Por Alejandro Salamone
Pienso en «Salario del poeta» de Matías Fittipaldi, editado por un sello al que La Plata le debe mucho, «Libros de la talita dorada» conducida por José María Pallaoro, una garantía como editor y un magnífico poeta. Fittipaldi publica su libro en silencio, como quizás fue hasta el momento la vida de sus poemas, síntesis de su mundo, transmitidos en un lenguaje sencillo pero que esconde sensiblemente la carga de sentimientos no tan sencillos como aparentan. Es gratificante leerlo y que un psicólogo abra su propio mundo sin apelar a su profesión para ocultar momentos que contienen real belleza. Gratificante aporte de Fittipaldi y una vez más, un agradecimiento para ese poeta mayor y reconocido como es Pallaloro, maestro además de talleres que han parido muy buenas y buenos poetas. Imprescindible leer los prólogos de dos poetas mayúsculos de La Plata como Julián Axat y César Cantoni. Como se habrán dado cuenta yo no soy crítico literario ni poeta sino un simple periodista de 84 años enamorado siempre de su profesión.
El texto de arriba es el último posteo realizado en Facebook, exactamente el 18 de noviembre de 2023, que pinta de cuerpo entero a este enorme periodista, maestro de redactores, y gran hombre que hoy nos deja físicamente, Lalo Painceira. Para aquellos que tuvimos el enorme placer de conocerlo, tratarlo y compartir horas y horas de trabajo con él en una redacción de un diario, estará siempre en nuestras memorias y gratos recuerdos. Siento una enorme tristeza y al mismo tiempo el consuelo de saber que nos ha dejado con la frente en alto, defendiendo siempre sus ideales, con hombría de bien y la humildad de los grandes de verdad.
¿Por qué digo que el posteo pinta de cuerpo entero a Lalo? Lo que está resaltado en «negritas» habla a las claras de su amor por el periodismo y fundamentalmente de su humildad, cuando dice: «…cómo se habrán dado cuenta yo no soy crítico literario ni poeta…» pues Lalo fue mucho más que eso, fue maestro de periodistas, uno de mis maestros, de una pluma admirable, sencillez, tranquilidad en momentos de incertidumbre, cuando cerrar las páginas a altas horas de la noche ponía nervioso a cualquier compañero de prensa.
Lalo siempre manifestaba un enorme respeto hacia el otro u otra, con él compartí redacción en El Día durante más de 20 años, los fines de semana, y aún hasta sus últimos días en esta tierra seguimos charlando a través de la magia de Internet.
Sus elogios hacia mi trabajo tanto en el 90 Líneas como en El Editor Platense (diario que fundé y luego fue adquirido por un grupo empresario) son para mi un motor muy importante en momentos difíciles para nuestra profesión. Que Lalo lea las notas de este medio y luego las comente con el «ojo clínico» que sólo tienen los grandes del periodismo, es un enorme orgullo que llevaré por siempre.
Tengo miles de anécdotas junto a Lalo. De fútbol mejor ni hablar…(jaja), él pincha y yo tripero, seguramente esperó a que su querido Estudiantes de La Plata dé la vuelta olímpica, era muy futbolero y muy pincharrata.
Me salvó varias veces de «macanas» de principiante que cometía en la redacción; recuerdo que a comienzos de los años ´90 me pidió que vaya a hacer una nota por el mal estado del camino de acceso al pueblo Altamirano, cercano a Brandsen, volví muy tarde -de noche- y escribí a dos mil, muchos testimonios, una crónica de una página, con recuadros y fotos. Para llegar hasta el lugar tuvimos que atravesar un largo camino embarrado con una 4 X 4 que había facilitado el director. Resulta que al otro día Lalo me llama y me dice: «La nota estaba excelente, pero tuviste un pequeño error, el nombre del pueblo no es Almafuerte, es Altamirano». Me quería matar, pero él hizo que siguiera trabajando y no sólo eso, gracias a su enorme maestría crecí hasta llegar a ocupar el cargo de jefe de la sección locales durante más de 15 años. ¡Un maestro!
Siempre con sus consejos, respetuoso, tranquilo y eso que llevaba adentro de ayudar a los que recién empezaban, por así decirlo «a los más débiles», en una profesión que se devora todo y a gran velocidad. Y claro, no podía ser de otra manera, Lalo era peronista, un combativo peronista. Siempre cerca de los obreros, los trabajadores, admiraba a Rodolfo Walsh y a Evita; él estuvo siempre cerca de los humildes.
Me decía cariñosamente «Defe» -por mi trabajo de periodista como «Defensor de los Vecinos»- cuando recorría cada barrio de La Plata para armar ediciones de hasta tres páginas. Eso lo hice mucho tiempo los sábados a la mañana, luego al mediodía llegaba a la redacción para escribir y me esperaba Lalo para editar juntos. Los vecinos a veces demoraban mi llegada al diario porque luego de anotar sus reclamos, nos recibían con almuerzos. Uno de esos dias llegué como a las 5 de la tarde porque unas señoras de Villa Elvira cocinaron chorizo a la pomarola acompañado con vinito tinto. Lalo me quería matar, pero me perdonó una vez más…
Fue mi gran jefe durante muchos años en una redacción épica (desde fines de los ´80 hasta bien entrados los años 2000), no hacíamos periodismo de escritorio, «querés pescado, mojate el c…» solía decirme y eso era enseñanza. Con Lalo teníamos que investigar, conseguir temas de interés general siempre, escribir sencillo para que todo el mundo entienda, y ser responsables.
Hoy nos dejó para siempre, físicamente, porque estará intacto en el recuerdo. Fue un gran maestro, sin dudas, de esos que jamás se olvidan.
OTRO ESCRITO DE LALO ACERCA DE EVITA, PUBLICADO EN SU FACEBOOK EL 26 DE JULIO DE 2023:
Lalo Painceira Lalo Painceira Lalo Painceira Lalo Painceira Lalo Painceira Lalo Painceira