Por Guillermo Torremare*
Argentina cuenta con una legislación adecuada para sancionar los delitos cometidos con violencia de género. También buenas y variadas políticas públicas tendientes a prevenir esos hechos y acompañar a las víctimas.
No obstante, conforme incuestionados datos estadísticos, las tasas de delitos cometidos con violencia de género son muy altas. Durante el año pasado se asesinó a una mujer cada 34 horas, lo que importa casi un femicidio por día. Ese guarismo se reitera en el año curso.
Por día se presentan más de 350 denuncias, lo que permite inferir que los hechos diarios de violencia son más del doble, dado que sólo se denuncia menos de la mitad de los casos. No es un dato menor que en el 50 por ciento de los hechos, quien agrede es la pareja o cónyuge.
El espectáculo futbolístico, por su masividad, tiene inmejorable fuerza para dar mensajes claros a la sociedad sobre este tema. El primero debe ser posicionarse intolerante con todas las formas y expresiones de la violencia de género.
Tal postura debe traducirse en el dictado, tanto por parte de cada uno de los clubes existentes como de su entidad rectora -la Asociación del Fútbol Argentino-, de una norma que impida jugar a los deportistas que atraviesen procesos judiciales en los que se les imputa la comisión de delitos con violencia de género. Entendemos que deberá tratarse de procesos avanzados, en los que exista lo que en términos judiciales se denomina “semiplena prueba o indicios vehementes” de ser autor del delito por el que se lo juzga.
La AFA y los clubes deberían impedir que los deportistas que atraviesen “procesos judiciales avanzados con semiplena prueba o indicios vehementes” por delitos con violencia de género sigan jugando como si nada ocurriese, ya que no son personas comunes sino verdaderos ídolos que muchas veces generan conductas por imitación
Ello no implica descalificar la presunción de inocencia de quien no tiene condena judicial, ni tampoco convertir al club o a la AFA en un tribunal penal. Siempre será el Poder Judicial quien determine inocencias o culpabilidades.
Nuestra propuesta se dirige a que las entidades deportivas asuman su responsabilidad institucional y exijan ejemplar comportamiento a los jugadores, toda vez que estos no son personas comunes sino verdaderos ídolos de multitudes, muchas veces generadores de conductas por imitación, y casi siempre retribuidos con cifras exorbitantes por sus talentos.
Hoy todo ello parece difícil porque en la mayoría de los clubes perviven los silencios cómplices, la valoración del rendimiento deportivo y los pactos machistas. Pero afortunadamente, al mismo tiempo, crece la sensibilidad sobre el problema y comienza a no aceptarse la indiferencia. Recientes expresiones públicas de Paula Ojeda, titular del Departamento de Equidad y Género de la Asociación del Fútbol Argentino, van en ese auspicioso sentido.
El mediático caso de Sebastián Villa, destacado delantero de Boca Juniors, ha puesto el tema en el escenario. Bien vale la pena que no se deje pasar la oportunidad de exigir fuertes compromisos e imaginar nuevas estrategias de lucha contra la violencia de género.
*Presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH)
Télam – Fútbol y violencia de género