La democracia argentina está en riesgo. Se está incubando un plan profundamente empobrecedor de las grandes mayorías con amenazas de represión permanentes a quienes se atrevan a protestar como nunca se vio. Los demócratas tenemos el deber histórico de blindarla. Para eso, ante todo debemos desear hacerlo: abandonar la política chiquita y sentarnos con todos los demócratas, pensemos como pensemos en distintos temas. Todavía estamos a tiempo.
Hace tiempo, mucho tiempo, que la “grieta” creada por quienes se benefician de una comunidad dividida dejó de ser peronismo-antiperonismo o kirchnerismo-antikirchnerismo. Incluso, en términos más abarcativos para el discurso de los «militantes de la fragmentación social», populismo-antipopulismo (si entendemos por populismo un conjunto de políticas que benefician a los sectores más vulnerables de la sociedad).
Lamentablemente, la verdadera grieta que hoy atraviesa a la política y, por extensión, a gran parte de la sociedad argentina es Democracia versus Autoritarismo.
Desde este medio lo dijimos hace más de un año. Concretamente el 2 de octubre de 2022.
A menos de dos semanas de las elecciones presidenciales, el devenir de las cosas nos dio la razón a los más pesimistas.
En apenas unos días, las primeras medidas económicas materializaron una transferencia de recursos desde los sectores populares hacia los sectores del poder pocas veces vista en la historia. Y ahora, para colmo, se anuncian nuevas medidas que desregularían por completo la economía y cercenarían derechos laborales y sociales. Todo ello, vale subrayarlo, sobre una sociedad con casi la mitad de su población bajo la línea de pobreza y otro tanto con trabajos informales. Una locura absoluta.
La devaluación del 118% anunciada por el ministro de Economía Luis Caputo, pieza clave en la toma de la mayor deuda de la historia con el FMI hacia 2018 y en la fuga de esa deuda que pagaremos generaciones de argentinos y argentinas, es la tercera mayor devaluación de todos los tiempos: solamente superada por las dos de 1989, cuando a raíz de un golpe de mercado el gobierno de Raúl Alfonsín transitaba una hiperinflación que ese año llegaría al 5.000 por ciento.
Volviendo a estos días aciagos, los precios se dispararon hasta el infinito mientras que los salarios y los haberes de los pasivos quedaron congelados. El movimiento comercial previo a las fiestas, que a esta altura y hasta el año pasado tornaba imposible caminar por las calles, brilla por su ausencia.
En un hecho inédito, supermercados de grandes cadenas han colocado en las góndolas carteles pidiendo disculpas a sus clientes por la falta de mercaderías, aclarándoles que no las aceptaron de parte de los proveedores a raíz de los desmesurados precios.
La carne ya es un producto suntuario. El secretario de Agricultura, Fernando Vilella, aseguró que la fuerte suba que registró el precio de la carne vacuna en los últimos días no tiene relación con el paquete de medidas que anunció el gobierno. A su vez, el funcionario pronosticó que cuando la población ya no tenga dinero para convalidar los aumentos, los precios bajarán. Si ni fuese cierto, sería el chiste del año.
Como dijimos, desde el gobierno sólo se anuncia un ajuste más grande. A veces, pereciera que quieren provocar a la gente.
Ahora bien, ¿cuál es su plan de gobierno? ¿Su plan de desarrollo nacional integral? ¿Su política para los pequeños y medianos comercios y empresas? ¿Cuál es la nueva matriz productiva que tienen pensada para Argentina? ¿Cómo se relacionarán con el FMI, con China, con el Mercosur?
¿Cuál será su plan educativo? ¿Y la salud pública? ¿Cómo van a generar trabajo genuino? ¿Cómo van a enfrentar los problemas de la macro y microeconomía? ¿Cómo son exactamente la reforma laboral y la reforma previsional que proponen?, etc, etc, etc.
No. Nunca hablan de nada de eso y -¿oh sorpresa?- nadie les pregunta. Es que no hay plan de gobierno. Hay entrega del país. Como en 1976, como en los ’90 y como entre 2015 y 2019. Y al que se oponga, palo y palo. “Debemos ser la fuerza política que demuestre que maneja la calle”, dijo la ministra eterna Patricia Bullrich.
Hoy la verdadera grieta argentina es Democracia versus Autoritarismo. ¿Tendremos la lucidez y la grandeza para juntarnos todos los demócratas o dejaremos que la sangre llegue al río?
Cuando un periodista le preguntó a Irena Sendler, la enfermera católica que arriesgó su vida para salvar las de 2.500 niños judíos durante el nazismo, qué hubiese pasado si otros grupos pequeñitos como el de ella hacían los mismo, le respondió: “Escuche, para salvarlos había que, sobre todo, desearlo”.
¿Cuánto desea la dirigencia y una ciudadanía bombardeada por discursos envenenados salvar la democracia para siempre como para ceder posiciones, para sentarse a hablar con aquel que piensa distinto o muy distinto pero que es un demócrata?
“¡Por supuesto que tenía miedo! Pero el miedo se domina. Lo que no se puede es ser indiferente”, añadió Irena. Y luego dijo algo que esperemos no tener que repetir dentro de unos años: “Siempre tuve la sensación de no haber hecho lo suficiente. De que podría haber hecho más”.