festejos mundial 2022
Hace exactamente 21 años, el 20 de diciembre de 2001, las calles de la ciudad de Buenos Aires se teñían de rojo. Treinta y nueve muertos en todo el país fue el saldo del mayor estallido social de la historia argentina. Fue el epílogo de un proceso que empezó muchos años antes. Algunos analistas sitúan el ‘principio del fin’ hacia 1996-1997, años en que se produjeron las puebladas de Cutral Có y Plaza Huincul, en Neuquén, y la de la provincia de Jujuy.
El 20 de diciembre de 2022, las calles de la capital federal y de incontables ciudades del interior argentino fueron testigos de la que ya es definida, y con toda razón, como la mayor movilización popular de la historia argentina. ¿Cuántos millones de personas?, preguntaron algunos. Imposible de calcular, respondieron otros. Fue el epílogo de un proceso que comenzó varios años antes. Aunque hay un mes y un año exactos: en septiembre de 2018, Lionel Scaloni junto con Pablo Aimar y Walter Samuel se hicieron cargo de la selección mayor, tras lograr -los dos primeros- el título Sub-20 en el Torneo Internacional de L’Alcudia 2018, en Valencia, España, luego de derrotar en la final a Rusia por 2 a 1.
Casi todo, en todos los ámbitos de la vida, es producto de procesos. Hay procesos tóxicos y procesos virtuosos.
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En tren de La Plata a Capital Federal
¿Y qué tiene que ver aquel proceso socioeconómico y político que hizo tanto daño a la sociedad con este ‘mero logro deportivo’? Absolutamente nada: este megafestejo popular, en unidad y con una alegría inconmensurable, hubiese sido imposible en la Argentina de finales de los ‘90, inicios de los 2000. Ahora es posible porque el país es distinto, muy mal que les pese a los eternos agoreros (pesimistas, derrotistas, sombríos, fatídicos, infaustos) profesionales y amateurs.
A quienes denostaron e insultaron de todas las formas posibles a Messi durante años y años; a quienes descalificaron burlonamente a Scaloni (y a Aimar, Samuel y Ayala); a quienes no disimularon sus gigantescas ganas de que esta selección no ganara la Copa América ni el Mundial; a quienes la dieron por muerta tras el debut ante Arabia Saudita; a quienes se indignaron por el Topo Gigio y el Qué mirá bobo de Messi pero no se indignaron ni se indignan por el intento de asesinato a una vicepresidenta, por juicios armados sin pruebas, por reuniones del ‘hampa’ mediática-judicial-política en la mansión de un multimillonario inglés que usurpa tierras que pertenecen a todos los argentinos y argentinas, que no se indignaron ni dan explicaciones por la toma de deuda más grande de la historia que fugaron entera condicionando a generaciones, que no se habían indignado por la dictadura, y un larguísimo etcétera. Eso se define con una sola palabra: hipocresía. Pasen y vean…
Tapa Clarín a 48 horas del título de 1978
Tapa Clarín a 48 horas del título de 2022
El exitismo parece ser un componente natural de la cultura argentina. ¿Habrá que aprender a convivir con él? ¿Redimir una y otra y otra y otra vez a esos comentaristas y relatores ‘estrellas’ que ayer patearon en el suelo a Messi, Di María y Scaloni -por poner sólo tres ejemplos- y hoy salieron corriendo a comprar un diccionario de sinónimos porque ya no encontraban en su mediocre vocabulario palabras para llevarlos a la falsa categoría de dioses?
¿Habrá que aprender a convivir con quienes desde hace añares vienen sembrando odio en la sociedad a partir de medias verdades, mentiras flagrantes, ocultamiento y manipulación de información e insultos para dividir a la sociedad y así poder imponerle -cual año 1989 parte II- políticas que la llevarán a un lugar, esta vez sí, de no retorno?
No es sencillo luchar contra el poder real. Coloniza mentes un día sí y al siguiente también porque cuenta con todas las herramientas para hacerlo. Aprender a convivir con eso es otra cosa.
