En memoria de Armando Alberto Calí (1949 / 5 de abril de 2024)
Este artículo fue publicado originalmente el 27/04/2023
Corría el año 1975. Armando Alberto Calí y César Augusto Medrano, quienes el año anterior habían sido seleccionados y contratados para ocuparse del sector eléctrico y mecánico de la flamante área de telefonía de la fábrica platense SIAP, llevaban 72 horas casi sin pegar un ojo, prácticamente viviendo en las instalaciones de la empresa. Se dejaban la piel en esa cruzada. Porque los apasionaba y, además, allí se sentían como en su casa. A las tres de la madrugada de la tercera jornada, Armando comenzó a marcar un número de teléfono en el disco del enorme aparato naranja que, finalmente, habían ensamblado.
-¿A quién llamás? –le preguntó César cuando se percató de que no estaba haciendo una prueba más.
-A (Aldo) Tedeschi (el dueño de la firma) –respondió un emocionado Armando.
-¿Estás loco? ¡Son las tres de la mañana –le recordó César.
En ese momento, atienden.
-Hola. ¿Quién habla? –preguntan del otro lado de la línea.
-Armando Calí, y lo estoy llamando desde el primer teléfono público argentino fabricado por SIAP bajo licencia Tamuda Japón.
Cuarenta y ocho años después, en su casa de Gonnet, Armando le contó a 90lineas.com que la reacción de Aldo Tedeschi fue tal, que todo aquello terminó a primera hora de la mañana con sandwiches de miga, sidra y champán, en un emotivo festejo en el edificio de SIAP situado en la calle 526 entre 12 y 13, donde funcionaba la División de Productos Especiales (DPE) de la firma que, creada a inicios de la década del ’60, se especializaba en aparatos de precisión para automóviles y otros vehículos.
SIAP es la sigla de Sociedad Industrial Aparatos de Precisión SAIC, que llegó a tener “más de 1.300 trabajadores y trabajadoras a inicios de los ’70, cuando en el Gran La Plata había un sinfín de industrias de las más diversas actividades económicas”, recordó Armando, para casi exclamar: “Ojalá se pudiese volver a ese nivel de movimiento industrial que existía en la Argentina y en la Ciudad”.
teléfonos públicos
Vale recordar las palabras que el 2 de septiembre de 2015 pronunció Héctor Méndez, entonces titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), en ocasión del acto por el Día de la Industria –“1974 fue el punto más alto de la industrialización argentina”-, para terminar de poner en contexto lo que nos contó Calí.
Y fue precisamente en 1974 cuando el vecino de Gonnet fue seleccionado junto con César Medrano para trabajar en SIAP. “Buscaban un técnico mecánico y un técnico electricista para la nueva área de telefonía, que funcionaba dentro de la División Productos Especiales, donde se desarrollaron teléfonos, aparatos de precisión para meteorología, encendedores Braun. Y más tarde, en el edificio de 122 y 65, medidores de agua y medidores de gas, entre otras cosas”.
Lo cierto es que, como reza la siguiente publicidad del año 1964, la fábrica central y las oficinas de SIAP estaban en el Camino General Belgrano esquina 514, donde se fabricaban velocímetros, odómetros, cuenta revoluciones mecánicos, indicadores de combustible termomagnéticos y bimetálicos, indicadores ópticos, tableros de instrumental completos y un largo etcétera.
La fábrica central y las oficinas de SIAP funcionaban en el edificio situado en Camino General Belgrano esquina 514 (video). En tanto, en la calle 526 entre 12 y 13 estaba la División de Productos Especiales (DPE), donde se desarrolló el área de telefonía.
Armando Calí nació en Gonnet en 1949 y cursó los estudios primarios en la Escuela Nº 18 “Julián Aguirre”. En 1961 ingresó al Colegio Industrial Albert Thomas, del cual egresó en 1967 con el título de técnico electricista.
