Por Alejandro Salamone.-
Los días 1° de marzo siempre fueron el símbolo de lo que comúnmente las familias llaman «empezó el baile». Se terminaron las vacaciones para todo el mundo, los chicos comienzan las clases, cada uno a sus obligaciones y a poner el piloto automático. Las calles son un caos de tránsito y ni hablar los alrededores de las escuelas, todo se hace más lento y el transporte público revienta de gente, hasta los taxis notan el impacto del inicio de un nuevo año laboral y educativo.
Nada de los anterior sucedió en este bisiesto 2024. Más bien todo lo contrario. El colega Alejandro Ramos de Canal 13 -un medio afín al Gobierno de turno, al menos hasta ahora- informaba entre sorprendido y abrumado que los accesos a Capital Federal, en su totalidad, estaban «con poco tránsito y sin demoras», y acotaba con asombro que «todo a pesar de ser viernes y 1° de marzo…» y agregaba su opinión: «la gente piensa dos veces antes de mover el auto…»
Como en pandemia pero sin barbijos. Así es el paisaje que pudo verse hoy en las calles platenses, en mayor medida las del macrocentro y los barrios; en el microcentro algo de movimiento pero nada acorde al inicio de otro año que promete ser muy duro por el cóctel explosivo y de inflación+recesión (y se viene lo peor según el Gobierno).
Se ven muchas bicicletas y pocos autos, los taxis hacen filas de más de una cuadra en las paradas y los colectivos de cualquier línea local se ven con pocos pasajeros, salvo, claro, entre las 7 y las 8 de la mañana cuando van con gente parada pero no tanta como en casi todas las épocas democráticas en las que no gobernaba Milei.
En una nota publicada ayer por este medio digital 90lineas.com, los empresarios pymes agrupados en Monapy se preguntaban «¿hasta cuándo durará la recesión buscada?» y señalaban que «el precio lo están pagando las pequeñas y medianas empresas y los consumidores». A su vez pedían una serie de medidas urgentes al Gobierno (VER NOTA HACIENDO CLICK EN ESTE ENLACE).
Los restaurantes de la Ciudad acusan el golpe, fuentes del sector hablan de «un 60% menos de comensales que en noviembre pasado», y en los negocios de todos los rubros el ingreso de clientes ha mermado considerablemente y el consumo baja con prisa y sin pausa. Algunos lo sienten más que otros. Por ejemplo, en las farmacias la gente «lleva lo que puede para calmar dolores y no lo que necesita», apuntó un comerciante del rubro de la zona de La Granja, y amplió: «Una tableta de aspirinas ya cuesta 1.200 pesos, se ha ido todo al carajo».
La tristeza se nota en el movimiento callejero. En los semáforos cada vez más gente hace malabares para ganarse la propina de los ocasionales automovilistas y para subsistir. En los canastos de basura se revuelve y revuelve para encontrar alimentos o bien cartones para venderlo en el mercado. Todos cuidan el centavo y hay pocas esperanzas de reactivación a corto y mediano plazo, ya lo anunció el propio Presidente «No hay plata» y avizoró que «en 45 años vamos a estar mejor».
Si la poca gente que hay en la calle anduviera con barbijos y aparecería algún médico con esos simbólicos trajes blancos que metían miedo, sin dudas que estaríamos ante una escena idéntica a la que se vivía durante la pandemia. Es odiosa la comparación, pero es lo que está generando en La Plata y también en Capital Federal el cruel ajuste que pagan los argentinos, con inflación brutal y fuerte recesión.
Sí señor Milei, es verdad que no hay plata, tampoco hay empleos a disposición ni mejoras sustanciales de salarios, no hay nada, ¿esperanzas? y estamos a punto de perderla por completo.