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Llegada de un tren a Constitución desde La Plata
Ni Messi lo vio
La distancia generacional entre quienes conocieron a la Selección campeona del mundo dos veces (México 1986 y Qatar 2022), y ni hablar entre quienes vivimos las tres copas (1978, con el dolor que provoca esa fecha, pero qué culpa tienen los jugadores…), cobra real dimensión si chequeamos dos fechas: Diego Armando Maradona levantó la copa en el estadio Azteca el 29 de junio de 1986; Lionel Andrés Messi nació en Rosario el 24 de junio de 1987, casi exactamente un año después.
Se fue a España siendo preadolescente y se educó en La Masía, academia formativa del Fútbol Club Barcelona. Hace unos días, mi hijo menor me dijo: “Pensar que nosotros vimos debutar a Messi”. Es cierto. El 16 de octubre de 2004 se jugó el clásico catalán entre Barcelona y Espanyol. En el segundo tiempo, el técnico holandés Frank Rijkaard llamó a ese nene de 17 años, con melenita rubia, y lo hizo ingresar por el portugués Deco, autor del único gol del partido.
El resto es historia. Un Messi adorado en el mundo entero, menos en su patria (con excepciones, siempre). Donde aquellos periodistas ‘estrellas’ se encargaron de colonizar mentes exitistas haciendo desde el vamos una absurda comparación: Messi versus Maradona. ¿Y qué tendrán que ver las peras con las manzanas, no?
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Pero, como no podía ser de otra manera, fue el enorme Maradona quien le enseñó a Messi que tenía que seguir “El camino del héroe”, tal como describe en una excelente nota nuestro compañero Mauricio Vallejos.
“¿Sabés las cosas que dijeron de mí? ¿Tenés idea de lo que me insultaron y humillaron después del Mundial de España ’82?”, le preguntó Diego a Lionel en más de una charla cara a cara, para recordarle que lo llamaron “fracasado”, que dijeron que “dio mucha lástima”, que “el pibe de oro se derritió”, que se preguntaron si era “un paquete”… Sí sí, la prensa llamó a Diego “paquete”. Léalo en esta nota que publicó 90 Líneas en 2021 y que reeditó hace un mes.
Pero eso que hoy ensalzan hasta el infinito, quizás no lo entiendan o no lo compartan. Porque esta Selección tiene algo que la distingue: es definitivamente un colectivo. Jugadores, cuerpo técnico, asistentes, etcétera, han hecho prevalecer lo colectivo sobre lo individual. Valores que los voceros del poder detestan tanto o más que las manifestaciones populares
Luego, los mismos periodistas, comentaristas y relatores lo llevaron a la falsa categoría de dios y se llenaron los bolsillos gracias a Maradona para, unos años después, seguir llenándoselos mientras pateaban a Diego Armando cuando estaba en el suelo.
Así es el periodismo. En muchos países. Así es el periodismo deportivo argentino (no todo, nobleza obliga), aunque aquí muchos han hecho doctorados y masters. Hoy hablan maravillas de lo que ayer asesinaban con ese insulto fácil y ese descalificativo que siempre tienen en la punta de la lengua.
Pero eso que hoy ensalzan hasta el infinito, quizás no lo entiendan o no lo compartan. Porque esta Selección tiene algo que la distingue: es definitivamente un colectivo. Jugadores, cuerpo técnico, asistentes, etcétera, han hecho prevalecer lo colectivo sobre lo individual. Valores que los voceros del poder detestan tanto o más que las manifestaciones populares.
Mientras las imágenes de la mayor movilización popular de la historia argentina sorprende a propios y extraños, llegará el momento en que la banda de hampones mediáticos-judiciales-políticos vuelvan a la carga con el objetivo de desarmar esta unidad y de escupir esta alegría popular.
Hasta tanto, celebremos. Y luego, por favor, si es posible, no olvidemos tan fácilmente.


Los jugadores en el micro, a paso de hombre por la inédita multitud