Por el Dr. César «Tato» Díaz*
En mi reciente libro “Perón periodista” (Díaz, 2024), editado por Ciccus, establecí a través del concepto de “periodismo de estadista” que sólo dos presidentes argentinos habían ejercido simultáneamente el Poder Ejecutivo Nacional y una participación regular en los diarios de su época. Ellos fueron Domingo F. Sarmiento y Juan D. Perón. El lector podrá dimensionar el desafío que tengo por delante al ver en Javier Milei la desmesurada atención que concede a “la comunicación presidencial” en otro soporte -twitter-.
Sarmiento asumió la presidencia el 12 de octubre de 1868, y por ser un personaje emblemático del siglo XIX a quien Milei se empeña en devolvernos, me impulsó a realizar una breve comparación entre ambos.
Una gran diferencia para resaltar es que Sarmiento era un “periodista de raza”, como se decía en la época. Milei, ni por asomo. El sanjuanino solía utilizar el seudónimo de “Loco”, entre muchos otros, y allí podría existir un punto de contacto entre los dos presidentes.
Otra coincidencia podría estar en las críticas que recibieron. Sarmiento, como ya lo he consignado, era un “publicista” que escribía conforme su “humor”. Es decir, cuando era cuestionado o algo no le gustaba, a menudo perdía la compostura y no reparaba en el léxico esgrimido. Un ejemplo ilustrativo fue en la oportunidad del intento -afortunadamente fallido- de Bartolomé Mitre de dar un golpe de Estado para que no asumiera la presidencia Nicolás Avellaneda en 1874. Sí lector, los que dicen defender las Instituciones liberales, en ocasiones, defeccionan de sus principios. A Milei, en tanto, le ocurre lo mismo por valerse de un lenguaje sumamente agresivo en sus escuetos comunicados.
Respecto a Sarmiento, por su estilo a veces pedagógico, siempre exaltado, se lo objetó con frecuencia. Un caso digno de recuperar es, en tal sentido, la nota de opinión publicada en un matutino opositor. Allí se leía: “No es extraño que no se despache nada en la casa de Gobierno, ni aún las tramitaciones ordinarias. El Señor Sarmiento necesita todo su tiempo para escribir en los diarios. Es redactor en jefe del ‘Nacional’. Ahora agrega a su nuevo cargo el de colaborador de la ‘Tribuna’ [diarios oficialistas]”. A continuación, añadía: “tome nota el Congreso de
lo que está pasando”. Para enumerar una jornada presidencial, el redactor conjeturaba: “ocupa al menos tres horas en leer todos los diarios de Buenos Aires, y cinco en contestarlos, pues no se necesita menos tiempo para escribir cuatro columnas diarias del ‘Nacional’ y dos de la ‘Tribuna’, y esto suponiendo que conciba y ejecute con la rapidez de los diaristas que llenan columna y cuarto de nuestros grandes diarios por hora, total ocho horas. Pongamos una hora para hojear libros americanos y citarlos según convenga, una hora para meditar el plan
de las contestaciones y dos horas para corregir cinco o seis columnas que le llevan a la casa de gobierno, lo que es dar el mínimum del tiempo que requieren estas ocupaciones, y tendremos cuatro horas más ocupadas en la prensa por este gobernante que no tiene tiempo de mandar sus ministros al congreso”.
El editorialista, lanzado ya en su idea rectora, sumaba detalles no exentos de ironía: “quedan doce horas libres. Supongamos que el presidente duerme siete horas y emplea tres entre sus comidas y el arreglo indispensable que necesita el tocador de un magistrado que se ha declarado a sí mismo el tipo de elegancia y cultura americana, por más que parezca lo contrario. Quedan pues dos horas para el despacho, suponiendo que en esas dos horas la persona del señor presidente no se sienta inclinada al descanso. Como se comprende, el resultado de todo esto es que en la casa de gobierno no se hace absolutamente nada. La parte útil y práctica del gobierno no existe. Sarmiento es presidente accidentalmente o ad hoc, para peleas determinadas; pero su oficio habitual, permanente, absorbente y exclusivo, es el de colaborador de diarios. Para esto paga el pueblo un millón de duros para tener presidente, vice, ministros y demás polilla administrativa”.
