De la Redacción de 90 Líneas.-
El 10 de abril de 1912, el “insumergible” Titanic partió por primera y última vez hacia mar abierto desde el puerto de Southampton, en el sur de Inglaterra, con destino a Nueva York, Estados Unidos. A bordo había 2.223 personas entre pasajeros (1.324) y tripulantes (899). Un total de 285 pasajeros viajaban en segunda clase. Entre ellos, una niña de apenas 7 años llamada Eva Miriam Hart, su madre Esther y su padre Benjamin. Eva había cumplido los siete el 31 de enero, sólo 2 meses y 10 días antes de subirse al “barco de los sueños”.
La pequeña nació en el barrio londinense de Ilford, y era la única hija de Benjamin y Esther, quien venía de un dramático primer matrimonio con un hombre que la golpeaba: perdió nueve hijos antes de que cumpliesen un año.
Benjamin era carpintero y se dedicaba a la construcción, que en Inglaterra conoció un desplome brutal hacia 1910. La crisis económica le estaba jugando una mala pasada a él y a su familia. Por ello, cuando un gran amigo que se había instalado en Canadá le habló de las enormes oportunidades que había en aquel país, no dudó en sacar los pasajes. El barco que los llevaría era el Philadelphia, pero una gran huelga canceló el viaje y los reubicaron en el Titanic.
Eva dormía de día y pasaba las noches en vela, según dicen porque su madre estaba muy nerviosa y tenía miedo. En la carta que Esther le escribió a su mamá -la abuela de Eva- le habló maravillas de la niña. No obstante, en un párrafo no pudo evitar que sus nervios salieran a la luz: “No ha habido ninguna tempestad, pero Dios sabe cómo será cuando ocurra. Veo una enorme extensión de mar, no hay tierra a la vista. El barco se mece de lado a lado. Es maravilloso, aunque dicen que este barco no debería mecerse debido a su tamaño…”
Desde el bote número 14
A las 23,40 del 14 de abril, el Titanic no pudo evitar totalmente a un enorme iceberg, el cual perforó 5 de los 16 compartimentos “supuestamente herméticos” y “diseñados para retener el agua en caso de rotura del casco”. Cuando llamaron a Joseph Bell, ingeniero jefe del monumental barco, éste advirtió al capitán Edward Smith, al presidente de la naviera dueña de la lujosa embarcación, Joseph Bruce Ismay, y al resto de los jefes de la tripulación, que el “insumergible” sólo estaría a flote en las gélidas aguas del Atlántico Norte entre dos y tres horas. No se equivocó en absoluto: el hundimiento total de la mole de 46.400 toneladas se registró a las 2,20 de la madrugada del 15 de abril, es decir, dos horas y cuarenta minutos después de la colisión que casi nadie notó.
Eva Hart tenía 7 años cuando embarcó en el Titanic y 91 cuando murió, en 1996. Fue la última superviviente con recuerdos de la tragedia
Tampoco lo notó la pequeña Eva Hart, que esa noche, al contrario de las anteriores, dormía profundamente. Su padre Benjamin la tapó con una manta, la tomó en brazos y la llevó a cubierta, donde ella y su madre se subieron al bote de madera número 14. El Titanic tenía 16 botes salvavidas desplegados a la vista de todo el mundo y cuatro desplegables, con capacidad total para menos de la mitad de quienes viajaban en el barco. Así y todo, quince minutos antes de la una de la madrugada se lanzó al agua el primer bote con 28 personas a bordo, a pesar de contar con capacidad para 65.
“Jamás cerré los ojos”
A sus 7 años, Eva grabó en sus retinas todo lo que ocurrió. Entre gritos, violencia y descontrol, cuando el bote comenzó a alejarse del Titanic vio cómo el quinto oficial del buque, Harold Lowe, comenzó a disparar al aire para evitar que un grupo de hombres se subieran desde la cubierta. Lowe, tras poner a resguardo a los pasajeros, fue el único que regresó a rescatar gente: “demasiado tarde”.
Durante una entrevista que le hicieron en 1993, Eva realizó el relato más escalofriante del hundimiento, aquel que la marcó para el resto de su vida y que registró en detalle:
“Mi padre nos hizo subir a un bote. Me dijo que fuese una buena chica y que no soltara la mano de mi madre: en ese momento me di cuenta de que él no venía con nosotros y de que no volvería a verlo”.
Les dio su abrigo, que en el bolsillo tenía la única carta conservada escrita a bordo del barco el día del hundimiento. En 2014 se vendió en una subasta por casi 120 mil libras esterlinas.
Eva recordaba que la orquesta estaba tocando el himno Cerca de ti, Señor. Eran los momentos finales del Titanic.