“Hice gran parte de la carrera de Ingeniería Eléctrica en la Universidad Tecnológica, pero por cuestiones personales no pude terminar”, señaló, para contar que a la par de los estudios universitarios tuvo ‘una gran escuela’ trabajando en el Laboratorio de Alta Tensión que funcionaba en la Facultad de Ingeniería de la UNLP. “Dependía en partes iguales de la Universidad y de DEBA (División de Energía de Buenos Aires)”, aclaró.
Cuando en 1974 empezó a trabajar en SIAP, Armando pasó de la práctica a la teoría. Literalmente. “Durante 60 días tuve que estudiar un montón de manuales en inglés, y luego estuve trabajando casi medio año supervisado por un ingeniero japonés, Tabaico Shibuia, un enamorado de la Argentina. Y es que tenía que aprender todo acerca del nuevo desarrollo que encaraba la empresa, es decir, la telefonía pública”, detalló.
Según estadísticas del Indec, la cantidad máxima de teléfonos públicos que hubo en Argentina fue de 164.832 en julio de 2008. A partir de allí el descenso fue feroz, al ritmo del crecimiento de la telefonía celular. Hoy queda un total de 8.100 teléfonos públicos disponibles en el país, distribuidos en hospitales, estaciones de trenes y shoppings
SIAP trabajaba para ENTel, la Empresa Nacional de Telecomunicaciones que nació en 1956. Hagamos aquí un punto para contar que las telecomunicaciones en Argentina estuvieron a cargo de la Unión Telefónica, una empresa privada de capitales ingleses y franceses, hasta 1948, año en que el Estado nacional adquirió el 51% de las acciones. El 49% quedó en manos del sector privado. Pero esa sociedad no funcionó y en 1949 nació Teléfonos del Estado, de capital 100% público. En 1956, al año siguiente del golpe de Estado que derrocó a Juan D. Perón, pasó a ser ENTel. En 1990, el gobierno encabezado por Carlos Menem privatizó las telecomunicaciones. Pero ese es otro cantar.
Creando la empresa propia
Al tiempo que trabajaban en SIAP, Armando Calí y César Medrano iban armando su propio emprendimiento. “Había muchas cosas que requerían los nuevos desarrollos en telefonía y que nosotros podíamos hacer”, dijo, dando una acabada idea del nivel de actividad industrial que existía en esa época. A punto tal que la empresa propia, CEAR SA, llegó a tener 25 trabajadores y trabajadoras. “Había piezas que las hacían los hombres, pero otras era mejor que las hicieran mujeres porque necesitaban delicadeza y precisión”, apuntó, para resaltar que una de esas empleadas fue Liliana Trobo, su segunda esposa y “pilar de toda la vida”.
teléfonos públicos
“Un trabajo de muchas personas”
Armando subrayó que en la División de Productos Especiales “trabajaban muchas personas” y que “el desarrollo de los aparatos telefónicos dependía de todos”. “Digamos que en esa cadena, que incluía expertos en dibujo técnico, técnicos metalúrgicos, y una gran cantidad de especialistas en materias que hacían a cada parte y a cada pieza de los teléfonos, César y yo ocupábamos el último eslabón, es decir, éramos los encargados de armar el rompecabezas, por decirlo de algún modo”.
“Había que revertir el 70/30”
Cuando se iniciaron los primeros desarrollos, el 70 por ciento de las piezas eran importadas de Japón, ya que la empresa licenciataria era de ese país, y el 30 por ciento de producción local, recordó Calí, para resaltar: “El objetivo que debíamos cumplir con el tiempo era revertir esa relación para que el 70 por ciento de los teléfonos sean industria argentina y sólo el 30 por ciento importados”.
En un principio, hasta algunos planos eran de Japón. Lentamente, la producción nacional y la de SIAP en particular fue creciendo. “Hasta 1979, cuando con César nos independizamos, el disco, el monedero y las baterías eran importados. Pero la caja la producía Zanella, la alcancía la fabricaba otra empresa nacional que quedaba en Florencio Varela, mientras que mi socio y yo, cuando pasamos a ser proveedores de SIAP, hacíamos las cerraduras, circuitos impresos, y más tarde, con ingenio, ímpetu y un poco de desfachatez -rió-, los cableados”.
