El Angel (película) Por Mauricio Vallejos.-
El cine argentino de los últimos años se ha dado el gusto de rememorar hechos históricos y a personajes emblemáticos, como si de una moda se tratara a los cineastas locales les ha dado por rememorar el pasado. En 2018 el director Luis Ortega llevó a la gran pantalla a uno de los asesinos seriales más emblemáticos de la historia Carlos Robledo Puch, en una cinta que más que una tragedia parece una película de aventuras.
El Ángel narra la historia de carlitos, un joven que vive la vida basada completamente en la adrenalina. Es hijo de un matrimonio casi modélico, va a un buen colegio y no porta el estereotipo del delincuente común, pero al conocer a un amigo en la escuela encuentra el lugar de sus emociones que lo hacen sentir vivo.
Está claro que a los cineastas de todas las épocas les han fascinado llevar a la pantalla historias de crímenes, y si son perpetrados por sujetos perturbadores mucho mejor. Los asesinos y sus motivaciones pueden llevar por un camino de violencia y tensión que cautive a la audiencia, en este caso el director plantea la historia de un joven que ve la realidad como una cuasi teatralización, donde nada parece real, y en ese escenario todo le está permitido.
La historia no es lineal, sino que va contando los hechos más destacados de carlitos, su perturbadora sociedad con Ramón Peralta (El chino Darín), sus asesinatos a serenos y el final de sus andadas como delincuente. Hay una clara intención del director de llevarnos a un viaje por la mente de Robledo Puch, sin tratar de justificar, pero si explicando cómo funciona su psiquis y desde donde vienen sus crímenes.
En ese sentido, la cinta posee un gran componente onírico, es decir que posee elementos surrealistas a la hora de narrar, de ahí escenas como el famoso baile en televisión con el tema de Palito Ortega de fondo, recursos fantasiosos que buscan explicar la personalidad de Carlos. Además, la cinta está contada 100% desde el lugar del asesino, no pretende empatizar con las víctimas porque él no lo hacía, y aquí vemos los hechos desde su punto de vista.
De aquí que la dirección en todo momento busca ser colorida y psicodélica, no hay un ambiente sórdido y oscuro como los que pudimos ver en obras como Seven o en la serie Damers, hay una intención estética de emular el tecnicolor de los años 70, donde transcurre la historia, y que los colores acompañen la visión de una persona que realmente no cree estar haciendo nada malo.
La cinta no es perfecta ya que su falta de linealidad por momentos lleva a sentir que está saltando de un lugar a otro, y está claro que algunos podrán sentir que es muy suave con la figura de un asesino despiadado. No obstante, es interesante como plantea al mundo delincuencial como un lugar donde lo más anhelado no es el botín sino la adrenalina de conseguirlo, como una adicción a la sensaciones extremas. Eso mezclado con una mente que ve la realidad como una maqueta que puede ser modificada a voluntad nos da una cinta entretenida y perturbadora a la vez.