Existe una frase hecha que reza: “en una vida hay muchas vidas”, ese concepto puede regir para la vida de cualquier persona, pero también para un país como el nuestro, el cual fue pensado para favorecer a una ciudad y a un sector acomodado. Ahora bien, es notable cómo al pasar los años las cosas se transforman, porque aquel 17 de octubre de 1945 pareciera ser la llegada a la metrópolis porteña de aquellas masas del interior que habían sido exterminadas en el siglo XIX. Y que ahora volvían a reclamar su lugar en la historia de la mano de su Coronel Perón.
El contexto del 17 de octubre es complejo, y hay cientos de libros que ayudan a pensarlo, pero se debe recordar que el siglo XX estaba a solo cinco años de llegar a su primera mitad, y la elite porteña había despertado de su sueño de ser el granero del mundo. Haciendo mías las palabras de Osvaldo Bayer, tras el exterminio del gauchaje, el nuevo enemigo pasó a ser el obrero, el cual se trató de borrarlo de la historia por unos y por otros.
El movimiento obrero de principios de siglo fue estructurado por los inmigrantes que trajeron al país las ideas del viejo continente. Pero quienes estructuraron los primeros sindicatos y partidos de masas no estaban preparados para ver un movimiento profundamente situado, es decir que tanto la oligarquía como la izquierda exponían su desprecio hacia el criollo. Es de ahí que muchas expresiones como el “aluvión zoológico” provinieran de intelectuales socialistas o radicales ¿cómo unos obreros del interior del país iban a armar una gesta emancipadora liderados por un militar? Ningún texto europeo había previsto semejante acto.
Hablaba Arturo Jauretche de la “política científica”, es decir de como el pensamiento eurocentrista era incapaz de pensar a aquellas masas que marchaban hacía plaza de mayo. Y es al día de hoy que la izquierda y la derecha siguen en el mismo lugar, pero ¿qué se puede esperar de quienes crearon la zoncera de presumir su apellido europeo por encima de los nombres criollos?
De este modo, aquel 17 de sol no dejó a nadie indiferente, ya que mientras unos encontraban su voz en el silencio de la historia, otros naufragaban en los límites de sus interpretaciones de La Argentina y el mundo. Aquello que nació en ese día ha tenido muchas definiciones, pero sería el movimiento más importante que este país ha visto, y sería un capítulo más de una lucha entre los de abajo y los de arriba.
¿Cómo unos obreros del interior del país iban a armar una gesta emancipadora liderados por un militar? Ningún texto europeo había previsto semejante acto
Cuando Mario Benedetti hablaba del sur que también existe se refería a como los desposeídos sufrían de las decisiones que se tomaban lejos de sus tierras, pero ¿qué pasa cuando alguien logra representar a aquellos que quedan fuera de la centralidad? Lo más probable es que quienes sólo saben escuchar a la mente piensen que aquello es el infierno, y quienes pueden sentir hayan encontrado su lugar en este planeta de infortunio.
Al recibir el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez le preguntó a la Academia Sueca de las letras “¿por qué la originalidad que se nos reconoce en la literatura se nos es negada en nuestro anhelo de un cambio social?”. La Argentina del 45, y la de hoy también, merecen un destino mejor que estar siempre condenado a los designios de quienes este mundo manejan. Y encontrar en esquemas propios la salida a los conflictos.
El 17 de octubre de 1945 es el símbolo de las luchas de un pueblo que se ha negado a ser silenciado. Aquellos trabajadores fueron a buscar a su líder festejando, y de esa manera lo llevaron a la Presidencia. Los días felices del peronismo siguen teniendo eco en un presente de pobreza donde el objetivo de sacar dólares del país parece justificativo para atacar cualquier sueño de felicidad popular. Pero si nuevamente quieren dejarnos sin voz, habrá que volver a poner los pies en la fuente.