Pequeñas islas verdes en medio de un océano de cemento. Parece ser la explicación de la masividad de la ocupación de los espacios verdes en la Ciudad de Buenos Aires. La crisis producto del COVID 19, desnudó el déficit en materia de servicios ambientales que tiene la Ciudad Autónoma.
Mientras tanto, las y los vecinos manifiestan la necesidad de replantear los modelos y prácticas llevadas hasta el momento por el ejecutivo porteño promoviendo un mayor cuidado del ambiente, especialmente en materia de acceso y cuidado de los espacios verdes, entendiendo el valor de la diversidad biológica como mecanismo de preservación y mejora de nuestra calidad de vida.
La existencia de áreas verdes mejora la calidad de vida de la población y la diversidad biológica de las ciudades, pero además son un elemento de retención de los gases de efecto invernadero, colaboran en la regulación del aumento de temperatura, son generadoras de sombra y contrarrestan el efecto de isla de calor y, ante el exceso de precipitaciones, retienen agua y aumenta la permeabilidad del suelo.
Mientras que los expertos coinciden que para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y su área metropolitana, las precipitaciones extremas y el aumento promedio de la temperatura serán los efectos que provocará el cambio climático, el Gobierno porteño desconoce esta agenda y pretende seguir con su lógica de gobernar para pocos condicionando la posibilidad de construir una Buenos Aires verde, resiliente e inclusiva, en sintonía con los ejes que exige el Acuerdo de París.
El déficit de CABA en materia de espacios verdes en cuanto a cantidad, calidad y distribución es realmente alarmante, estos no sólo están muy por debajo de los estándares internacionales (de 10 a 15 M2 por habitante) sino que la penosa cifra que declara el gobierno porteño de (6 M2 por habitante) resulta una abstracción difícil de comprobar en el territorio.
Lucro y maquillaje verde
El proyecto para rezonificar y vender los predios de Costa Salguero y Punta Carrasco con el objetivo de construir un conglomerado de lujo de edificios de hasta ocho pisos de altura, explica la práctica política del ejecutivo porteño desde el inicio de la gestión del PRO en 2007, desnudando su maquillaje verde totalmente alejado de los desafíos ambientales que como distrito y región debemos enfrentar.
Desde el gobierno porteño se predica la necesidad de generar más superficies verdes, pero en la práctica ese discurso se traduce en la fascinación por sumar metros cuadrados de concreto y barrios náuticos, demostrando que la planificación de la ciudad lejos de estar llevada adelante por urbanistas y/o ambientalistas, se encuentra en manos de agentes inmobiliarios.
El rol de los espacios verdes ya no puede ser ignorado en el equilibrio del ecosistema urbano. Políticas orientadas a la preservación de las superficies de absorción, la implementación de medidas que contribuyan al confort térmico en la CABA, y políticas de planificación para la creación de espacios verdes, deberán ser abordadas en el corto plazo.
Destinar los predios de Costa Salguero y Punta Carrasco, que suman más de 30 hectáreas, a espacios verdes permitiría comenzar a dar respuesta a los requerimientos de la población de contar con más espacios de recreación en la ciudad, además de contribuir con una estrategia de adaptación a los fenómenos asociados al cambio climático, mejorando la calidad de vida de las y los porteños.
(*) Pablo Mesa, Biólogo (UNLP), Magíster internacional en políticas sociales, Coordinador académico del Centro de Estudios Metropolitanos.