El articulista remataba su escrito en forma demoledora: “hasta ahora no ha habido ningún hombre bastante caritativo que le haga entender que la presencia de sus escritos en la prensa […] solo prueban que Sarmiento es en la República el único defensor de los disparates de Sarmiento, así como es el más impertérrito incensado de su excelsa persona. Pero a Sarmiento lo explotan y no le tienen lástima». Esta extensa cita evidencia el apego impropio que profesaba Sarmiento por la participación periodística.
sarmiento y milei locos por la comunicación

El actual primer mandatario, aparentemente, posee también una suerte de compulsión por participar, en su caso, en las redes sociales. No se observa que sea capaz de escribir algún comentario en un medio escrito. Lo cierto es que, su febril actividad “tuitera”, también ha recibido objeciones periodísticas.
En efecto, el periódico Perfil ha publicado el pasado 16 de febrero una nota al respecto que, a pesar de sus diferencias obvias, posee sintonía con la cita insertada más arriba sobre Sarmiento. En ella señala que un programador creó una página que mide cuánto tiempo pasa el mandatario en X (twitter) y la cantidad de «me gusta» que intercambia con otros usuarios. Trolls libertarios y periodistas, entre sus favoritos. Milei, al igual que Sarmiento, se vale -en este caso de una red social- para contactarse con la ciudadanía. Milei, mucho más selectivo y, por qué no manifestarlo, mucho más acotado en su capacidad comunicativa.
En rigor, Perfil indica que: “en las últimas semanas, el mundo virtual sirvió de caja de resonancia de las enardecidas declaraciones publicadas por el jefe de estado, desde las acusaciones contra legisladores y gobernadores tras el fracaso de la ley ómnibus hasta los reiterados ataques a la actriz Lali Espósito. Milei suele opinar sobre política, economía y hasta farándula en X, su red social preferida, llegando incluso a anticipar a través de esa plataforma medidas de gobierno de alto impacto, como lo fue el cese del exministro de Infraestructura, Guillermo Ferraro, o el del extitular de Anses, Osvaldo Giordano. En ambos casos, el presidente no filtró la información a la prensa ni utilizó los medios de comunicación institucionales: bastó con un like y un retuit”.
La columna precisa asimismo que “en la última semana, el resultado arroja un promedio de más de 400 tuits faveados por Milei por día. Por ejemplo, el jueves fue el día que más interactuó: dio 621 ‘me gusta’, promediando 3 horas y 20 minutos conectado a X. Coincidió con su pelea con Lali Espósito. Otro momento de presionar el mousse con fruición se percibió el pasado martes, cuando Milei regresó de su gira por Israel, Italia y el Vaticano: ‘en total, dedicó a Twitter 3 horas 45 minutos y dio 489 likes'».
Una disparidad inocultable es la relación del actual responsable del PEN con la prensa gráfica, pues, al contrario de Sarmiento, el primero se limita a linkear a La Nación+, más concretamente a sus periodistas Luis Majul y Eduardo Feinmann. También de La Derecha Diario, el medio partidario creado por su estratega digital, Fernando Cerimedo.
Se podría puntualizar una gran coincidencia entre ambos jefes de Estado, pero un tanto paradójica. Se trata de la idea de “civilización” esgrimida por Sarmiento y la propuesta del “libertario” que, si bien se inspira en las bases trazadas en el siglo XIX, no repara en absoluto que tales ideas excluyen a la inmensa mayoría de los argentinos del sistema. Dicho en pocas palabras -como hace Milei-, solo una pequeña elite gozará de las riquezas que nuestro país es capaz de producir.
Por último, deseo advertir a los lectores la gran diferencia entre estos dos presidentes, aunque parezca una nimiedad. ¡Una cosa es escribir extensas columnas con ideas -compartibles o no- y otra muy diferente es presionar con el dedo índice “me gusta”!

*Docente investigador FPyCS / UNLP – Dir. Biblioteca de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires