Por Alejandro Salamone
Los partidos se ganan haciendo goles, es irrefutable. Sin embargo, hay atajadas que valen a veces lo mismo o, en casos, hasta más que un gol. Eso pasó en la final contra Francia, ya en minutos de alargue del tiempo complementario. Kolo Muani queda mano a mano con el Dibu Martínez «lo fusila» a un metro de distancia y el arquero extiende sus brazos y sus piernas logrando que la pelota le de en la pierna izquierda y salga hacia adelante para que un defensor la despeje. Se paralizaron los corazones de 50 millones de argentinos.
La enorme tapada del Dibu tiene antecedentes y un mentor que enseño, en su época, a los arqueros (hay que aclarar que pocos querían ocupar ese puesto y en el potrero era algo que quedaba «para los gorditos») cómo salir del arco para enfrentar un mano a mano. Hay que decir que antiguamente los número «1» o «12» se quedaban casi siempre, por no decir siempre, atornillados debajo de los tres palos.
No era común en las décadas del ´60 o del ´70 y mucho menos antes de esos años, ver al arquero de un equipo moverse del área chica y, muchas veces, salir gambeteando. Pero había uno que sí lo hacía, que era un adelantado para su época y, por eso y otras cosas, lo apodaban «El Loco».
En esta «locura» de salir del arco, Hugo Orlando Gatti -muy recordado por sus pasos por Gimnasia y Boca, entre otros equipos- tuvo atajadas extraordinarias y dejó una jugada que sin dudas trascendió el fútbol y hasta terminó siendo utilizada en otros ámbitos de la vida -por ejemplo en un boliche cuando pasaba una chica por al lado de uno, allá por los años ´80, solíamos decir «le hice la de Dios»– .
¿Qué era la de Dios? Ni más ni menos que una manera particular en donde el arquero -al que en aquella época se le enseñaba a salir- enfrenta mano a mano a un delantero con pelota dominada, y así lo explicaba a los medios de comunicación durante aquellos recordados años ´70 su creador, el Loco Gatti: “…La de Dios es una de las típicas en mi estilo. El delantero llega y yo afirmo las rodillas en el piso, con los brazos sueltos y las palmas de las manos hacia adelante. Casi siempre terminan tirándome la pelota al cuerpo, pega en los brazos o en alguna de las piernas. Es casi infalible…”.
Y agrega el Loco: «Siempre dije que esa posición, tan parecida a la de Cristo crucificado, les metía miedo a los contrarios, los desconcentraba y ellos caían en mi trampa. Le pegaban fuerte, al bulto, sin pensar, y la bola siempre terminaba golpeando alguna parte de mi cuerpo. Aquí quiero hacer una aclaración muy importante porque la mayoría de las veces rechazaba el peligro con la cara, y hay que ser bien macho para bancarse una y otra vez que te caguen a pelotazos en la “caripela”. La nariz me quedó hecha mierda por culpa de esa jugada pero a mí no me importa porque eso me hizo más grande como arquero».
La de «Dios» del Loco Gatti fue letal para los franceses La de «Dios» del Loco Gatti fue letal para los franceses
Claro que el fútbol ha ido evolucionando y la de «Dios» tuvo distintas versiones a lo largo de los años que han definido partidos y han quedado en el recuerdo de miles y miles de hinchas de distintos equipos.
A los arqueros del fútbol de los ´50, ´60 y ´70 se les enseñaba a salir, pues enfrentar a un delantero mano a mano era estar en desventaja, más aún si se quedaban atornillados debajo de los tres palos porque le daban espacio para colocar «la bocha» donde más les gustara. Y el que enseñó a salir fue Gatti, a pesar de que algunos conservadores se burlaban de él. Era un adelantado en esa época. Hoy en día, los entrenadores de cualquier equipo ya sea profesional o amateur, les dicen a sus arqueros que cuando viene el 9 solito, mano a mano, hay que salirle con los brazos abiertos…y eso lo impuso Gatti.
Cuando Kolo Muani se encontró con esa pelota ¿de gol? en sus pies ya lo tenía casi encima al Dibu que había salido debajo de los tres palos, con los brazos abiertos y sus piernas casi en 180° grados, y el «bombazo» le fue al cuerpo, como decía el Loco Gatti. Se me vino inmediatamente, en medio de la euforia, el nombre de la de «Dios» aunque con la versión de las piernas extendidas. Grité entonces con fuerza «le hizo la Dios carajo, le hizo la de Dios, grande Loco querido, graaande…» La historia que sigue ya es archi conocida y seguimos festejando.