Es más los pueblos no sólo se equivocan. A veces también se suicidan.
Y este domingo Argentina pareció encaminarse a un gigantesco suicidio colectivo al consagrar a Javier Milei como el candidato más votado en las PASO.
Un suicidio, porque sus propuestas de una apertura indiscriminada de la economía, la dolarización de la moneda (es decir una profundización de la convertibilidad de Cavallo) y su iniciativa de enfrentar a los gremios y meter presos a los piqueteros, no sólo demuestran su inviabilidad desde la perspectiva económica con notorios fracasos históricos, sino también hace tambalear la precaria paz social, enturbiada por una distribución regresiva del ingreso que poco tiene que ver con los logros históricos del peronismo.
Y no sólo eso, Milei reivindica la gestión económica de Menem haciendo hincapié en su iniciativa más emblemática, es decir la convertibilidad y su estabilidad de precios, pero olvidando sus consecuencias funestas como la destrucción de miles de pymes, el crecimiento de la desocupación y, paralelamente, la pérdida de niveles de ingresos de la mayor parte de la sociedad con un fuerte crecimiento de la pobreza.
Es más, reivindica un modelo económico agroexportador, de tinte cuasi pastoril, que como quedó demostrado hasta el hartazgo sirvió para convertir a la Argentina en potencia económica a fines del siglo XIX, pero sin derramar a buena parte de la población de entonces y mucho menos lo haría ahora con un país con diez veces más de habitantes a esos años que se suponen gloriosos.
Quienes tienen un discurso panegírico de esa época se olvidan del lapidario “Informe Bialet Massé” sobre el estado de la clase obrera en la Argentina a principios del siglo pasado, esos mismos tiempos que reivindican, pero que dejaba afuera y condenaba a la hambruna a amplios sectores de la población, incluidos a los millones de inmigrantes a los que se invitaba a hacer la América por estas pampas..
Por esa misma razón una y otra vez cuando los admiradores del liberalismo extremo llegan al poder sea con gobiernos militares o civiles se chocan con una realidad que contradice su visión idealizada de un país que ya no existe desde la crisis económica internacional de 1930..
Y es precisamente porque sus anacrónicas propuestas son disruptivas por un lado atraen, pero por otro asustan, como quedó demostrado en la reacción de los mercados cuya apertura irrestricta pregona Milei, pero que le da la espalda a propuestas que se presentan impracticables y, por eso, se derrumbar bonos y acciones argentinas mientras se disparó el riesgo país apenas se conocieron los resultados electorales.
EL DOLOR DE YA NO SER
Para Juntos por el Cambio, la primaria dejó un sabor amargo. Esa coalición armada contra natura donde conviven expresiones socialdemócratas, como gran parte del radicalismo, el Gen de Stolbizer, la Coalición Cívica de Carrió, hasta los socialistas de Santa Fe y el más rancio conservadurismo de Macri y el PRO necesariamente tienen propuestas antagónicas para los mismos problemas y sólo se mantenían unidos bajo la premisa de terminar con el kirchnerismo, una vieja rémora de la Unión Democrática a la que derrotó Perón en 1946, pero que dio origen a un feroz antiperonismo, en una antinomia que se pensó en algún momento superada.
Bajo el férreo liderazgo de Mauricio Macri se desenterró la grieta al tiempo que el líder del PRO demostró sus limitaciones para impulsar soluciones innovadoras para los viejos problemas argentinos, (que por añadidura empeoró con un demencial endeudamiento). Y sin esa conducción unificada esa renovada alianza busca un cambio de perfil más atractivo para un electorado al que atraía por su sola coincidencia programática, es decir ese feroz antikirchnerismo.
Así, el resultado del domingo los dejó más desnudos que nunca. El triunfo de Patricia Bullrich en la interna le genera un serio problema de cara a un crecimiento electoral, dado que su voto se puede disipar hacia cualquiera de las dos opciones del arco electoral con las que competirá en octubre..
En cambio para el oficialismo, más allá de los magros números en diversos distritos se presenta un panorama distinto. Desde lo ideológico se convierte en una de las opciones de la tradicional polarización del votante argentino. Muchos dirán que hay tres opciones, pero sólo dos modelos económicos en disputa.
Por un lado están quienes proponen con mayor o menor rapidez, la reducción del Estado (con privatizaciones incluidas), la desregulación absoluta del mercado de cambios y del laboral y el feroz achicamiento del gasto público. Es decir aplicar el programa de ajustes que impulsa el Fondo Monetario y que tanto daño le hizo y le hace a la economía argentina, pero que Milei considera laxo frente a sus propuestas que no dudó en calificar como todavía más duras.
Es más como modelo antinflacionario impulsa una “dolarización” poco menos que impracticable o una privatización de empresas emblemáticas como YPF, pero también de la educación y la salud pública.
