La Argentina es un país de grandes realizadores cinematográficos pero no siempre reciben el reconocimiento merecido, y en especial el sustento para poder realizar su trabajo. De este modo, cuando un trabajo logra ver la luz y conseguir importantes lugares en festivales prestigiosos se debe destacar el esfuerzo de mucha gente. El cine argentino es una lucha en sí misma, y en ella la Vendedora de lirios es un caballo de batalla.
Nacida como una tesis de grado, el corto cuenta un día en la vida de una vendedora de flores y su nieta. La narración se estructura a base de planos y símbolos, sin caer en el uso del diálogo como única forma de relatar lo que sucede. El corto está filmado principalmente en las localidades vecinas de Magdalena y Punta Indio, en locaciones que recuerdan mucho a lugares del norte argentino.
Hablando con el realizador del corto Igor Galuk nos contó lo siguiente: “el rodaje estaba condicionado por el florecimiento de los lirios que se da en octubre y dura 15 días. Y el rodaje tuvo que centrarse ahí o no teníamos flores”. También señaló que lo más difícil del trabajo fue la búsqueda de financiamiento la cual tomó aproximadamente 5 años.
El hecho de basarse principalmente en el lenguaje cinematográfico hace a este un film rico en simbolismos y metáforas, en especial cuando las dos protagonistas se encuentran con una familia aristocrática. “Las flores son muy delicadas, y por esa cuestión ancestral que tiene el pueblo boliviano, yo tenía la preocupación de cómo iba a entrar la naturaleza y la Pacha Mama en el espectador. Porque se puede hablar del tema pero se tienen que transmitir las sensaciones, y ese era el sentido de los lirios, la conexión de los personajes con ese mundo”.
Otra temática central en el corto es la cuestión de clase y como esta atraviesa toda la historia. Galuk señaló su interés por narrar tomando como base a las clases sociales como motor de conflicto: “el racismo y la xenofobia son una cuestión de clase, es ponerse en un lugar y poner en un lugar al otro. La vida es una cuestión de clase que se estructura desde un mayor poder”.
Desde el punto de vista del género, el corto está influenciado a fuego por el neorealismo italiano que brilló de la mano de directores como Lucino Visconti o Roberto Rossellini. En estas películas se mostraba una Italia de posguerra trágica, pero lo que más se destacaba era el uso de no actores, personas reales que se desenvuelven en su propio día a día. En la actualidad el film Roma (2019) retoma este estilo trabajando también con personas sin formación actoral.
En cuanto a las protagonistas del corto Galuk nos contó cómo las conoció: “cuando dimos con Jacinta (la abuela del film) fue casi amor a primera vista, porque estaba el personaje ahí. Como la ves en el corto ese es su vestuario natural”. Nos contó cómo es dirigir a una no actriz: “al hacer el casting yo quería que fueran familiares reales, pero igualmente el vínculo hubo que construirlo en los ensayos”.
La cinta ha participado en varios festivales siendo el más importante hasta ahora el Festival Latinoamericano de California, el cual obtuvo el primer puesto o que hizo que hoy se encuentre preclasificada a los Oscars 2021: “El corto ha sido seleccionado para participar en 60 festivales, de los cuales ya ha obtenido 15 premios a mejor cortometraje. Lo de los Oscars nos sorprende porque no estaba en nuestros planes, ni siquiera estaban Cannes o Venecia”.
La calidad cinematográfica de lo que se produce en nuestro país a veces funciona como un secreto que el tiempo ayuda a sacar a la luz. Muchas veces nos quedamos con el cine comercial argentino que suele ser de menos calidad pero es posible que la propia cultura se encargue de que las obras con un verdadero valor lleguen a la superficie y ayuden a cimentar a una industria que tiene potencial para llegar mucho más lejos.