Como me atreví a decir en la nota Así nació el rock nacional, «uno de los mayores desafíos de los historiadores es ‘ponerle fecha’ al nacimiento de un proceso político, movimiento social, fenómeno cultural. Es por ello que casi siempre se echa el ancla en un acontecimiento puntual, siempre y cuando sea una mayoría la que coincide en considerarlo lo suficientemente trascendente«.
Por caso, ¿el peronismo nació un 17 de octubre? No. Ni de 1945 ni de ningún otro año. Parafraseando a Enrique Santos Discépolo, «lo trajo el tremendo desprecio de los ricos y tilingos por las clases pobres a las que masacracron desde Santa Cruz (Patagonia rebelde) hasta Vasena (Semana trágica)…» Fue la resultante de un proceso sociopolítico y cultural de años, décadas.
¿El tango nació un 11 de diciembre? En absoluto. Fue la hermosa consecuencia de la «unión de dos dos culturas, la de los inmigrantes europeos, africanos y la de los habitantes de la Argentina y el Uruguay» (1) a través de un largo tiempo. Pero se lo celebra un 11D porque es la fecha de nacimiento de dos figuras icónicas del género: Carlos Gardel y Julio de Caro.
¿Y el 3 de julio de 1967 nació el rock argentino? Tampoco. Aunque ese día se produjo un «hecho fundacional» (que es otra cosa), como el lanzamiento del disco sencillo que traía en su cara A el tema La Balsa, compuesto un par de meses antes por Tanguito y Litto Nebbia entre la casa de Tango y el baño del café La Perla del Once. ¿Y qué tuvo eso de «suficientemente trascendente»? 1) Vendió 250.000 copias, una cifra escalofriante no sólo para la época sino hasta en los ’80, década cúlmine del rock nativo; 2) El tema popularizó entre vastos sectores de la juventud un género (el rock en castellano) marginal y muy mal visto por la acartonada sociedad de la época, perseguido a pura razzia y bastonazos por la policía dictatorial; 3) esa tremenda revolución que provocó fue el despertar de uno de los movimientos socioculturales más importantes e influyentes de la historia de Hispanoamérica. Todo eso. Y más, si cabe.
Rebelde en pickup
Crédito: Fermatamolar
Dicho lo dicho, creemos que es justo y necesario recordar que un año y un día antes de ese 3 de julio del ’67, en la entonces bohemia y rockera localidad balnearia de Villa Gesell, cuatro pibes grabaron un disco sencillo que contenía en el lado A la canción Rebelde, y en el lado B No finjas más.
Se llamaban Los Beatniks y eran Mauricio Birabent (para todos, Moris) en voz y guitarra, Pajarito Zaguri en guitarra y voz (capicúa), Antonio Pérez Estévez en bajo, Jorge Navarro en teclados y Javier Martínez en batería. Ensayaban en el bar de Moris, llamado Juan Sebastian Bar. Una excelente iniciativa mantuvo al lugar como referencia ineludible de los orígenes del rock argentino, gran cartel mediante, como puede observarse en la fotografía: «Aquí funcionó Juan Sebastian Bar, donde Moris y sus amigos dieron comienzo al movimiento del Rock Nacional – Verano 1965/66 – Villa Gesell», reza.

Pajarito Zaguri fue coautor junto a Moris de Rebelde y de No finjas más. Luego de la corta vida de Los Beatniks, se convirtió en violero de Los Náufragos y después de La Barra de Chocolate. Nacido Alberto Ramón García el 18 de febrero de 1941, falleció en Buenos Aires el 22 de febrero de 2013. Tenía 72 años.
Javier Martínez, oriundo de Berazategui, gran amigo de Moris y uno de los mejores amigos que supo tener Tanguito durante su corta e intensa vida, posteriormente a esa experiencia fue el batero de El Grupo de Gastón, tiempo durante el cual conoció al violero Claudio Gabis y al bajista Alejandro Medina y formaron nada menos que Manal, uno de los «tres socios fundadores del rock argento» junto con Los Gatos y Almendra, y autores del álbum homónimo, hasta hoy considerado uno de los tres mejores de la historia. (Javier se nos fue hace poco tiempo).
Moris, en tanto, inició tras Los Beatniks una carrera solista que -exilio mediante- terminó consagrándolo como un auténtico prócer del rock and roll en España. Pero antes de subirse al avión dejó joyas que hoy siguen reluciendo en todo su esplendor, a saber: su primer álbum, titulado 30 minutos de vida (1970), figura como el 6º mejor de la historia del rock vernáculo en la lista que músicos, arregladores, compositores, productores y periodistas especializados elaboraron para la revista Rolling Stone; ese disco trae uno de los mayores himnos del género, El oso, que nació como canción para un jardín de infantes y terminó conviertiéndose en «arma cultural» contra todo tipo de opresión; también incluye Ayer nomás, Pato trabaja en una carnicería, De nada sirve, Escúchame entre el ruido y otras preciosuras.

Fue el 2 de julio de 1966, como dijimos, un año y un día antes del lanzamiento del disco sencillo de Los Gatos que incluyó La Balsa en la cara A y Ayer nomás (versión gatuna) en la B, que Los Beatniks editaron Rebelde, considerada la primera canción de autor de rock en español. De autor, o sea, nada de traducciones de temas en inglés: fue un rock que se pensó, se escribió, se cantó y se grabó en nuestra lengua, ergo, como parte de nuestra cultura.


Faltaban exactamente 27 días para el golpe de Estado contra Arturo Umberto Illia por parte de Juan Carlos Onganía y 57 días para La Noche de los Bastones Largos, el hecho que inició la debacle educativo-cultural en la Argentina, y Moris cantaba «Rebelde me llama la gente / Rebelde es mi corazón / Soy libre y quieren hacerme / Esclavo de una tradición (…) Todo se hace por interés / Pues este mundo está al revés / Si todo esto hay que cambiar / Siendo rebelde se puede empezar».
A ello, Los Beatniks le sumaron una «estrategia publicitaria» muy original pero bastante inconveniente para una época de mentes cortas y bastones largos: cantaron Rebelde desnudos en una fuente.
El final, cantado: disco censurado, Moris y Cía presos y disolución de Los Beatniks poquito después. El sencillo vendió apenas 200 copias. Pero merece ser recordado como la primera canción de autor del rock argentino. Nada más y nada menos.