La situación coyuntural de la pandemia y su consecuente aislamiento en gran parte del mundo, nos llevó de manera obligada y casi sin tiempo a que pudiéramos prepararnos para esta situación, a repensar y modificar los vínculos y funciones que tradicionalmente la escuela ha sostenido, desde su invención, de manera presencial. Tanto es así, que la asistencia era un valor tan alto que podía determinar la promoción o no de un estudiante al año siguiente.
El aislamiento nos planteó un desafío gigante: ¿Cómo garantizar la continuidad pedagógica sin asistir presencialmente a clase?
Por supuesto que de esto derivaron diferentes inconvenientes. En primer lugar, no todes les docentes contamos (o contábamos) con los conocimientos específicos en relación a plataformas, programas, etc. Por otro lado, muchxs docentes y muchxs estudiantes no cuentan con las condiciones materiales necesarias para sostener una relación de enseñanza y aprendizaje a través de la virtualidad
Para quienes trabajamos en el Nivel Inicial ese desafío fue doble, por un lado las variables que fuimos mencionando, pero por el otro, una problemática específica por dedicarnos a la docencia de niñas y niños pequeños: el desafío pedagógico didáctico de enseñar sin estar cerquita.
Y lo traemos puntualmente porque nos tocó (y toca), llevar adelante la enseñanza en un nivel del sistema educativo en el que se vuelve muy complejo sostener vínculos a la distancia, dado que el contacto, la mirada, las caricias son fundamentales para enseñar y para aprender, en el Jardín Maternal y el de Infantes.
Pero esta no fue la única dificultad con la que nos encontramos. Digamos que los niveles del sistema educativo que son obligatorios, o aquellos donde no hay dudas que unx va a aprender (como el superior), rápidamente debieron generar estrategias para que este confinamiento tuviera el menor costo posible en lxs estudiantes.
Pero ¿qué pasa con el Nivel Inicial? ¿Qué pasa con el derecho a la educación desde los 45 días?. La batalla histórica entre servicio versus Institución pedagógica se revive. Por un lado, es cierto que ningún niñx va a “atrasarse” en su trayecto formativo por no poder realizar “salita de deambuladores”.
Pero, y acá nos parece importante detenernos, sería interesante poder definir o en todo caso redefinir, las funciones de la escuela. Nassif, un importante pedagogo de nuestra ciudad y docente de la Universidad Nacional de La Plata, consideraba que la escuela, ante todo, tiene una función social, la función de generar un lazo social.
Esta función no es meramente asistencial (es decir la escuela como comedor, etc), sino que es esencialmente política y pedagógica. Por supuesto que consideramos a los espacios educativos como lugares de contención tanto social como emocional, pero la idea es profundizar un poco más y pensar a la escuela, como aquella institución privilegiada para transmitir aquellos valores y conocimientos válidos y legítimos para una sociedad, pero dando también espacio para que quien los recibe pueda transformarlos y resignificarlos. (Nassif,1980).
Es en esta función en la cual nos vamos a detener. El Nivel Inicial tiene un compromiso pedagógico en este sentido y es nuestra obligación como docentes y como miembros de diferentes instituciones ejercerlo. Si bien durante todo el 2020 y parte del 2021 les docentes de Nivel Inicial hemos intentado garantizar la enseñanza de manera no presencial, de a poco y con mucho protocolos los jardines comenzaron a recibir otra vez a sus alumnas y alumnos.
Claro que esa vuelta no fue ni es nada sencilla. Máscara, barbijo, alcohol en gel, burbujas, distanciamiento, protocolo, jornada reducida, pasaron a ser palabras cotidianas en las instituciones. Si bien como ya dijimos seguir enseñando sin estar cerquita no fue nada fácil, enseñar en estas condiciones tampoco lo es.
Niñas y niños que durante más de un año no fueron parte de procesos de socialización, no sólo no fueron al jardín, sino que tampoco vieron a demasiados familiares o amigxs
Se nos vuelve imperante recuperar el vínculo pedagógico, y ya no contamos con nuestros aliados de siempre: los besos, las caricias, las sonrisas. Más que nunca tenemos que reforzar la enseñanza, es decir vincularnos enseñando. Preguntas clásicas como ¿Qué quiero enseñar? ¿Cómo lo hago? ¿Qué concepto de infancia atraviesa mi propuesta pedagógica? son fundamentales.
Nos toca preguntarnos y analizar pedagógicamente dónde estamos y cómo vamos a continuar sosteniendo ese lazo social que en la vieja normalidad nos era tan cercano con un abrazo, una mirada, un cuerpo que nos traduce, en lo positivo y en lo negativo también.
En esta situación de emergencia sanitaria fue necesario reorganizar nuestra tarea docente para garantizar la continuidad pedagógica, además de tener en cuenta las nuevas realidades familiares, ya que muchas han tenido que reajustar el trabajo y la crianza a los nuevos tiempos y espacios disponibles.
Por esta razón es que insistimos en reforzar más que nunca la enseñanza y a partir de ella vincularnos. Enseñar también es brindarse desde el amor, es contención, es brindar oportunidades. El Nivel Inicial siempre tuvo y tiene que enfrentarse a los prejuicios sobre su lugar de institución educativa. El imaginario social lo concibe como un espacio de socialización donde las y los niños asisten para “aprender a compartir” o “jugar con otras y otros”.
Aprovechemos la coyuntura para recordar y recordarnos que en el Nivel Inicial se enseña y se aprende. Que las y los docentes que allí ejercemos somos profesionales de la educación. Contenemos enseñando. Ahora que los protocolos no nos permiten besar, abrazar o estar upa, más que nunca debemos revisar nuestras prácticas de enseñanza, ajustar nuestras planificaciones y consolidar los vínculos a partir de esto, porque cuando enseñamos, amamos y cuidamos.