Supimos (y sabemos) construir aviones, buques, automóviles, motos, utilitarios, cohetes, satélites, vehículos eléctricos y un larguísimo etcétera 100% argentinos. No obstante, pareciera que estamos condenados a vivir de los recuerdos de «viejos buenos tiempos». No es este el caso.
Rememorar la hazaña de los tres torinos que a fines de los años 60 deslumbraron a los principales constructores, mecánicos y pilotos del mundo en las míticas 84 horas de Nürburgring (Alemania) es como ponerse en la piel de Román Maldonado (interpretado por Ricardo Darín) cuando, en la película Luna de Avellaneda, defiende al club de barrio ante su amigo devenido en funcionario (Daniel Fanego), que quiere venderlo al mejor postor.
“Las cosas cambiaron”, afirma Fanego en una escena medular del filme. “¡Que cambien de nuevo! ¡Si ya se hizo, no es tan difícil! -responde Darín-. Se hizo durante décadas (…) En cómo vivir está la clave. No en sobrevivir”, dispara.
Aquel 20 de agosto de 1969, tres torinos fabricados 100 por ciento en el país (con algún componente importado, apenas) se lanzaron a la pista a competir contra los Mazda, Lancia, BMW, Porsche, Fiat, Renault, Alfa Romeo, Mercedes Benz y Ford.
¿Qué eran esos tres autos blancos con dos franjas celestes que los recorrían de atrás hacia adelante y los números 1, 2 y 3? Eran industria argentina que, a poco del final, estaba por ganar una de las competencias más duras de la historia y que por una penalización -aún discutida- quedó en un inolvidable cuarto lugar.
Cuando se cumplieron 49 años de la gesta (en agosto de 2018), en la revista especializada Parabrisas se escribió que “ese cuarto puesto, que hoy seguimos recordando, fue una demostración cabal de lo que puede hacer un grupo de argentinos con un objetivo fijo y claro. Y en un contexto como el actual, donde la industria nacional está pasando por momentos muy difíciles y no se vislumbra un panorama positivo, memorias como estas se valoran aún más”.
Las 84 horas de Nürburgring, una carrera de resistencia por equipos que duraba 3 días y medio, tuvo entre sus participantes a los tres torinos 380w fabricados por Industrias Kaiser Argentina (IKA)
El equipo 1 estaba integrado por Carmelo Galbato, Rubén Luis Di Palma y Oscar Fangio, el equipo 2 por (el recientemente fallecido) Jorge Cupeiro, Gastón Perkins y Eduardo Rodríguez Canedo, y el 3 -que iba ganando la prueba y finalmente quedó en 4º lugar por una entrada obligada a boxes- por Eduardo Copello, Oscar Franco y Alberto Rodríguez Larreta.

Contó en la revista El Gráfico el periodista Matías Rodríguez que “en el verano de 1969, Juan Manuel Fangio, ya retirado como piloto y cumpliendo su faceta de embajador de Mercedes Benz en Argentina, se enteró de que existía una exigente carrera de resistencia llamada ‘La Maratón de la Ruta’, exclusiva para autos de turismo, la cual se realizaría en agosto en el circuito alemán de Nürburgring (…). Se fue corriendo a ver a Oreste Berta -luego conocido como el Mago de Alta Gracia, Córdoba-, quien a pesar de su juventud ya era toda una eminencia en la preparación de motores de competición. ¿La idea? Correr en Alemania con un Torino coupé 380w, la última gema de la industria nacional”, describió.
Aseguró luego que Berta aceptó el reto y “puso manos a la obra en la fábrica que IKA tenía en la también cordobesa ciudad de Santa Isabel”.
Los autos fueron preparados siguiendo un estricto reglamento que imponía la organización.
“En poco más de seis meses quedaron listos los tres autos que afrontarían la competición. Estaban íntegramente fabricados con piezas nacionales, salvo los carburadores, que eran italianos por una exigencia del reglamento. Los torinos viajaron en barco y llegaron al puerto de Hamburgo el 1º de agosto. Allí los recibió Berta y se encargó de trasladarlos al circuito de Nürburgring. Cuatro días después de su llegada, los coches comenzaron las pruebas ya con sus respectivos pilotos asignados”, recordó Rodríguez.
La reglamentación decía que cada coche debía contar con tres pilotos, quienes deberían relevarse cada cuatro horas, y que el automóvil no podía parar en ningún momento a lo largo de esos tres días y medio.
En tanto, en cada parada en boxes solamente dos mecánicos podían tocar el vehículo. Y por cada minuto de fracción en los pits se descontaba una vuelta de 29 kilómetros (que equivalía a 13 ó 14 minutos).
Largaron. Y llovía en forma torrencial. Así y todo, durante las primeras 10 horas de la competición, un Torino se adueñó de la punta, mientras que los otros dos estaban entre los seis primeros. Constructores, mecánicos y público en general no podían creer lo que veían: el entonces denominado Toro de las Pampas encandilaba al mundo.
“Pasadas las 10 horas de competencia, en la vuelta 41, la constante lluvia sumada a la niebla hizo que el Torino Nº 2 se despiste y acabe con su carrera. Lo llevaba en ese momento Jorge Cupeiro”, narró el periodista especializado Martín Rodríguez.
Torino

“Al terminar la primera mitad de la competencia, el equipo argentino rodaba primero por delante de un Capri. Y el otro Torino que quedaba en pista iba tercero. Entonces, el de Di Palma se quedó sin luces y terminó en una zanja rompiendo el cárter”, detalló.
El Torino 3 fue el que completó la durísima prueba, y fue el automóvil que más vueltas dio (334). Sin embargo, como se dijo, las penalizaciones las redujeron a 315.
“Sólo las sanciones impidieron que el equipo argentino ganase la competencia, porque el Torino fue el auto que más vueltas dio a lo largo de las 84 horas. El Lancia ganó acumulando 322 giros, seguido por el BMW (318) y el Triumph (315)”, narraron entonces.
Fue la primera repercusión mundial del automovilismo nacional desde el retiro de Fangio en 1958. El “capitán” del equipo, precisamente el Chueco de Balcarce, dijo en Ezeiza antes de partir hacia Alemania: “porque somos todos argentinos es que toda nuestra fe, todo nuestro entusiasmo, se concentra en los colores de nuestra bandera y en estas dos palabras que, como única insignia, lucen estos coches que llevan a Europa nuestra gran esperanza: industria argentina».
“¡Que las cosas cambien de nuevo! ¡Si ya se hizo, no es tan difícil! Se hizo durante décadas… En cómo vivir está la clave, no en sobrevivir…” (Román Maldonado -Ricardo Darín- en Luna de Avellaneda)
Hoy las grandes marcas fabrican ediciones limitadas, nosotros con la mística del Torino y otros tenemos que fabricar automóviles de alto costo y calidad para exportar. Al mismo tiempo producir un auto de producción argentino chico, barato, económico y confiable, con su versión furgón para la clase trabajadora y de para producir masivamente y comprarse como segundo auto. Este Rastrojero siglo XXI permitirá a la argentina no gastar dólares en las regalías al exterior, (ejemplo pagar por un tractor igual, doble patente DEUTZ Y FAHC), un despilfarro de dólares inútil.
Recuperar la Argentinidad sana, patriótica de alma en todo sentido será el camino de recuperar nuestro lugar en el mundo, nuestro orgullo y respeto por lo nuestro.🇦🇷🇦🇷🇦🇷