La facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata elaboró un completo informe en el que advierte sobre el peligro del uso de dióxido de cloro para el tratamiento de pacientes con COVID-19. El documento presentado por el Centro Universitario de Farmacología (CUFAR) de esa unidad académica resulta contundente y detalla los enormes daños en la salud que puede ocasionar el consumo de este producto, debido a su alto nivel de toxicidad y su rápida reacción sobre los tejidos humanos.
El documento lleva la firma de los doctores Perla Mordujovich Buschiazzo, Gustavo Marín y Cristian Dorati. Allí explican que “El dióxido de cloro (ClO2 ), es un gas sintético que no se encuentra de manera natural en el ambiente, y que al reaccionar con el agua genera iones clorito. Ambas especies químicas son altamente reactivas, por lo que cuentan con capacidad de eliminar bacterias y otros microorganismos en medios acuosos”. Por ese motivo –aclara el informe- se usa en bajas concentraciones para la potabilización del agua, como desinfectante de superficies, como descontaminante de construcciones y como blanqueador en la fabricación de textiles y papel.
Los profesionales de la UNLP señalan además que “un producto muy cercano al ClO2, el hipoclorito de sodio, se utiliza en los hogares en concentraciones de 3 a 6% como desinfectante de superficies inanimadas y es conocido comúnmente con el nombre de lavandina o lejía, y es igualmente tóxico si se ingiere”.
Respecto a la existencia de estudios que avalen la eficacia de tratamientos con dióxido de cloro sobre pacientes humanos, aclara que “existen muy escasos estudios clínicos con debilidad metodológica, en los que se compara la eficacia y seguridad de distintos productos en forma de enjuague bucal (clorhexidina, dióxido de cloro) para el tratamiento de gingivitis y/o para reducir halitosis, no habiéndose demostrado eficacia”.
Sobre su uso para combatir el Coronavirus, el documento es categórico: “para el tratamiento de COVID-19 se identificaron sólo dos estudios, pero el primero es una comunicación que propone que se realicen protocolos para evaluar su actividad antiviral. El segundo es una propuesta para ser usado en el personal de salud como prevención de infección. Es decir, que no hay ensayos clínicos controlados que demuestren eficacia y/o seguridad para el uso de esta sustancia para prevenir o tratar la infección por el virus SARS-CoV-2”.
En esta línea, destaca que ninguna agencia reguladora nacional o internacional ha aprobado el uso de dióxido de cloro con fines terapéuticos. En este sentido recuerda que la ANMAT elaboró un comunicado oficial, en agosto de 2020, advirtiendo a la comunidad sobre los peligros de consumir productos que contengan dióxido de cloro o sustancias relacionadas.
El informe describe con crudeza los terribles trastornos que puede provocar su consumo: “El dióxido de cloro y el clorito sódico reaccionan rápidamente en los tejidos humanos y, si se ingieren pueden causar irritación de la boca, el esófago y el estómago, con un cuadro digestivo irritativo severo, con la presencia de náuseas, vómitos y diarreas, además de graves trastornos hematológicos (metahemoglobinemias, hemólisis, etc.), cardiovasculares y renales”.
Además, destaca que “la disminución de la presión arterial puede dar lugar a síntomas graves como complicaciones respiratorias debido a la modificación de la capacidad de la sangre para transportar oxígeno”.
A los peligros que supone la ingesta, el documento refiere también a las graves consecuencias de la inhalación del dióxido de cloro a través de nebulizadores. Según describen los profesionales, “puede generar edema pulmonar, broncoespasmos, neumonitis química y edema de glotis e incluso producir la muerte si se las exposiciones están por encima del valor límite de exposición profesional”.
Finalmente, el informe advierte sobre la promoción de supuestos “productos milagrosos” contra el COVID-19, fácilmente disponibles a través de internet y redes sociales. Se trata de productos que contienen dióxido de cloro o derivados que son promocionados como “terapéuticos” para la cura de diversas afecciones, incluido el Coronavirus. Al respecto sus autores insisten en que “no existen evidencias científicas que avalen su uso para pacientes con COVID-19. Ninguna de estas publicaciones se basa en evidencia científica, razón por la cual carecen de relevancia para sustentar eficacia y/o seguridad”.