Por Daniel Ridner
Adoquín: Piedra labrada en forma de prisma rectangular para la pavimentación de calles y otros usos; se caracteriza por ser económica y tener un mejor comportamiento ante la lluvia.

Tuve un sueño. Más que un sueño, una conversación con un adoquín de mi calle Nueva York. Juntos recordábamos el paso de los tranvías 23, 24, 25 y 26, los camiones jaula que trasladaban ganado a los frigoríficos, al señor Vaca que desde su carro tirado por un caballo nos ofrecía productos de verdulería… Y los más de diez mil obreros y obreras que caminaban sobre él y sus miles de compañeros diariamente.
Mi amigo el adoquín, ese que lleva vividas décadas en la emblemática calle Nueva York de Berisso, me mostraba las fotos publicadas por Abel Gentili y Elida Vranjes y recordaba la Mansión de los Obreros creada en 1920; los bares, entre ellos el Anglo Argentino de Dawson; el Hogar Social donde Cipriano Reyes arengó a miles y miles de trabajadores y trabajadoras de los frigoríficos Swift y Armour que, un 17 de octubre de 1945, dieron a luz al peronismo.
Juntos recordamos a la Escuela 50, luego “rebautizada” 9, a los comercios que poblaban esta calle, a sus queridos vecinos… y la nostalgia nos ganó la partida.

En los días de lluvia, más de una vez me empapé cuando pasaban los micros cerca de la vereda. Él se reía a carcajadas, y yo también.
“¿Qué va a pasar cuando quienes me recuerdan no estén más?”, me preguntó. “Todo está guardado en la memoria nos dice León Gieco”, le respondí.
“Extraño mucho el tránsito, la gente, sus historias, y tantas cosas más que viví desde aquí abajo”, me dijo mi querido amigo, y se despidió con una bellísima frase de Eduardo Galeano, esa que afirma que “La memoria guardará lo que valga la pena. La memoria sabe de mí más que yo; y ella no pierde lo que merece ser salvado”.
