrón de nuestro derecho a la imaginación, que debería ser constitucional…
“…La firmante se preocupó por la infancia, pero jamás pensó que iba a vivir en un País-Jardín-de-Infantes. Menos imaginó que ese país podría llegar a parecerse peligrosamente a la España de Franco, si seguimos apañando a sus celadores. Esa triste España donde había que someter a censura previa las letras de canciones, como sucede hoy aquí y nadie denuncia…”
Feminista y luchadora, María Elena era tímida y muy celosa de su mundo interior, por lo que prácticamente no tenía contacto con la prensa. Sin embargo, alguien que la conocía muy bien le contó a Emilio del Guercio, quien fuera bajista y vocalista de Almendra y Aquelarre, que la letra de Como la cigarra se refería en realidad a la muerte y resurrección del alma de los artistas, de acuerdo a las buenas o malas reacciones del público hacia sus obras. No obstante, se terminó convirtiendo durante el reinado del terrorismo de Estado en una bandera de lucha contra los tiranos.
Manuelita la tortuga
También bajo la dictadura, Walsh publicó en la revista Humor, hacia 1980, el “manifiesto” Sepa por qué usted es machista, el cual consta de 24 puntos imperdibles, con algunos que destacaremos:
“(Usted es machista) Porque le falta el principal de los sentidos: el del humor.
Porque cree todo lo que le dicen los medios (o miedos) de difusión de la Argentina actual, y ya tiene el cerebro más lavado que mate cebado por un polaco.
Porque usted es burro, y en lugar de corregirlo con tiempo y esfuerzo lo disimula con agresividad.
Porque en el fondo es antisemita, antinegro, antiobrero, antijoven, pero como eso ya no corre se desquita con la misoginia, que aquí y ahora viene con premio (pero no se descuide: por poco tiempo más).
Porque usted ama el orden por sobre todo y cada cosa en su lugar: las mujeres en la cocina (o en cueros en tapas de revistas) y Pinochet, Castro y García Meza en el poder.
Porque cree que la inepcia es cuestión de sexo, que es como creer en la cigueña o en elecciones inminentes”.
Por esos años también publicó crónicas de viajes por Europa y América junto a la fotógrafa Sara Facio, su pareja y compañera de proyectos artísticos.
Recibió incontables galardones nacionales e internacionales: Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires; Premio Konex de Platino y de Honor en Letras; la mayor distinción del Premio Hans Christian Andersen de la Organización Internacional para el Libro Juvenil (Dinamarca); el Premio Honor del Fondo Nacional de las Artes; Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba, entre otros.
María Elena Walsh falleció el 10 de enero de 2011 en Buenos Aires. Sus restos descansan en el panteón de SADAIC del Cementerio de la Chacarita.
La pájara Pinta
El twist del Mono Liso
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