Por Roberto Pascual.-
De allí que el correlato del brutal plan de gobierno que está en vías de ejecución es una no menos feroz represión ya anunciada por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. La renunciante titular del PRO lanzó un protocolo antiprotestas, que genera inmensos cuestionamientos tanto legales como políticos y de organismos de derechos humanos, al punto que desde Madres de Plaza de Mayo se lo calificó como «violento, inconstitucional y fascista».
Lo cierto es que esas propuestas represiva tuvieron su primera prueba de fuego. Fue el desalojo del denominado tercer Malón de la Paz en la porteña Plaza Lavalle por parte del Ministerio de Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires y efectivos de la Policía metropolitana. La medida se concretó cuando los integrantes del Malón se disponían a dejar el lugar, luego de un anuncio realizado el viernes tras cuatro meses de acampe en demanda de la declaración de nulidad de la reforma constitucional impulsada por el ahora ex gobernador jujeño Gerardo Morales.
En este contexto este miércoles 20 se realizará una gigantesca marcha para recordar la luctuosa represión del 19 y 20 de diciembre de 2001 a la que convocan más de cien organizaciones encabezadas por la izquierda donde se pondrá a prueba efectivamente el alcance de la virulencia con la que desde el Gobierno se enfrentará a la protesta callejera.
Y de allí la necesidad de precisar cuál debería ser “la resistencia de los ajustados” a la que hace referencia Heller. Un tema que interpela a más de una fuerza política y no precisamente a la que representa el diputado de Unión por la Patria, muchos de los cuales suelen olvidar los intereses de quienes los llevaron al Congreso.
DISTINTAS ESTRATEGIAS
Es claro que desde los sectores populares se debe hacer frente al brutal ajuste que impulsa Milei, pero como en tantas otras materias el tema es cómo, cuándo y hasta cuánto. Una cuestión que parece meramente metodológica, no lo es tanto debido a que organizaciones sociales más vinculadas con el peronismo no movilizarán junto a la izquierda en la protesta de este miércoles.
Desde ya que estos sectores coinciden con el Polo Obrero, el Partido Obrero, el PTS y decenas de organizaciones sociales en la conmemoración al aniversario de la renuncia de Fernando de la Rúa y el rechazo al ya denominado “Caputazo”, pero por ahora no ganarán las calles para manifestarse, aunque se declararon en estado de alerta y movilización, además de delinear diversos planes de acción para hacer frente a regresivo programa de ajuste del gobierno de Milei.
Desde estos sectores advirtieron que sería poco inteligente poner en marcha acciones que priorizan a la dirigencia políticas, antes que a las necesidades sociales y gremiales. O en otros términos temen que el devastador ajuste impulsado por Milei sea amortiguado en los próximos dos meses por efecto del cobro del aguinaldo y del período de gracia de toda administración recién asumida.
Días pasados tuve un desencuentro con un querido amigo. Viejo luchador de mil batallas recordaba que ni siquiera la feroz dictadura militar de 1976 había logrado frenar las demandas populares, que aun a un enorme costo humano pudo hacer frente a ese desquicio económico genocida. Claro a diferencia de entonces estaba en claro quién era el enemigo y aun así se lo pudo derrotar luego de la catástrofe de las Malvinas. Y el tema es más complejo aún en estos tiempos de sociedades líquidas que impuso la modernidad.
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Para el general chino Sun Tzu en su célebre “El arte de la guerra”, este arte “se basa en el engaño” y en que “la mejor victoria es vencer sin combatir”, para lo que propone “golpear al enemigo cuando está desordenado”, “evitarlo cuando está más fuerte” y “mantener la tensión y desgastarlo con acoso”. Y si bien la visión milenaria está enfocada en la guerra, bien puede aplicarse a una confrontación política, en especial cuando lo que está en juego es el destino de buena parte de la población.
Y en ese terreno es que vale la pregunta de si están alineadas las fuerzas propias para frenar el sanguinario ajuste del neoconservadurismo nacional y en especial del renovado discurso del “estamos mal, pero vamos bien” acuñado en los 90. Ese proceso que terminó con 39 víctimas fatales entre el 19 y el 20 de diciembre del 2001 en la pueblada que se recordará este miércoles.
GOLPE FUERTE AL BOLSILLO
Es claro que la sociedad no le da un cheque en blanco a Milei y está comenzando a mirar con el rabillo del ojo los tremendos efectos que para sus bolsillos implicará el “Caputazo”. Pero de allí a poder desandar la estremecedora trama que lo catapultó a la primera magistratura hay un paso enorme.
En especial porque ni aún los más experimentados sociólogos y cientistas políticos se ponen de acuerdo en las causas que generaron el fenómeno Milei y mucho menos sobre la reacción de su núcleo duro frente al rechazo social y político al ajustazo.
Es ese idescifrable 30 por ciento de votantes que lo hizo ganar las PASO, al que luego se sumaron los sectores más radicalizados del PRO, precisamente los alineados con Patricia Bullrich que constituyeron ese incuestionable 56% vencedor en el balotaje. Es a ese conjunto lábil, pero esperanzado con Milei al que se debe interpelar. Buena parte sin experiencia política, sin antecedentes de enfrentar crisis sociales y económicas, vieron y aún ven en el kirchnerismo al peor enemigo.
La construcción semiótica de la “casta” fue un factor determinante del triunfo electoral, junto al repudio a la burocracia política elevada a la categoría de madre de todos los males.
Pese a lo novedoso del esquema de La Libertad Avanza, lo cierto es que desde hace más de dos décadas se insiste en que el latrocinio es la única causa del deterioro económico argentino, un argumento reiterado hasta el cansancio por los medios de comunicación, pero también por parte del espectro político tributario de ese discurso al amparo del cual se cobijó en estos 40 años de democracia y que impidió cumplir las promesas de Alfonsín de que con esa democracia “se educa, se come y se cura”.
Al contrario, las recurrentes crisis políticas, pero sobre todo económicas empeoraron las condiciones de vida de la población, salvo en contados períodos de gobierno. Y uno de los motivos principales de este deterioro fue el feroz endeudamiento en dólares, al que ahora se quiere volver a apelar para desarmar “la bomba de las Leliq”, mediante un esquema que genera rechazo hasta de los bancos, supuestos beneficiarios del proyecto. A ello hay que sumarle la voracidad insaciable del empresariado radicado en el país que después de Menem se olvidó el significado de la “responsabilidad social” del sector, sólo impulsado por la obsesiva pulsión a reducir la carga impositiva.
Pero más allá de las cuestiones económicas, el desafió por estas horas pasa por consolidar y organizar las fuerza propias y como propones Sun Tzu debilitar al adversario para golpearlo cuando no esté preparado.
Por eso no se debe olvidar que el objetivo principal de esta nueva confrontación del campo popular es vencer a la restauración conservadora, desarmando algunos de sus mitos como el de la Argentina potencia de inicios de siglo pasado, desnudando el enorme costó social sobre el que se construyó la fortuna de unos pocos.
Y en forma más contundente rechazando de plano la idea de que el ajuste es la “única salida posible a la crisis” y por lo tanto la brutal devaluación del 118% -la más alta desde la época de Alfonsín en plena hiperinflación y aún superior al “Rodrigazo” de 1975-, era inevitable, cuando en realidad se trata de una fenomenal transferencia de ingresos de la mayor parte de la población a los sectores más concentrados de la economía.
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