Enorme dolor en el ex Zoológico de La Plata y en las organizaciones que pelean a diario por la conservación de la naturaleza y de los animales: murió Juan, el yaguareté macho que vivía junto con Luna, la hembra de 12 años, en el ahora Bioparque y centro de recuperación de ejemplares que son víctimas de la caza ilegal y el maltrato, así como de reproducción de especies amenazadas. Y es que el también llamado jaguar o tigre americano, está en peligro de extinción.
Juan era longevo. Tenía casi 20 años y era muy difícil que pudiese entrar en un proyecto de reproducción con Luna. Sin embargo, en el Bioparque no perdían las esperanzas y hace tiempo que estaban haciéndoles exámenes de fertilidad.
Pero no hubo caso. Aunque, es verdad, queda Luna, una hembra que es una joya para participar de algún proyecto de reproducción y repoblación del norte argentino, tierra natural de estos maravillosos animales. Pero también tierra de muerte.
Un dato revelador: hasta 1950, solamente en los Esteros del Iberá había más de mil ejemplares. Hoy no queda ninguno. ¿Las causas? La caza ilegal, que en aquellos años transformaba la muerte de los jaguares y sus pieles en miles y miles de dólares, y la matanza lisa y llana de los terratenientes para defender su ganado de estos animales salvajes.
¿Eso no tenía solución? Claro que sí. Pero nunca nadie la buscó. Hasta el día de hoy.
Por caso, el sitio conservacionista redyaguarete.org.ar cuenta que el animal se encuentra en “peligro crítico de extinción”. Veamos qué implica esta clasificación: “Significa que de no modificarse ciertas amenazas que enfrenta actualmente” podría “desaparecer” de la faz de nuestra tierra “en los próximos años”.
“Arrinconado en las yungas de Salta y Jujuy (regiones de bosque andino y selva de montaña a lo largo del flanco oriental de los Andes), en una porción cada día más modificada del Chaco seco y en lo que queda de la selva misionera, la situación del yaguareté en Argentina es muy complicada”, advierte la organización.
Red Yaguareté estima que quedan menos de 250 ejemplares adultos en todo el país, divididos en tres poblaciones distintas: yungas de Salta y Jujuy; región chaqueña (casi exclusivamente en Chaco seco), y porciones de la selva misionera o paranaense.
Pero aclaran que esas son descripciones que “permiten circunscribir el tema y tratarlo de una forma más ordenada”, pues “hay que decir que todo el tiempo aparecen yaguaretés alejados de esas zonas, ya que es un animal capaz de trasladarse grandes distancias, inclusive atravesando ambientes muy modificados por el hombre”.
Ahora bien, tomando como referencia esas tres regiones, la Red calcula que hay entre 120 y 150 ejemplares en las yungas, alrededor de 20 en la zona chaqueña y entre 70 y 90 en la selva misionera, “lo cual, por donde se lo mire, nos habla a las claras de que la población yaguaretera de Argentina se encuentra al límite”, advierten.
Los “tigres americanos” de las yungas y del Chaco seco podrían tener todavía alguna mínima posibilidad de contacto, aunque no hay estudios que lo aseguren, sino sólo datos aislados de ejemplares en esa zona. Pero a largo plazo podemos decir que es “muy difícil” a causa del avance de la frontera agropecuaria que lo priva de su hábitat y lo expone a fatales (para él) encuentros con el hombre.
“De todos modos -agregan-, su distribución es conocida parcialmente en nuestro país. Hay zonas en donde su presencia es conocida y otras en donde no hay datos suficientes. Frecuentemente nos sorprendemos con algún avistaje aislado en regiones donde no se lo creía presente (como en el Parque Nacional Pilcomayo, en Formosa)”, ejemplifican.
Palabra de Greenpeace Argentina
“El avance de la frontera agropecuaria priva al yaguareté de su hábitat y lo expone a fatales encuentros con el hombre”, dispara, como vimos, la Red Yaguareté. Precisamente a ese tema se aboca Greenpeace Argentina.
Dicen en la organización que “la expansión descontrolada de la industria ganadera está generando un crimen histórico sobre un lugar único: el Gran Chaco, segundo ecosistema forestal de Sudamérica después del Amazonas”.
“Allí conviven más de 4 millones de personas, 3.400 especies de plantas, 500 especies de aves, 150 mamíferos, 120 reptiles, 100 anfibios y, particularmente, el rey de la región: el yaguareté”, describen.
Aquí vale recordar que nuestro yaguareté es el tercer felino más grande del mundo.
Continúa Greenpeace: “Para poder alimentarse y reproducirse los jaguares de la región dependen de territorios de bosques continuos muy grandes (como mínimo 40 mil hectáreas). Pero la industria ganadera pone a funcionar sus topadoras que arrasan impunemente con todo a su paso, haciendo desaparecer los bosques. En esos suelos, ahora rasos, instalan sus vacas luego de plantar pasturas para el engorde de un producto que luego será exportado y terminará en la góndola de un supermercado. De esta manera, el famoso bife argentino llega a la mesa de los consumidores del mundo a costa de la destrucción de bosques nativos”.
Así las cosas, el hogar natural del yaguareté es eliminado o queda fragmentado. Si a esto se le suma que “el desmonte abre caminos que facilitan la entrada a cazadores furtivos, los yaguaretés quedan cada vez más acorralados, al borde de la extinción”.
Un poco de historia
A principios del siglo XIX salían anualmente para Europa, sólo del puerto de Buenos Aires, 2.000 cueros de yaguareté, añaden en Red Yaguareté.
“La grasa es muy estimada por habitantes de diversas partes de América como remedio para muchos males y, sobre todo, contra el reuma”, agregaron, en el año 1960, los investigadores Cabrera y Yepes.
Su par Martín Herrán “ha citado a una persona que se dirigía a la provincia del Chaco en febrero de 2001 en busca de ‘grasa de tigre’ para paliar dolores musculares, quien le manifestó que está cada vez más cara debido a que hay menos ejemplares”.
Pero si nos remontamos a principios y mediados del siglo XX, nos encontraremos con el inicio del (¿futuro fin?) de estos majestuosos y hermosos animales.
En la Pampa central de Argentina ya estaba totalmente extinto hacia 1925. Según el investigador Canevari, el último ejemplar parece que fue una hembra capturada como cachorro en la estancia San Basilio, alrededor de 1903. En esa zona, el jaguar habitaba los grandes y densos pajonales que rodeaban a las zonas inundadas y cursos de agua, ya que en la misma no hay bosques.
Ese mismo autor refiere: “En la Argentina, el yaguareté tenía otrora una amplia distribución. Por antiguas citas de viajeros, nombres de localidades y palabras y nombres propios aborígenes, se puede inferir que en el pasado alcanzaba el río Santa Cruz. Según Cabrera, en 1780 aún había tigres en el alto río Santa Cruz. Existen referencias de fines del siglo XIX y de los primeros años del XX sobre la presencia de yaguaretés en Buenos Aires y La Pampa, hasta las márgenes del río Colorado. A principios del 1900 todavía habitaban en el norte de la provincia de Corrientes”.
“En Entre Ríos, el último ejemplar, un macho de 85 kilos, fue ultimado en 1950 (o al menos es el registro más reciente que tenemos). Pero nunca se supo si esto fue realmente así”, puntualiza redyaguarete.org.ar.
Como ya se apuntó, en los Esteros del Iberá, en Corrientes, había unos 1.000 ejemplares hacia ese año y hoy no queda ninguno. En Europa, en esa época, se llegaron a pagar 10.000 dólares por cada animal cazado.