Visto de este modo se podría decir que el oficialismo tiene todo para crecer a partir de poner en la mira de su propuesta a los sectores postergados y dado que hace de la administración por parte del Estado de la coexistencia social la esencia de su filosofía programática.
Claro, esa visión se contrapone con los resultados concretos de una gestión donde los sectores más beneficiados fueron precisamente los más acaudalados, esos que tienen alguna espalda para sostenerse en una etapa crítica que cuesta trabajo dejar atrás.
Y a eso se agregan las exigencias de un Fondo Monetario dispuesto a jugar todas sus cartas en esta instancia, entre otras cosas porque sabe que más adelante tendrá poca capacidad para torcer el rumbo de las políticas económicas a partir del año entrante, cuando finalicen las revisiones y los desembolsos para pagar los vencimientos de la refinanciación de los créditos que le otorgaron a Macri como se viene haciendo hasta ahora. A partir de entonces habrá entre tres o cuatro años de gracia, ya acordados, antes de volver a pagarle y, para entonces, la situación financiera del país podría ser bien distinta.
MASSA Y LAS NUEVAS MEDIDAS
Sergio Massa no logra seducir a amplias franjas de la población que aún no lo ven como el político capaz de cambiar la situación asfixiante de sus ingresos. En especial porque son esos sectores más postergados de la población, los menos favorecidos por una administración jaqueada por las urgencias y que a un año de haber asumido la conducción de la economía no ha podido revertir su deterioro de ingresos.
Peor aún, apremiado por esas exigencias del organismo internacional decidió dejar de lado una de las banderas de campaña y devaluó el peso llevando el oficial a $ 350 y provocando una disparada a más de $700 del blue y fuertes subas en las otras cotizaciones financieras de la moneda estadounidense
Como contrapartida endureció el cepo para esas operaciones, al tiempo que iniciaba una verdadera cacería por las cuevas del microcentro porteño, en un intento que seguramente será espasmódico, como otra tantas veces, de limitar el juego especulativo de algunos argentinos.
Y además dispuso el cierre de exportaciones de productos alimenticios como las carnes y los lácteos en un intento de frenar, mientras negocia, una nueva disparada en los precios que intenta contener al menos hasta octubre.
El desorden económico desatado por la inesperada medida fue de tal magnitud que el dato de inflación de 6,3% en julio, terminó resultando no tan grave como seguramente hubiera sido en otro contexto cambiario y disparada del costo de vida.
Aun cuando los datos del Indec muestran un crecimiento de la inflación del 60,2% en 2023 y del 113,4% en el último año, el rubro alimentos y bebidas registró una suba inferior al índice general en julio que el promedio. Según el Indec, la división de mayor aumento en el mes fue Comunicaciones (12,2%), producto de la suba de servicios de telefonía e internet. Le siguieron Recreación y Cultura (11,2%) –principalmente por los aumentos en los paquetes turísticos– y Bebidas alcohólicas y tabaco (9,0%).
UN ROCKSTAR MENEMISTA
Más allá de lo conceptual, lo cierto es que las elecciones del domingo hicieron alumbrar un nuevo protagonista de la política argentina, que entre otros factores supo aprovechar al máximo el descontento y la incertidumbre de los sectores más jóvenes de la población con un discurso provocador en lo formal y usando los medios electrónicos como parte fundamental de su atractivo y armado electoral.
Claro, también es cierto que su fulgurante aparición ahora también lo deja expuesto a un escrutinio más puntilloso y a la lluvia de cuestionamientos a su poco presentable curriculum personal, con claras motivaciones casi esotéricas o al menos mesiánicas y a una incuestionable misoginia, que lo torna revulsivo para amplios sectores de la población, una vez despejada la pátina de rockstar que logró construir como imagen.
Es claro la moneda está en el aire para elegir al próximo presidente, el mismo que puede inaugurar para bien o para mal un nuevo ciclo histórico para el país ante oportunidades inéditas que aparecen en el horizonte.
Para ello es imprescindible que el oficialismo deje de pegarse tiros en los pies, con errores como por ejemplo pujar a contramano de lo aconsejable por mantener el municipio de Tigre, cuando la disputa mayor es la presidencia, un gesto que debilitó al candidato de Unión por la Patria. Además tampoco se comprende cómo se hizo campaña contra una devaluación a la que finalmente se apeló apenas a 24 horas de conocido en resultado electoral.
Aun con semejantes falencias, el oficialismo se mantiene como único dique de contención frente a una oposición o bien poco ilustrada o de un dogmatismo feroz, que impulsa soluciones simples y reiteradamente fracasadas, cuando no como ya se hizo en algún momento dispuesta a quemar las naves en su intento de proteger a un sector del empresariado siempre dispuesto a maximizar sus ganancias, aunque perdiendo a corto plazo como todo el resto de la sociedad.