Para los jóvenes que nacieron y/o crecieron con celulares, vale aclarar que “el monedero” era el dispositivo donde se colocaban las monedas o los cospeles (ver siguiente foto) que se compraban en los kioscos para poder hablar. Una vez que se introducían por la raja, el teléfono se activaba dando “tono”.
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“Si desarrollan estos dos teléfonos…”
Ahora bien, ¿cómo pasaron usted y César Medrano de trabajadores de SIAP a proveedores?
“Como conté, nosotros ya veníamos montando nuestro emprendimiento, hasta que un día le pregunté al dueño de la firma, Aldo Tedeschi, si la empresa podía darnos un préstamo para adquirir bienes de capital”, rememoró, para indicar que les respondió: “SIAP no entrega préstamos, pero si ustedes desarrollan estos dos teléfonos en (equis) días, la producción de las cerraduras es para ustedes”.
Había tres cerraduras, nos explicó en su momento Calí. Dos a los costados de la caja que se abrían con una llave normal, ya que por allí se accedía al cableado, y otra en la parte frontal, donde estaba la recaudación: esta cerradura tenía, en total, 28.000 combinaciones, de modo que ni siquiera los técnicos de ENTel la podían abrir.
teléfonos públicos
¿Quién no quiere trabajar así?
César y Armando se pusieron a ‘armar el rompecabezas’. “Trabajábamos incluso de noche, pero siempre a gusto, porque el ámbito laboral era estupendo, los compañeros, el dueño, las condiciones de trabajo. La empresa era como un club, un lugar donde a todos nos gustaba estar”, dice Calí, para remarcar algunas cuestiones que hoy parecen de otra galaxia. “Se cobraba muy bien. Y se pagaban todas las horas extras puntualmente. Pero además, si tenías asistencia perfecta cada mes te pagaban el 20% de la suma del sueldo y las extras como premio. Como si fuera poco, teníamos doble aguinaldo, es decir, un aguinaldo completo en junio y otro en diciembre. Y a fin de año recibíamos un bono en concepto de participación en las ganancias de la firma. ¿Quién no quiere trabajar así?”, preguntó.
Para el Mundial de 1978 “hubo mucho trabajo” porque querían instalar 2.500 teléfonos a raíz del movimiento de turistas que iba a haber. “Yo tuve que viajar a Rosario a trabajar un tiempo, ya que esa ciudad fue una de las sedes de la Copa del Mundo”, apuntó Armando.
El principio del fin
Armando y César se fueron de SIAP en 1979 y su Pyme -donde tenían 25 trabajadores “todos en blanco”, subrayó- se convirtió en una empresa que iba viento en popa, al igual que todas las de la Región y del país.
“Pero abrieron las importaciones, comenzaron las políticas que en lugar de promover la industria nacional la perjudicaban, y así fueron cerrando las empresas; unas antes, otras después”, lamentó, para confesar que “si en 1979, 1980, a mí me decían que al año siguiente iba a tener que cerrar la persiana, me hubiese parecido un cuento chino. Y ni hablar que una firma como SIAP terminaría como terminó”.
“En aquel país que teníamos, y con empresas como las que tuvimos, ¿quién no querría trabajar?”, volvió a preguntarse Armando.
Para el final, realzó “el enorme orgullo de haber sido parte de SIAP y del desarrollo de los primeros teléfonos públicos ‘naranjas’ que supimos tener en las calles, en las estaciones de trenes, en los hospitales, en los comercios… Hoy en día, cada vez que paso por Belgrano y 514, donde estaba el edificio central de la empresa, por dentro le digo ‘te extraño’”.
Y uno se pregunta: ¿Quién no extrañaría un país y una ciudad así? ¿No?
“En aquel país que teníamos y con empresas como las que tuvimos, ¿quién no querría trabajar?”, se preguntó Armando Calí durante la entrevista que le realizó este medio en abril de 2023