“Vi hundirse ese barco. No cerré los ojos. No me dormí. Lo vi, lo escuché, nunca podría olvidarlo…”
“Puedo recordar los colores, los sonidos, todo… Lo peor que puedo recordar son los gritos…”
“Luego, parecía como si una vez que todos se hubieran ido, ahogados, el mundo entero se detuviera. No había nada. Sólo ese silencio terrible y mortal en la noche oscura, con las estrellas en lo alto…”
Luego de ser rescatadas por el Carpathia, Eva y su madre regresaron a Gran Bretaña. “La niña continuó teniendo pesadillas de aquella noche hasta la muerte de su madre en 1928. Para entonces, Eva tenía apenas 23 años. Decidió enfrentarse a sus miedos embarcándose en un buque y encerrándose en su camarote durante cuatro días, hasta que dejó de tener pesadillas. Falleció en 1996 a los 91 años, siendo una de las últimas supervivientes del Titanic en morir”.
Un dato de color: el personaje de Rose en la megaproducción cinematográfica de James Cameron, interpretado por la actriz Kate Winslet, se conformó con más de una pasajera, pero fundamentalmente sobre la historia de Eva.
Eva Hart fue jueza en Inglaterra y luego se dedicó al canto en Australia. Con el tiempo se convirtió en una de las más acérrimas críticas de la naviera dueña del Titanic -la White Star Line– y del manejo que hicieron antes, durante y después de la tragedia.
Qué fue de la vida de…
Joseph Bruce Ismay. El presidente de la White Star Line, la naviera que fabricó el Titanic, salvó su vida pues se subió a un bote cuando a bordo el caos era total a raíz del inminente hundimiento. La comisión que investigó la tragedia en el Reino Unido lo absolvió, al considerar que “había ayudado a muchos pasajeros a embarcar en otros botes salvavidas y que solo subió al último cuando consideró que ya no podía hacer nada más”. No pensaron lo mismo los ciudadanos de su país ni la prensa de EEUU, quienes lo marcaron como uno de los máximos responsables del desastre. Vivió el resto de su vida entre la depresión y el ostracismo”.
Helen Bishop. “El hijo del que estaba embarazada durante el viaje falleció pocos días después de nacer. Un año más tarde, ella sufrió un accidente de coche al que sobrevivió milagrosamente. Sin embargo, perdió la vida poco después tras sufrir una caída mientras visitaba a unos amigos”.
Margaret Brown. Fue la pasajera “más célebre del Titanic”. Su vida inspiró un musical de Broadway y una película de Hollywood. “Apodada como ‘La insumergible Molly’, era pasajera de primera clase. Una ‘nueva rica americana’ que durante el hundimiento ayudó en las tareas de evacuación antes de subir a un bote. Luego se peleó con el oficial a cargo, a quien pidió que regresara a buscar más gente (una escena bien retratada en el filme de Cameron). Brown fundó un Comité de Supervivientes para recaudar dinero destinado a ayudar a los pasajeros de segunda y tercera clase a rehacer sus vidas”.
Michel y Edmond Navratil. “Tenían 4 y 2 años y fueron los únicos niños rescatados por el Carpathia sin un pariente, por lo que se los conoció como ‘los huérfanos del Titanic’. En rigor, viajaban con su padre, pero a éste no lo dejaron subirse a ningún bote. Margaret Bechstein Hays, una pasajera de primera clase, se hizo cargo de ellos en Nueva York hasta que localizó a su madre en Francia”.
La argentina Violet Constance Jessop. “Al contrario que Margaret Brown, Violet se ganó su título de ‘Señora insumergible’ porque no sólo sobrevivió al hundimiento del Titanic, sino también al del Britannic durante la Primera Guerra Mundial (1916) y anteriormente a un choque a bordo del Olympic (1911). Por tal motivo se le dio también el poco halagüeño apodo de ‘La reina de los barcos hundidos’”.
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Los ricos “se ahogan menos”
Si una historia real, excelentemente contada en la película de 1997, refleja las insultantes desigualdades sociales de nuestro mundo de cada día, esa es la del Titanic. Las terribles escenas del filme de James Cameron en las que a los pasajeros de tercera clase no los dejan subir a cubierta pese a que el agua ya los alcanzaba, o la de la madre de un niño y una niña explicándole a sus hijos que debían esperar que los de primera clase abordaran los botes para luego hacerlo ellos (algo que nunca llega a ocurrir), son apenas dos ejemplos.
Vale repasar los números de pasajeros, muertos y sobrevivientes para tener una fotografía de un barco que ya en 1912 nos contaba cómo sería el mundo en 2022:
–Había 329 pasajeros de primera clase a bordo. Sobrevivieron 199 (el 60,5%)
-285 pasajeros de segunda clase. Sobrevivieron 119 (el 41,7%)
-710 pasajeros de tercera clase. Sobrevivieron 174 (el 24,5%)
-Había 899 miembros de la tripulación a bordo. Sobrevivieron 214 (el 23,8%)
-El capitán Smith y el ingeniero Bell se hundieron con el barco. El presidente de la compañía naviera, Ismay, se subió a un bote y la justicia inglesa lo absolvió
Fuentes: National Geographic, BBC, CNN y ABC de España